Guillem Clua: “Barcelona no cuida a sus autores”
El dramaturgo catalán, que estrena la segunda parte de ‘Smiley’ y está a punto de rodar la primera película de una obra propia, critica con dureza la gestión cultural de la ciudad
Hemos empezado a asomar del confinamiento; la cultura, como casi siempre, lo hace muy perjudicada; los teatros reducen sus aforos… Y Guillem Clua (Barcelona, 1973) no para. El día 16 estrena en el Aquitània la segunda parte de Smiley mientras la primera sigue recorriendo mundo (en noviembre llega a Singapore y ya en 2021 a Australia…), tiene cerrada una colaboración con Netflix y el mes que viene empieza el rodaje de La pell en flames… “Yo soy un privilegiado, con todas las letras…...
Hemos empezado a asomar del confinamiento; la cultura, como casi siempre, lo hace muy perjudicada; los teatros reducen sus aforos… Y Guillem Clua (Barcelona, 1973) no para. El día 16 estrena en el Aquitània la segunda parte de Smiley mientras la primera sigue recorriendo mundo (en noviembre llega a Singapore y ya en 2021 a Australia…), tiene cerrada una colaboración con Netflix y el mes que viene empieza el rodaje de La pell en flames… “Yo soy un privilegiado, con todas las letras… Me quejo por el gremio”, explica.
Y habla de “anomalías en el ecosistema teatral de Barcelona”. “Por ejemplo, que Barcelona no cuide a sus autores, sobre todo desde los teatros públicos”, explica. “Yo me mudé a Madrid…” .Y allí, el panorama es diferente: “Es cierto que hay más productoras y más teatros, pero sobre todo no le han dado la espalda a la autoría contemporánea como hicieron aquí hace 10 años”. Clua no busca culpables, pero apunta algunos factores de gestión cultural: “Se decidió no programar prácticamente a autores de aquí. No sé si por no arriesgar o para crear un relato cultural que les interesaba pero que nada tiene que ver con lo que creo que debe tener un país diverso, con todo tipo de teatro. Y se han olvidado de que somos un trampolín de la cultura catalana al mundo, estamos creando cultura”.
La manera de entender el teatro en Madrid es diferente. “Allí no se les caen los anillos por hacer teatro… comercial, popular. Ese teatro a mí no me interesa, pero creo que tiene que existir porque hace que la gente vaya al teatro sin elitismo… Aquí parece que ir al teatro sea una cosa especial, allí se improvisa sin complejos. Y es así como se crea una industria fuerte”.
A Guillem Clua no le asustan las críticas. Ya se las sabe: “Siempre me dicen que apelo al melodrama y eso… como que es teatro barato”, dice. “Pues a mí me la suda, porque apelando a los sentimientos de la gente consigues transmitir mensajes, si te pones didáctico y paternalista estás haciendo lo contrario de lo que pretendes: solo estás hablando a los convencidos. Creo que la divulgación no tiene que ser académica, tiene que ser más puta”.
Una de las obras más reconocidas de Clua es La golondrina, que, tal vez por esas anomalías, aún no se ha estrenado en Barcelona y ha hecho una gira de dos años, interpretada magistralmente por Carmen Maura. “Esta obra sí que es un melodrama con mayúsculas”, reconoce, orgulloso. “Es un drama muy heavy pero también tiene momentos de comedia. Esa es la alquimia que busco en el teatro: el equilibrio entre drama y comedia. Conseguir que alguien que está llorando se ría es mágico”.
El melodrama y el humor de la obra de Clua sirve, siempre, para defender un compromiso, criticar una circunstancia, defender a un colectivo… “Aunque la intención inicial no sea esa, sí tengo la necesidad de hablar de temas políticos, de derechos humanos y, evidentemente, mi militancia LGTB es manifiesta”, asume. Su obra Justícia estaba en cartel en el TNC cuando estalló la pandemia. “La obra hablaba de corrupción, o sea, de política. Y hay un momento en que el público aprieta el culo…”. Estamos en los años 80, el caso Banca Catalana, un juez que tiene que juzgar a consejeros de la Generalitat… “Hubo personas que se me acercaron para decirme que no era conveniente decir explícitamente el nombre de Jordi Pujol en el escenario. ¿Perdona…? Evidentemente se dijo, porque se tenía que decir”.
Durante la pandemia, Clua se refugió en el cine. “Me salvó la vida y la cordura”, dice. “Trabajé en el guion de la novela de Torcuato Luca de Tena Los renglones torcidos de Dios, que dirigirá Oriol Paulo, y también estuve haciendo la adaptación de La pell en flames, obra de teatro que escribí en 2005 y que se empieza a rodar en noviembre, dirigida por David Martín Porras. Es un sueño hecho realidad”. Otras obras como Marburg, que iba a hacer Isabel Coixet, o Killer, que iba a llevar al cine Ventura Pons, no se concretaron. “Siempre pasaba algo… Tengo guiones de cine hechos de la mitad de mi obra teatral”.
La televisión, por otro lado, también ha sido un salvavidas para muchos dramaturgos, empezando por el propio Clua. “Cuando trabajaba en series como El cor de la ciutat me venía gente que me decía que dejara esa mierda, así de claro, que yo me tenía que dedicar al teatro, que es o que vale la pena… ¡Por favor! Es un trabajo digno como cualquier otro y, además, sirve para bajar del pedestal de mierda donde nos colocan a los autores. No, los autores estamos aquí, con el pueblo y con el público”.Clua agradece todo lo que da trabajar para una serie de televisión: “Te da agilidad para escribir, te quita la vergüenza, te hace cumplir con los plazos de entrega, te da disciplina y, además, te abre el mundo de plataformas como Netflix, HBO…” De hecho, Clua ha contactado ya con varias pero Netflix será la primera con la que ha colaborado como guionista, en la serie El inocente, con Mario Casas, y que dirigirá Oriol Paulo.
‘Smiley’, el amor después del amor
La segunda parte de Smiley (Després de l’amor), que se estrena el 16 en el Aquitània la ha parido Clua junto con los dos actores, Miquel Triola y Ramon Pujol, con el amparo de La Brutal. “Ha sido un proceso más dinámico pero más lento que los de otras obras porque los actores, que conocen a la perfección a los personajes, han aportado muchísimo”, explica el autor. Han pasado seis años y los protagonistas ya no son dos treintañeros en busca del amor, han visto que la vida va en serio. “Es una reflexión sobre lo que pasa con el amor después del amor, cuando los fuegos artificiales de la comedia romántica ya se han apagado. Algo que en el mundo gay no está en el escaparate, donde solo se ven la purpurina y la fiesta, pero ¿qué pasa cuando se acaba la edad de salir cada semana y ligar cada noche con un tío diferente?”