“La niña necesita de la escuela, los amigos, jugar”

La etapa infantil concentra el regreso a las aulas con asistencia irregular, en los municipios en fase 2 en Cataluña

Tarragona / Palamós / Manresa -
Antonella y su maestra en el aula de la escuela Vila-romà de Palamós.©Toni Ferragut (EL PAÍS)

Unos minutos antes de las nueve de la mañana ya se había formado un corrillo delante de la escuela Pax de Tarragona. “Esta situación tiene algo de primer día de colegio, para los alumnos y para los maestros”, reconocía la directora Maria Güell. Un bote de gel desinfectante y un termómetro para medir la temperatura daban la bienvenida a los escolares de educación infantil que regresaban al colegio, dos meses y medio después. De las 150 familias, apenas un 10% habían expresado su intención de acudir a la escuela. Es el caso de Carles. “Soy autónomo y mi mujer es enfermera”, apuntaba mientras aco...

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Unos minutos antes de las nueve de la mañana ya se había formado un corrillo delante de la escuela Pax de Tarragona. “Esta situación tiene algo de primer día de colegio, para los alumnos y para los maestros”, reconocía la directora Maria Güell. Un bote de gel desinfectante y un termómetro para medir la temperatura daban la bienvenida a los escolares de educación infantil que regresaban al colegio, dos meses y medio después. De las 150 familias, apenas un 10% habían expresado su intención de acudir a la escuela. Es el caso de Carles. “Soy autónomo y mi mujer es enfermera”, apuntaba mientras acompañaba a sus gemelas Cecília y Martina, que cargaban con juguetes para pasar el día —no está permitido compartirlos— y marcados con su nombre.

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La Pax es uno de los más de 1.300 centros educativos que abren entre ayer y hoy (en algunos municipios ayer era fiesta) porque se hallan en municipios en fase 2 de la desescalada —las regiones de Tarragona, Girona, Terres de l’Ebre, Alt Pirineu-Aran y Catalunya Central—. En total suponen el 40% de los centros públicos y el 25% de los concertados, a la espera de que puedan abrir los de la gran área de Barcelona y de Lleida, posiblemente el próximo lunes. No obstante, algunos centros no abrieron por falta de alumnos o por estar en obras.

La escuela Vila-romà de Palamós también registró poca asistencia. Antonella, de cuatro años, y tres profesoras de infantil esperaban a los alumnos que habían confirmado asistencia. Pero al final tuvo el aula para ella sola y pasó la mañana alternando los juegos de construcción, con letras, puzzles, plastilina o cuentos, sin quitarse su floreada mascarilla —no son obligatorias para los alumnos—. Neus, la maestra, explicaba que Antonella estaba contenta de haber vuelto a clase, “pero deseaba que hubieran venido más niños”. Al mediodía, su padre, Rafael, explicaba que tanto él, empleado de la construcción, como su mujer, fisioterapeuta, se quedaron en el paro durante el confinamiento, pero ahora han vuelto a trabajar y combinan los horarios como pueden. El regreso a las aulas supone un alivio para ellos. “El colegio para nosotros es lo mejor, pero también para ella porque necesita la escuela, los amigos, jugar. Muchos padres han dejado a los niños con los abuelos, pero nosotros estamos solos”, indica Rafael.

Educación diseñó el regreso a la escuela como un servicio de acogida para la etapa de infantil, pensando en las familias con problemas de conciliación. En primaria y secundaria se prevén tutorías individuales y solo se permite la asistencia presencial en pequeños grupos en los últimos cursos de cada etapa (6º de Primaria, 4º de ESO...). En esta escuela de Palamós tenían programadas ayer por la mañana ocho tutorías con alumnos de primaria, máximo durante media hora. Hoy esperan reencontrarse con dos grupos de sexto.

En Tarragona, en cambio, los de último curso ayer ya empezaron a asistir. Lo harán solo en días esporádicos con la idea de que puedan, al menos, recoger sus cosas y despedirse de compañeros y maestros, ya que se han quedado, señalaba la directora con pesar, “sin fiesta de fin de curso y sin viaje”. Maria Güell destacaba el trabajo a contrarreloj realizado por el profesorado para reabrir cumpliendo las normas sanitarias, que ve como un entrenamiento para lo que pueda venir. “Esto es un plan piloto para la situación que nos vamos a encontrar en septiembre”.

Endulzar el regreso con juegos, música e incienso

Judith recoge a su hijo Aleix en la escuela infantil de Manresa, el primer día de reapertura.I. V.

Con la cara pintada de pirata y una sonrisa de oreja a oreja, Aleix, de dos años, salía ayer de la escuela infantil para saltar a los brazos de su madre, Judith. Era el primer día desde hace casi tres meses que podía volver a ver a sus amigos y sus maestras de la escuela El Petit Príncep de Manresa (Bages). Su madre lo recogía al mediodía con cierta preocupación. “Esta mañana se quedó llorando”, explica. Judith decidió volver a llevar a su hijo a la escuela por necesidad de ambos. “Tenemos una empresa familiar y hacemos poco teletrabajo. Necesitaba que volviera a la escuela, pero él también lo pedía, preguntaba mucho por sus amigos”.

Las escuelas infantiles, de cero a tres años también podían abrir ayer sus puertas en los municipios en fase 2. Pero en este caso eran los ayuntamientos —de los que dependen estos centros— los que tenían la última palabra. Municipios como Reus y Montcada i Reixac han decidido esperar a septiembre.

En esta escuela de Manresa la respuesta ha sido grande. De los 33 alumnos de uno a tres años que tienen —los bebés menores de 12 meses no pueden asistir— han regresado 15. Los pequeños no entraban por la puerta, sino que debían trepar por una pequeña escalera, entre música e incienso. “Pensamos que así no era tan frío y no arrancábamos los niños de los brazos de los padres, que no pueden acceder. Así ven la entrada como un juego”, explica la directora Anna Gangonells.

Maria, de dos años, también pudo reencontrarse con algunos compañeros. Vive sola con su madre, que es enfermera, así que estas semanas se quedaba con la abuela, Roser. “La madre decidió volver a traerla a la escuela para descargarme un poco”, admite Roser.

Un motivo parecido ha llevado a Anna a permitir que su hija Abril regrese. También son familia monoparental y como ella trabaja de policía, la pequeña se quedaba con la abuela o la tía. “La niña ha llevado mal el confinamiento, así que también va bien que vuelva a una rutina”, explica Anna, quien asegura no temer un contagio. “A los niños no les afecta tanto y creo que en septiembre u octubre será peor”.


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