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Bolaños: “¿Quién le pasa información al PP? ¿La UCO, la Fiscalía, la judicatura, la Policía?”

El ministro afirma que los socialistas sienten “náuseas por haber tenido personas que no merecían confianza”

El Senado alumbró este martes un hallazgo lingüístico que hubiese sorprendido hasta a Camilo José Cela, inquilino de la Cámara alta durante una breve etapa de la Transición. Por aquella época, el escritor gallego había presentado un puntilloso inventario de términos castellanos para referirse a las mujeres que comercian con sexo. Entre las 1.111 expresiones recopiladas por Cela n...

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El Senado alumbró este martes un hallazgo lingüístico que hubiese sorprendido hasta a Camilo José Cela, inquilino de la Cámara alta durante una breve etapa de la Transición. Por aquella época, el escritor gallego había presentado un puntilloso inventario de términos castellanos para referirse a las mujeres que comercian con sexo. Entre las 1.111 expresiones recopiladas por Cela no figuraba la que se acuñó este martes en el Senado, en el enésimo debate sobre corrupción durante la sesión de control al Gobierno. Fue por obra y gracia del representante del PP Luis Santamaría, quien enriqueció el vocabulario para etiquetar a las mujeres enchufadas por el ahora recluso José Luis Ábalos: “Trabajadoras de la intimidad”.

La expresión escandalizó al ministro de la Presidencia y Justicia. Félix Bolaños la consideró una “tremenda machistada” y exigió al diputado popular que la retirase. Santamaría lo ignoró. Y le replicó con otra exigencia, una especie de petición preventiva de dimisiones: animó al ministro a “cesar a compañeros socialistas cuando en las próximas semanas se conozcan determinadas informaciones”.

Así lo dejó caer Santamaría, con esa seguridad envuelta en una bruma enigmática. Bolaños se lanzó con una batería de preguntas, a medio camino entre las interrogantes y las insinuaciones:

—¿Quién le pasa la información al PP, me lo puede decir usted? ¿Tiene el PP alguna información subterránea por parte de alguien que conoce los procedimientos judiciales? ¿Por parte de la UCO, por parte de la Fiscalía, por parte de la judicatura, por parte de la Policía Nacional? (…) ¿Se está beneficiando el PP de algún delito de revelación de secretos?

Santamaría, un senador de verbo ligero incluso para los cánones del parlamentarismo actual, se partía de risa en su escaño. Poco antes había dicho que España ya no se gobierna desde La Moncloa sino desde Soto del Real.

La oposición lleva dos años buscando el arma definitiva que pueda derribar a Sánchez y ahora sus esperanzas están puestas en que los encarcelados Ábalos y Koldo García tengan manta de la que tirar. Por ahí fueron PP y Vox. Bolaños trató de desviar la cuestión con invitaciones a que los dos partidos se fusionen, con la muletilla que el Gobierno repite desde la semana pasada —“no aceptaremos chantajes”— y con una suerte de confesión:

—¿Sabe lo que sufrimos? Náuseas por haber tenido gente que no merecía nuestra confianza.

A falta de Pedro Sánchez, que no asoma por el Senado desde hace más de año y medio, y de la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, de gira por su Andalucía, la diana elegida por el PP, aparte de Bolaños, fue la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. La portavoz popular, Alicia García, soltó la caballería completa. Responsabilizó a Díaz hasta de que el militante de En Marea en Ourense Martiño Ramos violase a una menor. Llegó a decir que lo único que mueve a la cabeza visible de Sumar en el Gobierno es conservar el “pisazo de 443 metros” que le ofrece el ministerio. Y ya metidos en el barro inmobiliario, acabó comparando las dimensiones de la vivienda ministerial con las de una celda de Soto del Real. La réplica de Díaz apuntó más alto: a Alberto Núñez Feijóo, por “lloriquear” ante los empresarios catalanes pidiendo apoyos para una moción de censura. Y remachó:

—Presenten esa moción. Y si no les gusta su candidato, el señor Feijóo, presenten a la señora Ayuso. O al señor Abascal.

Bolaños también tuvo ocasión de repetir, ante una pregunta del senador de Junts Eduard Pujol, las caricias dialécticas que Sánchez había prodigado horas antes al partido de Carles Puigdemont. Pujol instaba a los socialistas a romper con el “régimen del 78”. No hizo mucha sangre, más bien se quedó en la ironía: “¿No han tenido suficientes casos de lawfare o es que son masocas?”.

Y después de todo eso, un fenómeno asombroso se cernió sobre la segunda Cámara de las Cortes españolas. La sesión de control pasó a centrarse en cuestiones concretas y materiales: planes ferroviarios, autopistas, puertos, aeropuertos, la amenaza de la peste porcina… Unos preguntaban, otros respondían, discrepaban… Ya nadie se insultaba ni pregonaba el fin de los tiempos. Por un rato, hasta pareció un Parlamento normal.

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