La amenaza de Ayuso convierte a Feijóo en un líder permanentemente a prueba

El plantón a Sánchez es también un desafío al presidente del PP. La dispersión de mensajes y el escándalo de la pareja de la presidenta madrileña lastran la estrategia de los populares

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante el homenaje al concejal del PP Miguel Ángel Blanco el pasado julio.Mariscal (EFE)

“No se puede normalizar lo que no lo es”; “No comparto que pasemos por La Moncloa a darle el visto bueno”; “No quiero ser parte de esa foto”; “No quiero seguir pasando por alto lo que está pasando”; “Esto es lo mejor para España”... Las justificaciones de Isabel Díaz Ayuso para no acudir a la reunión con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cargadas de reproches al convocante, escondían, sin mucho disimulo, reproches a sus pr...

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“No se puede normalizar lo que no lo es”; “No comparto que pasemos por La Moncloa a darle el visto bueno”; “No quiero ser parte de esa foto”; “No quiero seguir pasando por alto lo que está pasando”; “Esto es lo mejor para España”... Las justificaciones de Isabel Díaz Ayuso para no acudir a la reunión con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cargadas de reproches al convocante, escondían, sin mucho disimulo, reproches a sus propios compañeros. Empezando por el líder de su partido, Alberto Núñez Feijóo, quien previamente había dicho: “Si un presidente autonómico no acude al palacio de La Moncloa comete un error. La presidenta Ayuso sabe muy bien que su responsabilidad es defender los intereses de los madrileños y practicar una política de Estado”. Y siguiendo por cada uno de los barones y baronesas populares —todos menos ella— que sí han participado en esa ronda de encuentros, y que, a ojos de Ayuso y de sus partidarios, normalizan lo que no es normal, pasan por La Moncloa a hacerse “la foto”, se dejan engañar y no hacen lo mejor para España. El plantón de la presidenta madrileña suministró un nuevo cargamento de munición al Gobierno y al PSOE, cuyos representantes preguntan cada poco: “¿Quién manda en el PP?”. Los primeros en advertir ese regalo al adversario fueron los propios dirigentes y cuadros populares que — eso sí, en privado—, admitían: “Está claro que ayuda a Sánchez a desviar la atención”.

El principal partido de la oposición tenía el viento de cola para desgastar al Ejecutivo por los escándalos que señalan directamente a uno de sus antiguos ministros, José Luis Ábalos (precisamente el que negoció la moción de censura contra Mariano Rajoy por la sentencia del caso de corrupción Gürtel), y exnúmero tres de los socialistas. Pero Ayuso sopló y desvió el debate al asunto que persigue a Feijóo desde que puso un pie en Madrid: la sombra del sacrificio de su predecesor, cuando el PP decidió que Pablo Casado no era un caballo ganador; el recordatorio de que, mientras no consiga gobernar, sigue siendo un líder a prueba en un partido que ha rebajado de tres (Mariano Rajoy, elecciones de 2004, 2008 y 2011) a dos (Casado, abril y noviembre de 2018) el límite de intentos.

Esta vez, Ayuso avisó a Feijóo con antelación, conscientes ambos de que la decisión de plantar a Sánchez era irreversible, es decir, que ni la presidenta madrileña iba a cambiar de opinión, ni el líder del partido iba a ser capaz de convencerla. Se decidió el viernes de la pasada semana, según una fuente de confianza de Ayuso. La baronesa, su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, y su jefe de prensa, José Luis Carreras, empezaron a trabajar entonces en el borrador del comunicado que difundieron el lunes a primera hora anunciando el plantón. Se informó a Feijóo y unos minutos antes de la difusión, al equipo de Sánchez.

Otras veces no hubo aviso previo. El presidente del PP desayuna a menudo con recados de Ayuso en los medios, por ejemplo, para que no pactase con el PSOE la renovación del Consejo General del Poder Judicial — el acuerdo se firmó el pasado junio, tras cinco años de bloqueo— ; oponiéndose a la reducción de la jornada laboral después de que Feijóo hubiese flexibilizado su postura al respecto; adelantándose en el anuncio del recurso contra la ley de amnistía ante el Tribunal Constitucional; concediendo una medalla al presidente de Argentina, Javier Milei, uno de los principales apoyos internacionales de Vox, en plena crisis diplomática; o condicionando toda la estrategia del PP ante el decreto de ahorro energético en el verano de 2022 con un solo tuit amenazando con la insumisión. Es a Feijóo, líder nacional del partido, a quien le preguntan constantemente si comparte las declaraciones de la presidenta regional, y no al revés. Es Ayuso quien trata de convencer a sus homólogos autonómicos — en este caso, sin éxito— de que no acudan a la reunión con Sánchez en La Moncloa. Y es ella quien ha demostrado mayor capacidad para marcar la agenda, escogiendo asuntos e intereses que no siempre coinciden con los de Génova.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, condecora al presidente de Argentina, Javier Milei, el pasado junio en la sede del Gobierno regional. Álvaro García

Esa “dispersión” de mensajes, que ya criticaban en la época de Casado dirigentes del PP, unido a los escándalos que afectan a la pareja de Ayuso, Alberto González Amador, erosionan la estrategia de oposición incluso cuando cuentan con evidentes elementos para el desgaste del Gobierno. “Nos han dado por todas partes”, admitía en privado un parlamentario popular esta semana al abandonar el hemiciclo. Los cuadros del PP han bautizado esa realidad como “la ayusodependencia”, si bien, no todos los dirigentes populares consultados creen que ese independentismo estratégico de la presidenta madrileña les haya perjudicado en todos los casos. No hay mejor pegamento político que el poder y en la medida en que la Comunidad de Madrid aporta 37 de los 350 diputados al Congreso, Ayuso, con mayoría absoluta en la región, da poder. Su discurso duro, recuerdan varios cargos populares, mantiene a raya a Vox en la comunidad.

Fuentes del PP madrileño afirman que la relación entre su presidenta y el líder nacional es “constante y fluida”, describen el efecto multiplicador, para ampliar el espectro electoral, de esas dos almas del partido, y recuerdan que esa dupla ya funcionó en la etapa de Mariano Rajoy (en Génova) y Esperanza Aguirre (en Sol). Otros insisten, sin embargo, en que la estrategia de Madrid no es la mejor para el resto de España. Para un veterano cargo popular, Feijóo se deja arrastrar por Ayuso y por Vox, “pero lo que funciona en Madrid no necesariamente funciona en Andalucía, en Galicia o incluso en la Comunidad Valenciana”. Entre los dirigentes de la época de Casado, apartados ahora de la toma de decisiones del partido, van más allá: “La España de dentro de la M-30 está matando al PP porque lo hace invotable fuera”.

El politólogo Pablo Simón explica que, “aunque haya veces en las que a Feijóo le pueda interesar disponer de un poli malo que, por ejemplo, cite a Begoña Gómez [esposa de Pedro Sánchez] en la comisión de investigación abierta en la Comunidad de Madrid, el líder ha de tener todos los instrumentos de la orquesta bien afinados porque para ganar necesita desmovilizar a la izquierda. Es decir, para favorecer una transferencia de votos del PSOE al PP tiene que acercarse a posiciones menos ideologizadas y de ahí el intento reciente de Feijóo de hablar de conciliación o de permisos”. Simón, al igual que los miembros del PP consultados, descarta una conspiración en el corto y medio plazo para apartar al presidente de los populares, pero recuerda: “Quién tiene la autoridad en el PP está claro, quién la proyecta es otra cosa. Ayuso mueve presupuesto [al contrario que el líder nacional, en la oposición]; tiene unas terminales mediáticas muy bien alineadas y, al erigirse en el contrapeso fundamental contra el Gobierno de España, evita que se hable de su gestión en la comunidad y absorbe como un pararrayos el descontento contra Sánchez, recogiendo a nivel autonómico el voto de censura al Ejecutivo nacional sin importarle que eso menoscabe la autoridad de su líder. Es un aguirrismo 2.0. Pero, si en la siguiente oportunidad, Feijóo no fuera capaz de formar gobierno, seguramente se abrirá un debate interno, el mismo que sacude a todas las derechas europeas: ¿Quiero ser Milei o Merkel? ¿Me conviene el estilo de Ayuso, esencialmente nacionalista español, o el de Juan Manuel Moreno Bonilla, más pactista y de acentos regionales?”.

“Sánchez” es la palabra más repetida en la Asamblea de Madrid por la presidenta regional. En un año, Ayuso dedicó al presidente del Gobierno 208 tuits. El parlamento autonómico aprobó en octubre de 2023 una proposición no de ley contra la ley de amnistía y otra a favor “de la igualdad de todos los españoles”. En el PP madrileño lo justifican así: “En Madrid siempre se han debatido temas que trascienden a la propia comunidad. Nuestra principal frustración es dedicar tiempo a defendernos de los ataques de Sánchez”. La frustración, en todo caso, les compensa. Ayuso capitaliza el descontento contra el “sanchismo” y se ha vuelto, en palabras de Simón, “impermeable”, ya que los militantes del PP madrileño comparten esa estrategia que despierta recelos en otros liderazgos regionales.

Alberto Núñez Feijóo, con los presidentes autonómicos del PP, el pasado septiembre en el palacete de los Duques de Pastrana, en Madrid. Samuel Sánchez

Barones del PP admiten en privado su malestar por el plantón de Ayuso a Sánchez y por los argumentos que esgrimió para justificarlo: “Va a lo suyo”; “No es justo”; “Ha desairado a todos”... Pero, al igual que Feijóo, han evitado el choque directo con la presidenta madrileña agarrándose a una de las excusas planteadass por Ayuso: los insultos recibidos. “Me han llamado asesina, genocida, loca, corrupta. Los 22 ministros, el delegado del Gobierno...”, declaró esta semana en la Cadena Cope, ante los mismos micrófonos en los que, dos años antes, en febrero de 2022, Casado firmó su sentencia de muerte política al afearle públicamente los contratos de su hermano con la administración madrileña. Solo en el último caso, el de “corrupta”, era verdad lo que decía Ayuso, quien acumula, por su parte, una larga lista de insultos al presidente del Gobierno: “hijo de puta”; “el gobernante más corrupto y violento de Europa”, ”tirano”, “estalinista”, “meme de un presidente de una república bananera”, “autoritario”, “violento”; “estafador”...

“Al confrontar de manera premeditada directamente con Sánchez”, afirma la politóloga y socióloga Cristina Monge, “Ayuso marca un perfil propio, impone la línea en cuestiones de ámbito nacional y consigue mucho más foco mediático”. Y toda esa cancha libre es posible, añade, “porque el liderazgo de Feijóo no es sólido desde el momento en que no logró gobernar. No estaba asentado previamente, y no consiguió su idea inicial, que era acoger a un número suficiente de votantes de la derecha y el centro derecha”.

Consciente de todo eso, y con otros frentes abiertos, como el malestar interno con su portavoz parlamentario, Miguel Tellado, y los roces que ha generado en el partido el llamado “clan gallego”, Feijóo busca reforzar su imagen de presidenciable con viajes al extranjero, reuniéndose en Italia con su primera ministra, la ultraderechista Giorgia Meloni, y cuidando mucho la escenografía de sus intervenciones públicas, con fondos que en alguna ocasión recordaban a las escalinatas de La Moncloa o a una de las salas del Palacio donde suele comparecer el presidente del Gobierno. El último intento fue este mismo miércoles, cuando el líder del PP convocó a la prensa en el salón del escritorio del Congreso de los Diputados para exigir “formalmente” la dimisión de Sánchez, al que acusó de “estar rodeado de corrupción” . El problema es que la solemnidad riñe con la reiteración y el propio Feijóo, así como Ayuso, la habían pedido en otras muchas ocasiones con anterioridad, casi desde la investidura del presidente del Ejecutivo, lo que, como en el cuento de Pedro y el lobo — siendo Pedro, en este caso, Feijóo— , devalúa su impacto.

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