Junts salva a Sánchez mientras Podemos tumba el aumento del subsidio de desempleo de Díaz

Puigdemont ordena a los suyos no votar para evitar una derrota dura del PSOE, pero el grupo de Belarra consuma su guerra con Sumar y une su “no” al del PP y Vox y exige un nuevo decreto

Miriam Nogueras, de Junts, interviene con Félix Bolaños y María Jesús Montero de fondo.Foto: SAMUEL SÁNCHEZ | Vídeo: EPV

Una vez más, la baraka de Pedro Sánchez hizo su aparición cuando todo parecía perdido. Fue una de las jornadas más rocambolescas que se recuerdan en el Parlamento, y deja un importante desgaste para la mayoría, pero de nuevo el presidente se salvó por la mínima y lo exhibió como un éxito, con todos sus diputados aplaudiéndole. En el último momento, después de hacer un discurso que apuntaba hacia el no, Junts decidió salvar los decretos del Gobierno —que incluían el llamado escudo social, la revalorización de las pensiones o el transporte gratuito para jóvenes, menores y desempleados— con un mo...

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Una vez más, la baraka de Pedro Sánchez hizo su aparición cuando todo parecía perdido. Fue una de las jornadas más rocambolescas que se recuerdan en el Parlamento, y deja un importante desgaste para la mayoría, pero de nuevo el presidente se salvó por la mínima y lo exhibió como un éxito, con todos sus diputados aplaudiéndole. En el último momento, después de hacer un discurso que apuntaba hacia el no, Junts decidió salvar los decretos del Gobierno —que incluían el llamado escudo social, la revalorización de las pensiones o el transporte gratuito para jóvenes, menores y desempleados— con un movimiento muy atípico y que mantuvieron en secreto varias horas: sus siete diputados no votaron, algo que funcionó como una abstención y permitió que saliera adelante el primer decreto por 172 a 171, un solo voto. Sin embargo, pese a que Junts mantuvo esta estrategia en las cuatro votaciones que había este miércoles, el “no” de Podemos se sumó al del PP, Vox y UPN para tumbar el segundo decreto —176 noes frente a 167 síes—, el que defendió Yolanda Díaz, líder de Sumar y enemiga declarada de la formación de Ione Belarra, que suponía un gran aumento del subsidio de desempleo, de 480 euros a 570 en los primeros seis meses y a 540 euros los seis siguientes (y sea compatible con los primeros 150 días de trabajo).

Podemos consumó así el golpe a Díaz en la primera votación en la que tuvo ocasión, mientras apoyaba los demás decretos después de una negociación con los socialistas. La pésima relación entre Sumar y Podemos después de que los de Belarra no lograran ningún ministerio tuvo así su primera consecuencia con efectos prácticos sobre más de 700.000 perceptores del subsidio, que de momento no verán aumentada su cuantía. Podemos exige que se vuelva a presentar el decreto sin la reducción de la cotización de los perceptores de más de 52 años, que según Trabajo se ha hecho para evitar que, con la subida del salario mínimo, se cotice más estando sin empleo que con él, un sinsentido. “Es una gravísima irresponsabilidad, han votado con la derecha y la extrema derecha”, dijo Díaz en Onda Cero sobre Podemos. Sánchez pidió a los de Belarra que valoren su decisión de tumbar un decreto que según él implica mejoras claras en el subsidio y apuntó que el Gobierno sacará esta medida adelante en las Cortes en cuanto pueda, aunque no dio fechas.

Junts decidió al final no votar, según un comunicado oficial de esta formación, porque el PSOE se ha comprometido con ellos a traspasar a Cataluña las competencias en inmigración a través de una ley, la publicación inmediata de las llamadas balanzas fiscales y la supresión del artículo 43 bis de la ley de enjuiciamiento civil que iba en el primer decreto, el ómnibus, que según la interpretación de Junts “ponía en peligro la ley de amnistía”. Además, Junts ha logrado el compromiso de que el IVA del aceite será del 0% y también una reforma de la ley de sociedades de capital “para revertir el decreto del PP de 2017 para que las empresas puedan volver a Cataluña”, dice el texto, que no menciona sanciones. Además se multiplicarán por cinco el presupuesto para la digitalización de la justicia. Fuentes del PSOE confirman estos extremos, salvo el que señala que “el Estado asumirá la totalidad del coste de las bonificaciones del precio del transporte público”. Se asumirá, aseguran estas fuentes, el 30%, como en todas las autonomías. Pero el resto de concesiones, mucho más amplias de las que se habían discutido públicamente, sí son las negociadas, según los socialistas.

Sánchez obvió estas concesiones, se concentró en el resultado y cargó contra el PP: “Ya dije que para revalorizar las pensiones buscaría votos debajo de las piedras. El PP dijo que estaba a favor de revalorizar las pensiones y ha vuelto a votar en contra. Esta oposición tiene que preguntarse para qué está en política. ¿Para ilegalizar partidos políticos?”, dijo visiblemente satisfecho, como si nada hubiera pasado.

Rafael Simancas habla con el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños y la vicepresidenta Económica, María Jesús Montero, durante el pleno del Congreso.Samuel Sanchez

Pero durante el día la angustia del Gobierno fue evidente y la tarde estuvo llena de sorpresas. La votación esta vez no ha sido presencial, porque la sesión no es el Congreso, que está de obras, sino en el Senado. Y por eso era completamente telemática, algo que suele producir errores, como sucedió con la votación de la reforma laboral, que salió adelante milagrosamente —de nuevo la baraka de Sánchez— por un error del diputado del PP Alberto Casero. Esta vez el error vino del otro lado, y de nuevo gracias a la fortuna del Gobierno, no tuvo las consecuencias dramáticas que supuso para el PP de Pablo Casado. Algunos populares aún creen que ahí empezó el hundimiento del líder del PP, que acabaría dimitiendo solo un mes después. Esta vez, de nuevo, la mayoría progresista tuvo suerte y el error del diputado de Sumar Gerardo Pisarello, que no votó a partir del tercer decreto en discusión, provocó un empate que implicaba repetir la votación.

Si hubiera habido dos errores así, se habría perdido la votación y no habría solución. Pero el empate abría la puerta a resolver la situación. El PP y Vox intentaron complicar la vida al Gobierno y pidieron rápidamente que la repetición se hiciera a mano alzada, para ver si alguien fallaba, incluido el presidente, que estaba en La Moncloa. Pero la presidenta del Congreso, la socialista Francina Armengol, decidió rápidamente conceder una hora de tiempo para que todo el mundo, incluido el presidente, tuviera tiempo para llegar. Y Sánchez salió a toda prisa desde La Moncloa y se presentó inmediatamente en el Senado: era inimaginable que se perdiera la votación por su culpa. Con la repetición, ya no hubo errores, y Junts sí participó en la votación para abstenerse, por lo que volvió el 172-171 y el Ejecutivo sacó así el otro decreto, el del escudo social, y otras dos votaciones. De hecho, el movimiento del PP ayudó a Sánchez, que no solo tuvo un aplauso y pudo vender la imagen de éxito después de una jornada agónica, sino que además, al entrar Junts al hemiciclo —esta vez sí votó presencialmente— apoyó el techo de gasto y hubo una votación de 179 escaños a favor del Gobierno como colofón de la jornada.

Tobogán de emociones

El día fue una especie de tobogán permanente de emociones tanto en el Gobierno como en la oposición. Desde primera hora de la mañana, el PP y Vox olfateaban la posibilidad de una derrota clamorosa de Sánchez en su primera prueba de fuego menos de dos meses después de lograr la investidura con los votos de ocho grupos. El tono del arranque de Félix Bolaños, el principal negociador de estos decretos, era especialmente dramático. Llegó a decir a todos los diputados que estaban en el no —en ese momento Junts insistía en que se contaba entre ellos— que “los pensionistas que les han votado deben saber que con su no están evitando la subida y provocando un recorte, una congelación de las pensiones”. En las bancadas de la derecha murmuraban indignados, pero a la vez pensaron que este tono era antesala de una gran derrota del Ejecutivo. “Valle Inclán está escribiendo hoy su próxima novela. Esto es un esperpento”, se burlaba por los pasillos Alberto Núñez Feijóo, que insistía en que Carles Puigdemont estaba exhibiendo desde Bruselas su capacidad de “humillar” al Gobierno al mantenerle en vilo todo el día. “Si hubiese sabido que esto era la política no me habría dedicado a ella. Mi país no se merece este desgobierno, esta deshonra, el Gobierno ha hecho el ridículo mercadeando con los derechos de todos los españoles”, llegó a decir por la tarde el líder del PP en una comparecencia ante los medios.

Félix Bolaños, Santos Cerdán y María Jesús Montero entraban y salían del pleno a toda velocidad, se reunían en la zona de Gobierno, se escabullían en zonas más discretas del Senado. Las negociaciones se multiplicaban mientras Miriam Nogueras, la portavoz de Junts, decidía no intervenir en los primeros decretos para mantener aún más el suspense. Yolanda Díaz también se movía para intentar que su decreto no decayera. Estaba esperando el sí o la abstención de Junts para intentar rematar la negociación con Podemos, a quien ya le habían ofrecido la posibilidad de negociar su reforma a través de una enmienda en la tramitación como proyecto de ley. Pero Podemos, después de un último intento de Trabajo que trató de convocar una reunión sin éxito, a las 14.30, dio el no definitivo y con ello garantizó la muerte del decreto de Díaz, una venganza política clara después de la ruptura entre los dos grupos que se consumó cuando los de Belarra decidieron ir al Grupo Mixto. Podemos dio un salto hasta ahora desconocido y votó “no” con el PP y Vox, y además rompió otra tradición: se desmarcó de ERC y Bildu —que afeó la posición de los de Belarra— que sí apoyaron el texto, lo que dejó aún más solo a este grupo con la oposición.

El Gobierno trasladaba en todo momento mucha inquietud, sobre todo después de que Nogueras en la tribuna diera a entender que rechazarían los tres decretos. “Hagan un decreto sin trampas y tendrán nuestros votos”, llegó a decir mientras oficialmente Junts insistía en que iban a rechazar los decretos e incluso planteaban que hubiera inmediatamente un Consejo de Ministros extraordinario para rehacerlos, algo que habría sido un golpe aún más duro para la imagen de Sánchez. Bolaños y Montero abandonaban el hemiciclo con caras visiblemente agotadas, después de una larga noche de negociación, y parecía que la suerte del Gobierno estaba echada. Incluso algún diputado de Junts engañaba a los periodistas diciendo que habían votado en contra y algunos medios lo daban por hecho. Pero no era así. Junts no había votado, algo que tiene el mismo efecto práctico que la abstención.

Sánchez se salvaba una vez más. Pero la jornada no es una más. Deja heridas importantes en la mayoría. Reabre la herida sangrante entre Sumar y Podemos, que se convierte así en un problema importante para el Ejecutivo que necesita sus cinco votos para todo —aunque también puede suponer un gran desgaste para Podemos, que provoca así que 700.000 personas se queden con un subsidio menor—. Y también complica la desconfianza entre el PSOE y Junts, que les hizo sufrir todo el día y dio así una baza a la oposición. Algunos miembros del Gobierno creen que este día marcará un antes y un después, porque nadie imagina una legislatura con este infierno parlamentario en cada votación. Sánchez logró salvar los muebles, y eso es lo importante para un resistente como él, pero muchos en el Ejecutivo creen que hay que repensar las cosas para evitar que esta tortura se convierta en la norma.


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