La llamada a Junqueras, un salto decisivo en la negociación

Ahora solo falta el contacto con Puigdemont. Llega la recta final para la investidura de Sánchez

Sánchez y Junqueras se saludan en el Congreso, en 2019.Uly Martín

Todo está medido en la negociación más compleja a la que se ha enfrentado Pedro Sánchez y su equipo de máxima confianza en sus nueve años de vértigo al frente del PSOE. Cada paso está negociado durante días. Si se unen los puntos, se puede ver el goteo de pequeños o grandes avances que han ido dando los socialistas para preparar el salto final: la amnistía que dará paso a la investidura del presidente en funciones antes del 27 de novie...

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Todo está medido en la negociación más compleja a la que se ha enfrentado Pedro Sánchez y su equipo de máxima confianza en sus nueve años de vértigo al frente del PSOE. Cada paso está negociado durante días. Si se unen los puntos, se puede ver el goteo de pequeños o grandes avances que han ido dando los socialistas para preparar el salto final: la amnistía que dará paso a la investidura del presidente en funciones antes del 27 de noviembre con una mayoría impensable hace unos años, que incluirá a Sumar, ERC, Junts, PNV, Bildu y BNG, y tal vez Coalición Canaria, dispuesta de momento a abstenerse. En ese goteo de pequeños pasos, la llamada a Oriol Junqueras que ha tenido lugar este miércoles es algo más. Es un salto decisivo que indica que la negociación está entrando en su recta final.

Sánchez y Junqueras, al menos que se sepa públicamente, llevaban años sin llamarse ni reunirse, desde el estallido del procés en 2017. Pablo Iglesias, líder de Podemos y después vicepresidente, sí visitó a Junqueras en la cárcel, y mantuvo una relación normalizada. Pero Sánchez nunca lo hizo. Ni siquiera cuando el PSOE negoció con ERC la investidura de enero de 2020. El presidente hablaba con frecuencia con Pere Aragonès, president de la Generalitat y hombre fuerte de ERC, pero nunca con Junqueras, que estaba en la cárcel y era una de las dos personas decisivas del procés, con Carles Puigdemont. Era demasiado para el PSOE.

Sánchez y Junqueras se habían saludado un momento como cortesía en el único pleno del Congreso en el que participó el líder de ERC, en 2019, tras ser elegido diputado, antes de volver a la cárcel ya sin el acta. Hablaron unos segundos y Junqueras le preguntó si le incomodaba que lo saludara ahí delante de las cámaras. Hasta ese punto estaban las cosas. Pero nunca hubo llamada formal ni mucho menos reunión en todo este tiempo en el que ERC fue clave para la mayoría de Sánchez. El presidente respaldó además públicamente la sentencia del Supremo que condenó a Junqueras a 13 años de cárcel. Después, tras cuatro años en prisión, Sánchez indultó al líder de ERC y a los demás encarcelados por el procés. Pero ni siquiera entonces se organizó un contacto o una reunión. Era algo que siempre quedó pendiente de resolver.

Y ahora ha llegado esa llamada, que implica la normalización definitiva de las relaciones entre los líderes del PSOE y ERC —por debajo las cosas son ya muy fluidas—, pero sobre todo es una señal muy clara de que las negociaciones para la investidura avanzan sin freno y entran en su recta final.

El PSOE es consciente de que una de las mayores dificultades de la negociación es la gran tensión entre ERC y Junts, que vienen de romper la coalición de gobierno en Cataluña. Cada paso que se da con uno puede complicar el movimiento con el otro. Los socialistas eran conscientes de que necesitaban hacer gestos con ERC después de la tensión por la resolución del Parlament sobre el referéndum de autodeterminación, que marcó el momento crítico de la negociación. Hubo muchas llamadas, el PSOE suavizó el tono, ERC también —ahora aseguran que la base para negociar es el documento que se pactó en 2020 para la creación de la mesa de negociación, que incluía una “consulta” sobre los acuerdos que se pudieran alcanzar— y ahora llega, dos semanas después esa crisis, esta llamada que, según coinciden fuentes del PSOE y de ERC, ha ido muy bien.

Apelación a la primacía

Junqueras apela a la primacía que tiene su partido en el independentismo. Le ha ganado en las urnas ya dos veces a Junts; primero, en las catalanas; y ahora, en las generales, aunque en estas últimas ha retrocedido mucho y perdió por poco en las municipales en mayo. Y sobre todo tiene la Generalitat, la joya de la corona, ahora en solitario. Además, lleva cuatro años como aliado del PSOE, aunque con choques sonados —votó en contra en la reforma laboral, por ejemplo— y reivindica su apuesta por la gobernabilidad y por mirar más a largo plazo, dejando a un lado la unilateralidad para apostar por lograr con los años una mayoría independentista mucho más rotunda. Para ERC, Junts está viniendo ahora a sus posiciones negociadoras, mientras el mundo de Puigdemont cree que los republicanos han sido demasiado blandos. ERC insiste en que la clave es revitalizar la mesa de diálogo para intentar ahí resolver el conflicto político una vez que la amnistía haya apartado el problema judicial. A Junts nunca le interesó una mesa que no lideraba.

En esta fase de la negociación, que la llamada a Junqueras claramente acelera, ahora falta otro hito decisivo: el contacto con Puigdemont. En La Moncloa no confirman que esté ya cerrada una llamada entre Sánchez y el líder de Junts, pero este contacto con Junqueras hace pensar que se está trabajando en esa idea. Los socialistas también están preparados para una foto con Puigdemont en Bruselas, que no sería de Sánchez, sino de algún miembro de la cúpula, en especial Santos Cerdán, el secretario de organización, que está llevando contactos discretos con Junts por encargo de Sánchez. Pero no hay nada cerrado y todo puede cambiar en función de una negociación que sigue abierta.

En cualquier caso, la unión de todos los pasos que se van conociendo desde agosto, cuando empezó la negociación para la Mesa del Congreso y el PSOE aceptó el uso de las lenguas cooficiales en la Cámara, dibuja un camino muy claro hacia la investidura de Sánchez que evitaría la repetición electoral para no dar una segunda oportunidad a la derecha de alcanzar el poder. La llamada confirma en público lo que trasladaban en privado fuentes tanto de la coalición como de los independentistas y nacionalistas: nada está cerrado hasta que todo está cerrado, pero esto último ya no está tan lejos. Ahora falta el remate, lo más complicado en cualquier negociación, pero los pasos son muy claros y el acuerdo es la opción más probable.

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