Copo de nieve, la patata resucitada de Granada
Un grupo de horticultores recuperan junto a la Universidad una variedad local de este tubérculo, olvidada durante décadas y de la que no quedaban unidades sanas
Durante décadas del siglo pasado, los agricultores de las diferentes vegas granadinas ―en el entorno de la capital, en la costa, y en otras zonas de la provincia― sembraron una patata que les llegaba desde las alturas de Sierra Nevada, donde se cultivaban las que estaban destinadas a usarse como simiente. La patata sacó del hambre a mucha gente y durante años, esa variedad granadina, conocida como copo de nieve, quitó m...
Durante décadas del siglo pasado, los agricultores de las diferentes vegas granadinas ―en el entorno de la capital, en la costa, y en otras zonas de la provincia― sembraron una patata que les llegaba desde las alturas de Sierra Nevada, donde se cultivaban las que estaban destinadas a usarse como simiente. La patata sacó del hambre a mucha gente y durante años, esa variedad granadina, conocida como copo de nieve, quitó mucha hambre en la provincia. En los años sesenta, el régimen puso fin a la autarquía en España y ello supuso la entrada masiva en el país de patatas francesas, lo que dejó en el olvido a las autóctonas. La copo de nieve quedó arrumbada y casi nadie volvió a saber de ella. Hasta donde se sabe, solo una familia siguió cultivándola y manteniendo la estirpe viva… aunque con bastante mala salud. El cultivo ya fue en las alturas, donde el frío las hacía crecer sanas, y las diferentes generaciones de tubérculos fueron enfermando e infectándose de bacterias y virus.
Las patatas de esta familia, los Casares, fueron las que aparecieron hace algo más de una década. Desde entonces, los horticultores por sí solos primero ―sin éxito― y en los últimos años, acompañados por la ciencia que les ha propuesto la Universidad de Granada, se propusieron sanar y recuperar para el cultivo y consumo a la copo de nieve. Estos últimos días de septiembre, las patatas han recibido el alta y están en la calle libres de enfermedades. La copo de nieve, renacida, vuelve a tener futuro gracias a los esfuerzos de la asociación de horticultores, Hortoan, y al interés de un grupo de investigadores de la Universidad de Granada en rescatar variedades hortícolas autóctonas.
Pero resucitar estos tubérculos ha requerido de un laboratorio específicamente entrenado en enfermedades de la patata. La semana pasada, Andrés Bermúdez, profesor de microbiología de la Universidad de Córdoba y fundador de Nucleus Biolab, llegaba a Granada desde su ciudad con un centenar de plantones de patatas copo de nieve sin rastro de bacterias ni virus. Y junto a esos plantones, una planta madre en un recipiente cerrado con agar-agar, un producto gelatinoso, como sustrato. Esa planta madre, explica Bermúdez, puede ya multiplicarse exponencialmente y asegurar la continuidad de la especie. No ha sido un camino fácil, ni siquiera para el investigador cordobés, que se define como un biólogo especializado en “clonar y librar de virus y enfermedades a ajos y patatas. Y últimamente también a alcachofas”.
Las tareas de limpieza llevan su orden, explica, y su tiempo. Primero extrajo los ojos o yemas de los tubérculos, lo más aproximado a una célula madre en el producto. Lavar y esterilizar, cuenta, no fue suficiente. Las réplicas de esas yemas salían enfermas porque había muchas bacterias que hubo que tratar con antibióticos de amplio espectro. Después de las bacterias, se aplicó a eliminar virus. Y así, un proceso que comenzó a principios de la primavera ha acabado en el inicio del otoño. Casi seis meses de UCI. Pasados los días, los plantones que llegaron a Granada se han repartido rápidamente por diferentes terrenos de la provincia y, presuntamente, cuando el lector lea esta información ya habrán agarrado y las copo de nieve tendrán futuro de nuevo. Serán pequeñas, “o más pequeñas de lo normal”, anticipa Bermúdez, las dos primeras generaciones que salgan. “A partir de la tercera cosecha tendrán el tamaño que deben tener”, concluye.
El destino de las nuevas patatas, que han llegado un poco justas a este periodo de siembra, se ha elegido con mimo, explica José Miguel Romero, horticultor, miembro de Hortoan y enciclopedia andante de todo lo relacionado con estos cultivos. “Las plantaremos en terrenos que hayan descansado en los últimos tiempos y, por supuesto, donde no se hayan plantado patatas, tomates, pimientos o berenjenas últimamente. Podrían infectarse de nuevo”, comenta Romero. En unos meses, en febrero o marzo, se podrán probar ya las primeras copo de nieve renacidas.
En el siglo pasado, esta variedad granadina del tubérculo tenía su propia peripecia de la sierra a la vega y, en ocasiones, vuelta a la sierra. Según cuenta Gonzalo Carmona, agricultor de la localidad granadina de Nigüelas, a la falda de Sierra Nevada y cuyo término municipal incluye territorio de esa sierra, la patata se cultivaba para semilla “más allá de la cota 2.000, donde el frío evitaba muchas enfermedades al producto”. Esa semilla se cultivaba luego por la provincia y, en los pueblos cercanos a la sierra, parte de la cosecha volvía a subir a los fríos de las alturas. Allí, “se cavaban unos hoyos de dos metros de profundidad por uno de anchura y se guardaban las patatas que no se habían vendido o consumido. Se tapaban con paja de centeno primero y una capa de tierra después. Y durante el invierno, los agricultores subían y bajaban poco a poco las patatas que iban necesitando, vaciando un hoyo tras otro. Y todo eso en burros”, explica Carmona. Un trajín de sube y baja de patatas y burros.
Fue en 2012, poco más o menos, recuerda José Miguel Romero cuando tras descubrirla comenzaron el proceso de recuperación. Fue un proceso de cultivar y volver a cultivar, pero no consiguieron suprimir las enfermedades que tenían las patatas. Hace un año, la recuperación de la copo de nieve adquirió un matiz científico con la entrada del proyecto europeo LifeWatch ERIC a través del equipo de Yolanda Jiménez Olivencia, profesora de la Universidad de Granada (UGR). En definitiva, esta investigadora y su grupo trabajan en la recuperación de lo que ella denomina “patrimonio de la biodiversidad cultivada” y esta patata forma parte de ese patrimonio. Los investigadores están en un proceso de catalogación y recuperación, en este momento solo en la Alpujarra granadina, de las muchas variantes de hortalizas que se han cultivado décadas atrás en el territorio. Afortunadamente, comenta, “hemos conseguido semillas de muchas de ellas, que guardaban las familias”. El feliz resultado será la apertura de un repositorio en Cádiar, en la Alpujarra granadina, de todas esas semillas, cedidas por muchas familias del entorno. Se salvará así, y se le dará futuro, a un patrimonio olvidado, el de las variedades hortofrutícolas tradicionales y del terreno.