El enigma de los cientos de somalíes que se hacen pasar por kenianos en Barajas
Un número inédito de refugiados de Somalia, en su tránsito hacia América Latina, recala en Madrid para pedir asilo
Un informe interno de la agencia europea de fronteras revela un dato que llama la atención: según Frontex, en lo que va de año —y con especial incidencia desde el mes de abril— casi 400 ciudadanos con pasaporte de Kenia han llegado al aeropuerto de Madrid-Barajas para pedir asilo. La particularidad de este caso es que, aunque los pasaportes parecen válidos, todo apunta a que sus portadores no son kenianos, sino somalíes. Los ciudadanos de Somalia, un Estado fallido azotado por la violencia y la inseguridad alimentaria, tienen u...
Un informe interno de la agencia europea de fronteras revela un dato que llama la atención: según Frontex, en lo que va de año —y con especial incidencia desde el mes de abril— casi 400 ciudadanos con pasaporte de Kenia han llegado al aeropuerto de Madrid-Barajas para pedir asilo. La particularidad de este caso es que, aunque los pasaportes parecen válidos, todo apunta a que sus portadores no son kenianos, sino somalíes. Los ciudadanos de Somalia, un Estado fallido azotado por la violencia y la inseguridad alimentaria, tienen un claro perfil de refugiados —y, de hecho, un alto porcentaje de concesión de esa medida de protección—, pero su pasaporte vale muy poco. Así, se produce una paradoja: sin visado, los 27 países del espacio europeo Schengen (y decenas de otros más) cierran las puertas a estos migrantes y, en consecuencia, no pueden pedir asilo en ellos.
Conseguir ese visado es tarea casi imposible para los somalíes que, a diferencia de los kenianos, no pueden ni siquiera hacer escala en sus aeropuertos sin un permiso específico. Para ellos, tomar un avión y pedir protección en un país europeo es prácticamente una quimera. El supuesto engaño vuelve a poner de manifiesto las dificultades que tienen decenas de miles de refugiados para emigrar a un país seguro y desarrollado por vías regulares. La UE reconoce el estatus de refugiado al 55% de los somalíes que lo solicitan, el quinto porcentaje más alto entre los 20 países que más solicitudes presentan, según Eurostat. A pesar de ello, lo habitual es que los somalíes lleguen a Europa de forma irregular en una barca precaria después de meses de penurias en su recorrido por distintos países africanos, porque no consiguen los visados que les permitan viajar de forma normal.
Según fuentes policiales, los documentos de identidad que han presentado esas cerca de 400 personas son pasaportes oficiales válidos expedidos por el Gobierno de Kenia. “No son falsificaciones”, aseguran. Pero la Embajada de Kenia en España mantiene sus reservas. Advierte de que solo las autoridades kenianas son competentes para establecer la validez del documento y afirman que nadie en España les ha informado sobre este caso. Por tanto, explican fuentes de la Embajada, no comparten la certeza de que estos pasaportes no sean falsos. Existe también la posibilidad de que esos viajeros ostenten las dos nacionalidades.
Entregado el pasaporte y superado, así, el trámite necesario para pedir asilo, los solicitantes se someten a una entrevista en la que explican los motivos para reclamar protección. Y ha sido en estas conversaciones cuando los técnicos de la Oficina de Asilo y Refugio han llegado a la conclusión de que la mayoría de ellos son somalíes. En su informe, Frontex se muestra escéptico ante la versión de que sean de Somalia —“no hay pruebas de que sea así”, se lee—, pero tanto los entrevistadores de la oficina de asilo como la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que les asiste con abogados, consideran que hay evidencias de peso para creerles. Los entrevistados se han comunicado en somalí y muchos de ellos portaban partidas de nacimiento, papeles o documentos de identidad de Somalia.
Somalia es lo que se conoce como un país emisor de refugiados desde hace décadas, además de un Estado fallido. Acnur, el organismo de las Naciones Unidas encargado de proteger a los refugiados, define así la situación: “Una mezcla tóxica de conflicto, grave sequía e inundaciones devastadoras ha obligado a más de un millón de personas en Somalia a huir de sus hogares en los primeros cinco meses de 2023, una tasa récord de desplazamiento”. El país vive asolado desde hace años por la violencia del grupo yihadista Al-Shabaab y, más recientemente, los somalíes están teniendo serias dificultades para llenar su cesta de la compra. Los precios de los alimentos y los productos básicos se han disparado por una combinación de conflictos (Somalia importa casi todo su trigo de Ucrania y Rusia) y alteraciones climáticas. Kenia, por su parte, tiene más relevancia por su papel como país de acogida que de emisor de refugiados.
En sus entrevistas, los supuestos somalíes, hombres y mujeres, han relatado situaciones diversas que se enmarcan en la grave crisis de un país que ocupa el puesto 192 de 195 en desarrollo humano. Jóvenes que huyen del reclutamiento militar, otros que escapan de la violencia terrorista, mujeres que intentan evitar la mutilación genital… ”La mayoría de los casos están relacionados con la situación de Estado fallido, la inseguridad y la violencia contra la población civil”, explican fuentes de CEAR. “Cuando no facilitas vías legales para que lleguen de forma segura, se favorecen estas situaciones”, mantienen en la organización.
De Turquía a Centroamérica
El viaje en avión de estos solicitantes de asilo comienza, generalmente, en Estambul (Turquía), hace escala en Madrid y tiene como destino algún país latinoamericano. Algunos han aprovechado la escala en la ida para pedir asilo en España y otros solo lo han hecho cuando les han rechazado la entrada en el país al que se dirigían y han tenido que volver. La razón de que elijan Latinoamérica, especialmente países centroamericanos como Panamá, Nicaragua o Costa Rica, no está clara, pero son destinos que sirven de trampolín para intentar entrar en Estados Unidos de forma irregular.
El caso de los somalíes haciéndose pasar por kenianos no ha sorprendido especialmente a quienes cada día atienden a decenas de personas en el aeropuerto de Barajas. Aunque es poco común que un grupo tan numeroso finja una nacionalidad que no le corresponde, en los últimos años se ha visto cómo algunas nacionalidades concretas han encontrado en los aeropuertos españoles una vía para llegar a Europa de forma segura y no jugarse la vida en una patera o en los fondos de un camión. Los casos más recientes han sido los de los vietnamitas, que la Policía investigó para acabar con la red que les facilitaba el viaje para explotarles después, o los palestinos.
Lo que suele ocurrir es que en cuanto estos grupos alcanzan cifras más gruesas disparan las alarmas y las autoridades reaccionan. La respuesta más habitual de España ha sido bloquear las llegadas imponiendo a esas nacionalidades un visado de tránsito, y vetar así hasta su escala en la zona internacional de los aeropuertos españoles. Así se hizo con los sirios en 2022, con los palestinos en 2019 o con los yemeníes en 2020, sin que haya prevalecido la situación crítica de sus países. Y esto es exactamente lo que Frontex prevé que ocurra. “El abuso continuará hasta que España introduzca la obligación de visado de tránsito para los ciudadanos keniatas o consiga llegar a un acuerdo con las compañías aéreas para que identifiquen los perfiles de los posibles inmigrantes”, dice su informe. CEAR lleva años criticando estas imposiciones de visado porque “dificultan aún más las vías de llegada legales y seguras para colectivos que son merecedor de protección internacional y que así reconoce el Gobierno español”.
Los datos de Frontex sugieren que este movimiento viene produciéndose desde el año pasado. En todo 2022, según la agencia, otros 360 supuestos kenianos aterrizaron en Barajas pidiendo asilo. La Oficina de Asilo, sin embargo, solo registró como kenianos a cuatro solicitantes de asilo. En 2021 fue apenas una.
Somalíes y kenianos comparten una frontera permeable de más de 600 kilómetros y, en ocasiones, la misma etnia. Confundir la identidad de unos y otros ha servido a muchos para encontrar una oportunidad de salir del conflicto o la miseria. En 2019, la CNN publicó una investigación bajo el título ¿Cómo se instalaron falsos refugiados de Kenia en Estados Unidos y Europa? El reportaje cuenta que desde la década de los 90, “decenas de miles” de kenianos han fingido ser somalíes para poder entrar en los campos de refugiados que alberga su país y optar así no solo a una asistencia básica con alimentos, sanidad y educación, sino a la posibilidad de ser reubicado en Canadá, Estados Unidos y Europa. “A menudo, estos kenianos eran de una etnia similar a la de las personas que cruzaban la frontera. A veces estaban igualmente desesperados por recibir ayuda, muchos llegaban en tiempos de sequía y hambre en el norte de Kenia”, contaba a la CNN el diputado Mohamed Dahiye.