Sánchez usa la moción de censura para dibujar ante la izquierda cómo sería un Gobierno PP-Vox
El cruce parlamentario se convierte rápidamente en un ensayo del debate para las elecciones generales. Yolanda Díaz reivindica la coalición y alaba al presidente y a varios ministros del PSOE
Una moción de censura en pleno año electoral no podía ser otra cosa que una previa de la campaña, esta vez con algunos ribetes de esperpento nacional. En La Moncloa tenían claro que querían aprovechar la oportunidad brindada por la iniciativa de Vox, la segunda que plantea, y es exactamente lo que hizo Pedro Sánchez: convertir un pleno contra él en una gran ...
Una moción de censura en pleno año electoral no podía ser otra cosa que una previa de la campaña, esta vez con algunos ribetes de esperpento nacional. En La Moncloa tenían claro que querían aprovechar la oportunidad brindada por la iniciativa de Vox, la segunda que plantea, y es exactamente lo que hizo Pedro Sánchez: convertir un pleno contra él en una gran oportunidad política para intentar visualizar cómo sería un Gobierno del PP con Vox, la única alternativa real a la actual coalición progresista, según todas las encuestas.
Ese es el campo de juego que busca el presidente, y por eso trata de forzar al PP a definirse sobre esa alianza con Vox, que ya se ha puesto en marcha en Castilla y León. Sánchez intenta llevar a Alberto Núñez Feijóo a ese delicado escenario para confrontar la posición del PP con otros grandes partidos conservadores europeos, en especial en Francia y Alemania, que mantienen el llamado cordón sanitario a la extrema derecha. Pero el líder del PP huye de ese marco, hasta el punto de que ni siquiera se acercó por el Congreso mientras sí lo hacían personas cercanas a Vox como el escritor Fernando Sánchez Dragó o el empresario Luis Del Rivero.
Sánchez golpeó con dureza dialéctica a Santiago Abascal, el líder de Vox, su verdadero rival este martes, mientras Ramón Tamames parecía más bien un invitado a una guerra que no era la suya. Y a veces incluso con pocas ganas de participar, tanto que hizo unas réplicas mínimas a Sánchez y Yolanda Díaz, pese a que tenía tiempo ilimitado, y evitó contestar a todos los demás grupos, algo insólito. Pero mientras atacaba a Abascal, el presidente estaba en realidad buscando a Alberto Núñez Feijóo, que con toda la intención decidió ausentarse del hemiciclo para evitar esa imagen. “Estos que mañana se van a abstener son tan responsables como usted, señor Abascal”, planteó Sánchez desde el primer momento, mientras Feijóo, casi como en un guiño cómico con la idea de hacerse el sueco, estaba en una reunión en la embajada de este país nórdico como si nada fuera con él.
La tesis del presidente del Gobierno es que el PP se va a acercando a Vox, desde el no a la moción de censura de hace dos años con Pablo Casado a la abstención de ahora con Feijóo, para llegar finalmente a meter a la ultraderecha en el Gobierno si ambos suman mayoría para gobernar. “Con ustedes, el PP va a hacer algo muy de la casa, un pago en diferido”, dijo para recordar el sueldo que le seguían pagando al tesorero del PP, Luis Bárcenas, aún años después de estallar el escándalo del caso Gürtel, la gran trama de corrupción vinculada al PP.
“Más pronto que tarde, la ultraderecha vendrá a exigirles ese pago en diferido. Cuando llegue ese momento acuérdense de este debate”, lanzó Sánchez a una bancada del PP sin la presencia de su líder y visiblemente incómoda con una moción que rápidamente se ha volcado contra ellos, como la anterior en 2020. El mensaje no era para el PP, sino para la izquierda: si no se moviliza, Vox entrará al Gobierno, señalan en La Moncloa.
Abascal también dejó muy claro que el objetivo de la moción es censurar a Sánchez, pero su verdadero rival es el PP, con el que se disputa el espacio de la derecha. “Lamento no poder dirigirme al autoproclamado líder de la oposición, porque para ser líder de la oposición tendría que estar aquí y oponerse de vez en cuando a algo”, ha sentenciado Abascal también con dardos para Feijóo. En los primeros compases de su discurso, el líder de Vox también ha ofrecido al PP hacer “borrón y cuenta nueva para gobernar juntos”.
Tamames, claramente molesto porque el cruce entre el líder de Vox y Sánchez se extendía y no le tocaba a él, no aplaudió en ningún momento a su proponente. El profesor se volvió contra Vox en varias ocasiones, y llegó a decir que “el 80% de los militantes de Vox reconocen la verdad del calentamiento global”, ante la mirada atónica de los diputados de la extrema derecha.
Blanquear a Vox
Sánchez parecía disfrutar con su ilimitada réplica y Tamames se desesperaba: ”no puede venir aquí con un tocho”, le espetó antes de que la presidenta, Meritxell Batet, le retirara la palabra. El presidente vio con claridad que esta moción podía ser una oportunidad para su Gobierno y la aprovechó hasta el agotamiento. “Ha hablado usted una hora y cuarenta minutos, señor Sánchez. En este tiempo Asimov explicó el imperio romano. Tienen ustedes que cambiar el reglamento y poner tiempos”, se burló Tamames.
La coalición salió reforzada en un debate pensado en teoría para disolverla. Y eso se vio en dos imágenes rotundas. Todos los ministros y diputados que apoyan al Gobierno, también los de Podemos, puestos en pie, aplaudieron a Sánchez un largo rato. Y después hicieron lo mismo en bloque con Yolanda Díaz. La vicepresidenta fue especialmente vehemente en la defensa de la coalición. Incluso alabó en varias ocasiones tanto a Sánchez por su batalla política para lograr los fondos europeos como a la propia Nadia Calviño, con la que ha tenido duros choques internos. Y luego lo hizo uno a uno con casi todos los ministros, desde los de Podemos a los del PSOE. El mensaje político de Díaz era muy claro, hacia afuera y hacia adentro: ella cree que la mejor campaña posible para el espacio a la izquierda del PSOE que está reconfigurando alrededor de Sumar es una defensa cerrada de la coalición y de la gestión del Gobierno, frente a un Podemos que apuesta por el choque con los socialistas para diferenciarse y reforzar su perfil propio.
“Los ERTE salvaron a 3,6 millones de trabajadores y 550.000 empresas. Apoyaron a uno de cada dos autónomos. En la crisis anterior cayeron 550.000 autónomos. Esto es lo que nos hizo diferentes. Con el PP tardamos 10 años en salir de la crisis anterior. Gobernamos humildemente mejor. Calviño acierta con su rigor. Tenemos record de exportaciones. Estamos a la cabeza de la ejecución de fondos europeos. Quiero reivindicar el papel de Sánchez en esa negociación. El PP con la deuda pública salvó a los bancos, el Gobierno progresista salva a los trabajadores”, remató Díaz. Tamames vio la jugada y dijo que Díaz había usado su discurso como forma de presentación de su espacio, “que creo que se llama Sumar”. Pero no le rebatió casi nada.
En contraste, la portavoz de Podemos, Lucía Muñoz, que también atacó con dureza a Vox, lejos de las alabanzas de Díaz a sus socios, atacó al PSOE y le exigió que pase de las palabras a los hechos aprobando la ley de vivienda o la de familias, y le reprochó que se apoye en el PP para reformar la ley del sólo sí es sí, pero no llegó ni de lejos a la dureza que aplicó hace dos semanas en esa misma tribuna. La moción fue así un bálsamo para la coalición.
La historia reciente de España también tuvo su espacio, como no podía ser de otra manera con Tamames en la sala. El que fuera dirigente comunista en la clandestinidad llegó a decir que “la guerra civil empezó en 1934, se cometieron atrocidades en los dos bandos, y la república no fue tan angelical como se ha dicho” y ahí logró un aplauso cerrado de los diputados de Vox, porque este es el centro de la tesis histórica que defiende la ultraderecha española. Díaz se mostró desolada de que alguien que estuvo en el PCE, uno de los partidos clave del pacto constitucional, se convierta ahora en el candidato de Vox. Sánchez intentó hacer ver a Tamames, encarcelado en 1956 por Franco, que había cometido el mayor error de una vida política llena de giros: “Señor Tamames, piénselo, quienes impulsan su moción hoy son los sucesores de Blas Piñar”. El profesor sostuvo para defenderse que ya nadie se acuerda de Blas Piñar -un político ultraderechista que logró un escaño en 1979 con Fuerza Nueva- pero varios diputados le desmintieron después. Durante unas horas, la historia reciente de España volvió al Congreso en forma de sainete, pero esta vez no salió muy bien parada.