La pugna por el feminismo desangra a la coalición de gobierno

El PSOE interviene las políticas de igualdad en pleno 8-M, con Calviño presentando una ley de paridad y el grupo socialista enmendando la norma de Irene Montero en medio del debate interno más duro

Irene Montero y Yolanda Díaz, este martes en el Congreso. Foto: CLAUDIO ÁLVAREZ | Vídeo: EPV
Madrid -

Han pasado tantas cosas desde entonces que casi nadie se acuerda, pero los protagonistas no lo han olvidado. La primera negociación fallida del PSOE y Unidas Podemos para una coalición, que llevó a la repetición electoral, se rompió por dos cosas: el ministerio de Trabajo, que los socialistas no querían ceder, y el de Igualdad, que entonces tenía Carmen Calvo, la principal negociadora de Pedro Sánchez. Ella se resistió durante horas, intervino María Jesús Montero, apareció Alberto Garzón, y f...

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Han pasado tantas cosas desde entonces que casi nadie se acuerda, pero los protagonistas no lo han olvidado. La primera negociación fallida del PSOE y Unidas Podemos para una coalición, que llevó a la repetición electoral, se rompió por dos cosas: el ministerio de Trabajo, que los socialistas no querían ceder, y el de Igualdad, que entonces tenía Carmen Calvo, la principal negociadora de Pedro Sánchez. Ella se resistió durante horas, intervino María Jesús Montero, apareció Alberto Garzón, y finalmente, cuando ya todo estaba muy al límite, Calvo escribió un wasap a Pablo Echenique: “¿Igualdad tampoco os vale?”. La negociación ya se había roto. Ese sería el último mensaje.

Desde entonces, Igualdad ―y en especial la ley del solo sí es sí― ha estado en el centro de los peores momentos de la coalición. Y ahora ha llegado a la tormenta perfecta: el PSOE, harto de que la negociación para reformar la ley no avanzara entre Justicia e Igualdad, decidió el martes a efectos políticos, aunque no formalmente, intervenir las competencias del Ministerio de Igualdad, en manos de Irene Montero. Y lo ha hecho en plena previa del 8-M.

En el mismo día, Montero vio cómo una ley de paridad en la que no ha tenido ninguna participación era presentada por Félix Bolaños ante el Consejo de Ministros y ante la sociedad, en la rueda de prensa, por Nadia Calviño, la vicepresidenta primera. Y cómo los socialistas iniciaban el trámite para rectificar su ley estrella con su voto en contra. En la reunión del gabinete, según varios de los presentes, no se expresaron ninguna de las discrepancias que están desangrando la coalición. Todo se hace fuera. Dentro del Consejo de Ministros no hay prácticamente discusión política. De hecho, pese a ser claramente una ley que la afecta, la que obliga a la paridad en el Gobierno y en las empresas cotizadas, Irene Montero no dijo una palabra de la norma que presentó Bolaños sin que Igualdad haya influido de ninguna manera. Varias preguntas en la rueda de prensa apuntaban a esta llamativa ausencia de Montero en la mesa, pero la portavoz, Isabel Rodríguez, las esquivó: “Tenemos muchas mujeres en este Gobierno, además de una buena ministra de Igualdad: tenemos tres vicepresidentas”, sonreía, mientras miraba a Calviño, la mujer con más poder del Ejecutivo.

El mensaje era muy claro: ante la cerrazón de Podemos, según la visión del PSOE, los socialistas, como grupo grande, han decidido intervenir políticamente y dar la batalla para no perder la conexión con el feminismo y resolver el enorme problema que ha generado la ley del solo sí es sí con más de 700 rebajas de penas. “Podemos se está quedando en un lugar muy pequeño, le está hablando a un público muy minoritario. La enorme mayoría de la sociedad quiere cambiar esta ley”, insisten en La Moncloa, convencidos de que se ha intentado todo en la negociación para llegar con la reforma pactada y ha sido imposible por la cerrazón de Irene Montero. En Podemos creen que ha sido al revés, que la inflexibilidad de Pilar Llop, ministra de Justicia, ha impedido un acuerdo que veían factible. La imagen de Irene Montero con su inseparable Ione Belarra en la soledad del banco azul el martes durante el debate de la toma en consideración de la reforma del PSOE sobre la ley del solo sí es sí, aguantando el chaparrón de críticas a su ley y al fracaso negociador, era muy elocuente. La imagen de una jornada que marca una herida muy profunda en la coalición. Tal vez, la más grave de todas las que ha sufrido en estos tres años y dos meses, porque denota algo más que un enfrentamiento político, también una distancia emocional distinta a las vividas hasta ahora.

La pregunta que recorría los pasillos del Congreso era evidente y repetida: ¿es sostenible esto? ¿Se puede seguir como si nada después de un pleno en el que el PSOE y Unidas Podemos han destripado en público sus miserias y se han dicho de todo frente al regocijo de la bancada de la derecha, que parecía estar vislumbrando el principio del fin de la coalición? Todos parecían muy enfadados. El PSOE, con la intervención de Podemos: ”Impresentable”, llegó a decir el portavoz, Patxi López. Y Podemos, con la decisión de los socialistas de sacar adelante la reforma con el PP: ”Ellos nos han metido en esto, que lo arreglen ellos”, clamaban los representantes de Podemos. El portavoz parlamentario de los socialistas consideraba por la noche en una entrevista en la Cadena SER que la líder de UP en el Ejecutivo de coalición debería haber tenido más iniciativa. “Me parece que Yolanda Díaz tendría que haber tenido una posición más proactiva, no basta con decir ‘que llegen a un acuerdo’. Pero haz algo. Pon una propuesta encima de la mesa para ver cómo podemos acordar y acercar posiciones, porque vuelvo a repetir la única propuesta que ha habido encima de la mesa ha sido la del partido socialista, la única”, manifestó López.

Pero, tras el cabreo, llega el análisis. Y ahí, visto con calma, ninguno de los consultados cree realmente que haya un riesgo de ruptura definitiva. “Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”, resumió la portavoz, Isabel Rodríguez. El núcleo duro de Sánchez lo tiene claro: romper la coalición sería darle la razón a la derecha e imposibilitaría el corazón de la estrategia electoral del presidente, que consiste en reivindicar la gestión de coalición y todo lo que se ha hecho con casi 200 reformas. Decenas de miles de millones de dinero público invertidos para proteger a la clase media trabajadora y a muchas empresas, sobre todo las de tamaño más pequeño, para lograr una salida de la crisis completamente diferente a la anterior: con más empleo que nunca y una recuperación mucho más fuerte de la esperada.

Podemos tampoco parece interesado en romper, porque su apuesta por el Gobierno de coalición es estratégica —tanto, que estuvieron dispuestos a asumir el riesgo de una repetición electoral para lograrla—. Y mucho menos el resto de Unidas Podemos, con Yolanda Díaz a la cabeza, que en cada oportunidad que puede habla de “cuidar la coalición” y lidera un proyecto no en vano llamado Sumar. ¿Entonces? ¿Cómo se sigue? Pues, según coinciden varios dirigentes, asumiendo el golpe, concentrándose cada uno en su campaña electoral, y mirándose cada vez menos los unos a los otros. Con una convivencia forzada por el bien superior, que es el de seguir haciendo reformas —queda pendiente la ley de vivienda— y reivindicar lo que se ha hecho hasta ahora como la mejor manera de pedir a los ciudadanos que apuesten por la reelección del Ejecutivo frente a la otra coalición, la del PP y Vox.

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