Diario de una mujer colombiana que perdió su bebé buscando refugio en España
El relato en primera persona de Jenifer, que huyó de la violencia en su país, refleja el drama cuando falla el mecanismo de acogida
Este es el viaje de una mujer embarazada de cuatro meses y su novio que huyen de un grupo paramilitar de Colombia; un recorrido que pasa por un baño de un McDonald’s de Madrid en el que ella se da cuenta de que va a perder a su bebé y sigue en un colchón en el suelo de una parroquia.
Entre medias, noches enteras caminando sin rumbo bajo cero, madrugadas a la caza de un empleo precario —cargando cajas por un euro o aplaudiendo en un plató de televisión por ocho— y ni un solo apoyo institucional. Son refugiados, dos ...
Este es el viaje de una mujer embarazada de cuatro meses y su novio que huyen de un grupo paramilitar de Colombia; un recorrido que pasa por un baño de un McDonald’s de Madrid en el que ella se da cuenta de que va a perder a su bebé y sigue en un colchón en el suelo de una parroquia.
Entre medias, noches enteras caminando sin rumbo bajo cero, madrugadas a la caza de un empleo precario —cargando cajas por un euro o aplaudiendo en un plató de televisión por ocho— y ni un solo apoyo institucional. Son refugiados, dos personas vulnerables, sin techo, pero el sistema les falló.
Para superar el duelo del aborto que sufrió, sola y en un país desconocido, Jenifer, un auxiliar de enfermería de 38 años, empezó a escribir un diario. Apenas completó dos páginas, que son en realidad el diario de viaje de Luciana, la niña que ella y Jean Carlo perdieron. “No entiendo por qué corres mamá, de quién nos escondemos”, escribió. “Mamá, papá, no lloréis más”, siguió. Y la despedida: “Lo siento, no puedo continuar, hace frío y duele, pero tengo que irme para que todo esté bien. Por siempre seré tu pequeña”.
La madre, aún asimilando lo que ha pasado, ha contado su historia a EL PAÍS para que la reconstruya. Esta es la crónica de 65 días de angustia en España que aún están lejos de acabar.
El aborto. 27 de enero de 2023. Hoy no hemos comido, ni siquiera teníamos las galletas María. Estoy muy cansada, es el segundo día que pasamos arrastrando las maletas de arriba a abajo porque si nos quedábamos quietos nos atrofiábamos de frío. Fuimos a la estación de Atocha a descansar, pero los cólicos me dieron más fuerte. En realidad sentía como contracciones. Necesitaba un baño urgente, pero todos eran para clientes o había que pagar y no teníamos dinero. Me dolía mucho. Llamé al 112, les conté que éramos una pareja colombiana sin lugar donde dormir y embarazados, me dijeron que el Samur Social me devolvería la llamada. No podía más, tomamos el metro hasta Príncipe Pío para entrar en el baño del McDonald’s. 2712A. Me había aprendido la contraseña. Me puse una toalla porque estaba sangrando mucho. No le dije nada a Jean Carlo porque no quería preocuparle. Yo me intentaba convencer de que no era nada, pero… había mucha sangre. Recibí una llamada que no pude responder, debía ser el Samur, pero no volvieron a llamar.
Salimos hacia la iglesia San Carlos Borromeo porque habíamos leído que se haría allí una protesta para reclamar citas para poder pedir el asilo que buscábamos. Fue la primera vez en un mes que oímos un ‘no se preocupen, les vamos a ayudar’. Volví a sentir una contracción fuerte. Expulsé el feto en el baño de la parroquia. Llamaron a una ambulancia.
La huida. 20 de julio de 2022. Nos han confirmado que estamos en la lista de objetivos de las Águilas Negras. Es un grupo paramilitar que actúa en Bogotá, están molestos con mi trabajo como voluntaria con mujeres trans. En la clínica donde trabajo las cuidamos, las animamos a tomar precauciones y las formábamos para que saliesen de la prostitución, pero empezamos a tener problemas con las personas que hacían negocio con ellas.
El atentado. 23 de julio de 2022. Jean Carlo no llega, me había dicho que iba a descansar en casa y que luego vendría a buscarme. Su padre acaba de llamar para decirme que había tenido un accidente con la moto. No fue un accidente, le habían pegado dos tiros y se estrelló contra un camión. Estuvo 20 minutos haciéndose el muerto por si acaso. Le pusieron nueve tornillos en la pierna.
El encierro. 19 de noviembre de 2022. Llevamos sin salir de casa desde julio. No podemos seguir así, sin trabajar, sin ver a nuestros hijos. Mi hija, de 20 años, ha dado a luz y ni siquiera he salido a conocer a mi nieto. Hemos pensado en cambiarnos de barrio, pero nos van a encontrar. También en irnos a otro país de América Latina, pero la situación de seguridad es parecida a la nuestra. Tenemos que irnos.
El primer vuelo de avión. 26 de diciembre de 2022. Hemos malvendido la moto, hemos cobrado la liquidación del trabajo y la indemnización por el accidente de Jean Carlo… Todo suma 900 euros. Es poco, pero nos dará para comenzar. Mis dos hijas vinieron al aeropuerto para despedirse de mí, pero los de Jean Carlo, no. Son demasiado chiquitos para dejarles ese trauma. Lloramos bastante. Es dejar la vida de uno, los proyectos que uno tiene, todo lo que planea, nuestros hijos, uno los deja así, botados. Es muy difícil, pero si nos íbamos también los exponíamos a ellos. Era mi primera vez en un avión. Pasé el vuelo vomitando y con náuseas porque había muchas turbulencias.
Nos echan. 8 de enero de 2023. Los cuatro primeros días los pasamos en un hostal en el centro de Madrid. Después, una pareja nos acogió en su casa en Seseña. Nos cobró 500 euros por un mes, pero nos han echado a los nueve días. Nos vamos a otra casa de un matrimonio de colombianos con dos hijos. Parecen simpáticos, podemos quedarnos con ellos hasta el 1 de febrero por 200 euros.
Pimpón entre administraciones. 16 de enero de 2022. Desde el 7 de enero hemos ido a muchos sitios a buscar ayuda, pero nadie nos ha facilitado nada. En Cruz Roja nos mandaron al Samur Social, del Ayuntamiento de Madrid, porque no podían ayudarnos hasta que no tuviéramos una cita para solicitar el asilo. El problema es que no hay citas disponibles. En el Samur Social no tenían plaza para nosotros y nos volvieron a mandar a Cruz Roja. También fuimos a iglesias, oficinas de empleo, de servicios sociales, pero nada. Nos llegaron a decir que volviésemos a Colombia. Está siendo un encontrón de sentimientos. Si lloro, Jean Carlo se siente mal y se pone él a llorar, así que intento no llorar, aunque no me deja de doler.
A la caza del trabajo precario. 25 de enero de 2023. En este casa la orden es salir muy pronto y no volver hasta la noche. Nos estamos levantando a las cinco de la mañana y a las seis y media ya estamos fuera con un paquete de galletas María. Hemos ido a Mercamadrid a la una de la mañana para ver si podíamos descargar camiones, pero estaba todo cerrado. Otro día fuimos a una ferretería muy grande y Jean Carlo estuvo cargando cajas desde las 6.00 hasta las 14.00, pero le pagaron solo un euro. Otro día estuvimos en la Plaza Elíptica, donde van las furgonetas para llevarse a gente para trabajar en la construcción. A Jean Carlo le ofrecieron subirse en un camión para recoger escombros, pero cuando el conductor le vio cojear le dijo que se fuese, que no iba a arriesgar. Otro día fuimos a la Puerta del Sol a vender empanadas. Estábamos animados con esa idea. Llegamos con 20, aunque acabamos comiéndonos una entre los dos, teníamos mucha hambre. Estuvimos desde las 20.00 hasta las 7.00, pero no vendimos nada. Los mejores clientes son los relaciones públicas que trabajan en los bares de la zona, pero todos compraron a una señora que vendía también café y chocolate caliente. Nosotros no teníamos cómo ofrecer todo eso. Hoy sí hemos ganado ocho euros cada uno porque conseguimos un contacto que nos llevó a aplaudir a un programa de televisión. Nos devolvieron al punto de encuentro a las dos de la mañana y volvimos caminando a casa, pero como no podíamos timbrar pasamos la noche esperan que se hiciese de día en el portal.
Nos echan otra vez. 26 de enero de 2023. El matrimonio de colombianos nos echa de su sala, dicen que viene un asistente social y que no podemos seguir ahí. Hemos pasado el día arrastrando la maleta, no queríamos estar quietos por si nos paraba la policía, que es lo que siempre nos decían los colombianos que nos iba a pasar. Esta primera noche la hemos pasado metidos debajo de un puente, pero hacía demasiado frío y teníamos miedo. Hemos entrado a un bar para podernos poner un doble pantalón y la chica, muy amable, nos ha dado un Cola-Cao.
Un mes. 27 de febrero de 2023. Hemos cumplido un mes de estar en la parroquia y de haber perdido la niña. Llevo todo el día llorando. Jean Carlo me dice que la deje ir, pero mi cuerpo sigue pasando por esos cambios físicos que me recuerdan todo el rato que perdimos una niña indefensa. Él también lo está pasando muy mal, perdió el único aliento que mantenía con esa actitud fuerte y sigue sin estar bien físicamente. Su autoestima ahora mismo está por el piso. Es algo que no se lo deseo a nadie. Esa acumulación de estrés, ese buscar, buscar y buscar y las noches enteras de caminata. Escuchar a la gente decirnos que éramos perezosos, ver que nadie entendía nuestras circunstancias. El 8 de febrero nos dieron, por fin, una cita para pedir asilo y estamos a la espera de que nos reciba la Cruz Roja. Ojalá no nos la cancelen, porque aunque estamos muy agradecidos a la parroquia, estamos agotados.