Juan Matute Guimón, muerte y resurrección de un joven jinete
Sufrió un derrame cerebral en 2020. Una cirugía ‘in extremis’ lo rescató cuando apenas había esperanzas. Su recuperación en menos de dos años ha sido vertiginosa. Ahora el deportista madrileño de 24 años sueña de nuevo con ser oro olímpico.
“Quiero compartir que se pueden superar las adversidades. Que se puede superar, por ejemplo, un derrame cerebral como el que tuve yo, aunque estuve desahuciado y me llegaron a dar la extremaunción, y que se puede volver a vivir. Que la luz siempre brilla al final del túnel”.
—¿Qué es la luz?
—La oportunidad de seguir aquí.
Ropa de montar, esbeltas botas de piel color burdeos, Juan Matute Guimón (Madrid, 24 años), un jinete lleno de futuro y con carisma, ...
“Quiero compartir que se pueden superar las adversidades. Que se puede superar, por ejemplo, un derrame cerebral como el que tuve yo, aunque estuve desahuciado y me llegaron a dar la extremaunción, y que se puede volver a vivir. Que la luz siempre brilla al final del túnel”.
—¿Qué es la luz?
—La oportunidad de seguir aquí.
Ropa de montar, esbeltas botas de piel color burdeos, Juan Matute Guimón (Madrid, 24 años), un jinete lleno de futuro y con carisma, 77.000 seguidores en Instagram, sonríe recordando que una vez estuvo aproximadamente muerto. Es una sonrisa de película estadounidense, de aquellas que muestran tantos dientes y cada uno en su sitio y se alinean con una visión providencialista de la existencia, y que puede tener que ver con los 10 años que pasó de niño y adolescente en Florida con su familia, si bien él se siente muy español. “Esta es mi patria”, dice en un centro hípico a las afueras de Madrid.
Allí se adiestra cada día siete horas a lomos de sus caballos para perfeccionarse como jinete de doma clásica, una de las tres disciplinas ecuestres de los Juegos Olímpicos junto al salto de obstáculos y el concurso completo. Lo entrena su padre, Juan Matute Azpitarte, tres veces olímpico en esta rama hípica, en la que los jinetes compiten con frac, camisa, corbata y guantes blancos, y donde se evalúa la armonía cinética del binomio, la pareja de caballo y jinete. Juan hijo compara la doma con el patinaje artístico o el ballet. El binomio realiza su ejercicio al ritmo de una música que debe tener onda, pero no agitar al caballo: “Lógicamente, el tecno no conviene”.
El 5 de mayo de 2020, en este mismo lugar, Matute, primer español campeón de Europa juvenil, estaba entrenando con su padre. Sintió que se mareaba. Se bajó del caballo, se sentó y se desvaneció. Un derrame cerebral fulminó al muchacho efusivo de 1,88 metros y 80 kilos. Un helicóptero lo llevó al Hospital La Paz. Lo operaron. Quedó en estado muy crítico, prácticamente sin esperanzas. Entonces les llegó a sus padres la noticia de que en la Fundación Jiménez Díaz podría intentarse otra operación. Pese a que un centro está a 12 kilómetros del otro, hubo que esperar dos días a que su presión intracraneal bajase a un nivel que le permitiese sobrevivir siquiera al traslado. El 9 de mayo lo sometieron a una cirugía endovascular por vía intravenosa para sellar la remota zona donde se había roto el aneurisma. Cuatro horas de operación a vida o muerte. Luego, 25 días en coma. El 3 de julio, dos meses después de lo ocurrido, de que en La Paz lo diesen por perdido y en la Jiménez Díaz un sacerdote llegase a darle el último sacramento, Matute recibió el alta con un peso de unos 55 kilos y una hemiparesia que le impedía mover el lado derecho del cuerpo.
—¡Y aquí estoy, en pie!
A los tres meses del derrame ya estaba subiéndose de nuevo a un caballo y la temporada pasada luchó por estar entre los cuatro binomios (tres titulares y uno suplente) que representarían a España en doma en Tokio 2021. Quedó quinto. Estuvo cerca, no lo logró. “Fue un palo muy duro”, recuerda. “Yo sueño con heredar el escudo olímpico de mi padre y ser oro en los Juegos”. En su casa han descosido el último escudo de España que llevó su padre en el frac, Juegos de Atlanta, de 1996, y lo tienen guardado “como una reliquia” a la espera de poder coserlo en el de Juan si un día se cumple su sueño.
“Bueno, mi padre debe de estar ya un poco mosqueado”, bromea Matute, que ya debería estar entrenando con su maestro. A su padre le llama “el jefe”. También se lo llama a Dios, aquel que cree que estuvo detrás de su milagro; el que, dice su fe, lleva las riendas de la vida y las de la muerte.