La alta resistencia olímpica de la maratoniana Daiana Ocampo
Después de ser madre, esta atleta argentina ganó el Campeonato Sudamericano de Maratón y el de Media Maratón, pero en 2023 la atropelló un coche cuando entrenaba. Después de cinco meses sin correr, ha logrado clasificarse para los Juegos Olímpicos de París.
Es martes, 11 de julio de 2023, y Daiana Ocampo (Pilar, Buenos Aires, 33 años), madre, maratonista, corre como cada día por la tarde 15 o 16 kilómetros. Hace frío pero hay sol y, en movimiento, el frío es un detalle en un cuadro enorme. Concentrada en la respiración, Ocampo piensa en los kilómetros que le faltan para llegar al colegio a buscar a su hija cuando, apenas después de poner un pie en la calle, descubre...
Es martes, 11 de julio de 2023, y Daiana Ocampo (Pilar, Buenos Aires, 33 años), madre, maratonista, corre como cada día por la tarde 15 o 16 kilómetros. Hace frío pero hay sol y, en movimiento, el frío es un detalle en un cuadro enorme. Concentrada en la respiración, Ocampo piensa en los kilómetros que le faltan para llegar al colegio a buscar a su hija cuando, apenas después de poner un pie en la calle, descubre el auto que viene hacia ella. Por un instante, piensa en el maratón de Valencia, en la posibilidad de clasificar para los Juegos Olímpicos de París. Es curioso, reflexionará después, cómo el tiempo que parece ser una línea regular por momentos se amplía, se ensancha, se llena de pliegues, detalles que hacen que uno pueda prestarle mayor atención a hechos que, a diferencia de otros, parecen suceder de un modo más lento. Es, se dirá luego, no una cualidad del tiempo sino del cerebro que intenta procesar esos segundos de forma que podamos entenderlos. Aunque ahora ve cómo el Chevrolet Prisma avanza hacia su cuerpo. No puede hacer nada salvo esperar el impacto, implorar que no se le rompa ningún hueso. Siente el golpe, el choque en el parabrisas, el ruido del vidrio al romperse, la caída hacia el asfalto, la dureza del suelo. Se incorpora rápido, mueve las piernas, los brazos y escucha al anciano que acaba de llevársela por delante, gritándole que es una inconsciente por cruzar así la calle. Luego, después de verificar que no tiene huesos quebrados, siente (en la rodilla, la cabeza, el hombro; al mismo tiempo) las consecuencias del golpe, y cae en la vereda.
Le dirá el médico: edema óseo. Durante cinco meses no podrá correr. En noviembre sabrá que deberá descartar el maratón de Valencia. Empezará a trotar de vuelta, otra vez, en diciembre. Tendrá sólo tres meses para prepararse para el maratón de Sevilla.
Durante la adolescencia, Ocampo jugó de delantera en el Club Atlético Fénix, de Pilar. A los 18 años tuvo que trabajar, así que dejó el fútbol. Atendía en comercios, pero quería seguir entrenándose. Empezó a correr. Desde su casa hasta un puente: ocho kilómetros. Una vez por semana. Luego, dos. A veces, tres. A los 21 años, se enteró de una carrera de 10. Y fue. Al terminar, le dijeron que había sido la primera mujer en llegar a la meta. A las pocas semanas conoció a su entrenador, Hugo Bressani, y se dio cuenta: con las carreras podía ganar plata. Buscaba las que tenían premios en efectivo para pagar el alquiler o en las que daban un par de zapatillas. Corría dos o tres por mes.
A los 23 años, cuando quedó embarazada, sintió una felicidad inmensa pero pensó que no iba a poder sostener el ritmo. Dos meses después de parir volvió a entrenarse. Al principio fue frustrante: tenía molestias, no se sentía ágil. Luego, se dio cuenta de que todas sus marcas mejoraban. Cree que tiene que ver con la organización del tiempo pero, sobre todo, con un cambio hormonal y fisiológico. En 2021, bajo una tormenta atroz que anegó varias calles, ganó la maratón de La Pampa; a 127 segundos de la marca para los Juegos Olímpicos de Tokio. Se prometió: clasificaría a los siguientes.
En ese momento, tres meses le parecía muy poco tiempo. Sin embargo, dice ahora a un costado de la pista del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), a veces las pausas limpian la mente. A pesar de que en esos tres meses no pisó la calle, hizo gimnasia, nadó, no dejó de pedalear ningún día. Acumuló ganas de correr. En febrero de este año volvió en Sevilla, rompió su marca personal, pero quedó a 26 segundos de los Juegos Olímpicos. Y a pesar de que sugieren esperar de tres a cuatro meses para intentar otra maratón, sabía que era su última oportunidad (“ir a Hamburgo o preguntarme toda mi vida qué hubiera pasado si no lo hacía”). Ocho semanas después viajó a competir en Alemania. Salió séptima y, con un tiempo de 2 horas 26 minutos 24 segundos, consiguió la clasificación a París.