¿Qué es la transformación azul y cómo ayuda a comer pescado de forma sostenible?
Obtener alimentos de calidad en mares y ríos a la vez que se respetan los recursos naturales es el objetivo de la acuicultura, una práctica al alza de la que España es líder en la Unión Europea.
Cuando pensamos en fuentes de alimentos, habitualmente miramos hacia la tierra. La agricultura y la ganadería son, en efecto, unas de las principales maneras de generar productos para el consumo, pero quizás nos olvidamos de un detalle: el 70% de la superficie terrestre está cubierta por agua. Según Naciones Unidas, entre el 50% y el 80% de los organismos del planeta viven en mares y ríos. Por esa razón, desde el comienzo de los tiempos las especies acuáticas han sido fuente de sustento para la especie humana. Sin embargo, y pese a esa vasta riqueza que ofrece, la vida marina es un recurso finito. A medida que la población global sigue creciendo, la manera en la que se emplean sus recursos naturales va adquiriendo cada vez más importancia. No en vano, la previsión para el año 2050 es que se alcancen los 9.700 millones de personas en todo el planeta. La pregunta clave, por tanto, es cómo gestionar mejor nuestros recursos.
En lo relativo a los mares y ríos como fuente de alimentos, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) lanza una advertencia: las reservas de peces en niveles biológicamente sostenibles descendieron de un 90% en 1974 a un 65,8% en 2017. Esta situación obliga a buscar nuevas maneras de relacionarnos con las fuentes de alimentos que nos proporcionan los mares y ríos. Para hacer frente a este reto, una práctica milenaria ha ido evolucionando en las últimas décadas hasta conseguir nuevas cotas de sofisticación y eficiencia. Hablamos de la acuicultura y de lo que se ha denominado transformación azul.
Una actividad en auge
Las raíces de la acuicultura se remontan a milenios atrás. Todavía se encuentran vestigios del imperio romano que nos muestran cómo entonces ya se utilizaban unas piscinas junto a los mares y ríos para criar peces cerca de su entorno natural en condiciones controladas. Desde entonces, y más concretamente en las últimas décadas, esa práctica se ha extendido a la vez que se ha ido desarrollando, hasta llegar a ser una alternativa cada vez más eficiente para generar alimento. La producción de especies acuáticas para el consumo creció un 60% en 2020 con respecto a 1990. Si tenemos en cuenta que anualmente se consume una media de 20,2 kilos por persona de estas especies, y que constituyen un 17% de la proteína de origen animal que se consume en el mundo, cifra que se eleva a más del 50% en varios países de Asia y África, la importancia de generar alimentos de manera sostenible se pone en contexto.
La acuicultura y su capacidad para obtener alimento de manera sostenible está en el centro de la transformación azul, el término con el que la FAO denomina a aquellas prácticas encaminadas al aprovechamiento sostenible e integral de los sistemas acuáticos. Y esta práctica es una de las principales para conseguir esa mejor gestión de nuestros recursos gracias al cultivo en entornos controlados.
España, líder en acuicultura
La acuicultura, en un país como España con casi 8.000 kilómetros de costa y 39.000 de ríos, ha ido creciendo y evolucionando en los últimos años hasta convertirse en un sector consolidado Así, en 2022 nuestro país se colocó a la cabeza de la Unión Europea, con el 27% del total de la producción acuícola, lo que se traduce en una cosecha de más de 300.000 toneladas anuales.
De la misma forma, el cultivo de especies de acuicultura española es también uno de los más variados. Frente a otros modelos que se centran en unas variedades en concreto, en nuestro país la diversificación permite que lleguen al mercado especies muy distintas, tanto de agua marina como de agua dulce. Lubinas, doradas, corvinas, lenguados, rodaballos o truchas son algunas de estas variedades, sin olvidar a otras como el mejillón, con una amplia tradición en las costas del norte. Esta actividad, además, se ha convertido en un potente motor económico, que genera 12.000 empleos directos y más de 31.000 indirectos.