‘Noruega’... aquella Valencia noctámbula y canalla
La novela de Rafa Lahuerta sobre la ciudad en los ochenta y noventa se convierte en un pequeño fenómeno editorial.
Me ha pasado la vida activando ficciones”, dice Albert Sanchis en Noruega, novela que protagoniza: un libro que recupera un paisaje urbano y emocional del que hoy apenas queda rastro, pero que definió a la Valencia de los años ochenta y noventa. Publicada por una pequeña editorial y escrita en valenciano, Noruega ha consumado su éxito gracias al boca a boca. Más de 12.000 ejemplares vendidos en menos de un año han llamado la atención sobre su autor, ...
Me ha pasado la vida activando ficciones”, dice Albert Sanchis en Noruega, novela que protagoniza: un libro que recupera un paisaje urbano y emocional del que hoy apenas queda rastro, pero que definió a la Valencia de los años ochenta y noventa. Publicada por una pequeña editorial y escrita en valenciano, Noruega ha consumado su éxito gracias al boca a boca. Más de 12.000 ejemplares vendidos en menos de un año han llamado la atención sobre su autor, Rafa Lahuerta. Sanchis, el antihéroe de la novela, solamente se parece a su creador en que ambos han pasado media vida generando ficciones. La de Lahuerta comenzó hace más de 25 años. Hijo de horneros, se vio incapaz de continuar con la tradición familiar. Prendió con más fuerza la pasión por el fútbol que le transmitió su padre y a la que él añadió un toque intelectual. Entonces Lahuerta llevaba a los partidos del Valencia pancartas hechas con citas de Onetti, Borges, Ausiàs March o Ferran Torrent.
El libro va a ser publicado en castellano. La pasada Feria del Libro de Valencia lo posicionó como el autor más vendido. “Un señor me dijo que, si seguíamos hablando de la novela, se iba a poner a llorar, y yo le contesté: ‘Pues démonos un abrazo y lloremos juntos”, comenta. Y se dispone a regresar a su “rutina amable”: su empleo en una papelería, sus almuerzos solitarios en una casa de comidas, las tardes de lectura y escritura a bordo de una bicicleta estática. “Mis textos nacen de la pereza que me da hacer ejercicio”, explica.
Se tiene a sí mismo como un observador. Ejerce como tal desde que, con 20 años, comenzó a frecuentar los bares nocturnos por su cuenta, en solitario. Se sentaba en la barra, lo más cerca posible de los parroquianos más estrafalarios, pedía una bebida y anotaba en un cuaderno lo que sucedía alrededor. Al final, lo hizo: contar la historia nocturna de una ciudad.