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Glasgow, un paseo por la vibrante ciudad de Mackintosh

Edificios victorianos y modernistas, museos, arte urbano y ‘pubs’ que no hay que perderse en una visita a la urbe escocesa

En Escocia, la fama entre la mayoría de los turistas se la lleva Edimburgo, pero la mayor ciudad escocesa es Glasgow, que ha pasado en las últimas décadas de ser una urbe gris e industrial a convertirse en una de las más interesantes de Gran Bretaña. Sus edificios victorianos ―legado de un próspero pasado industrial y comercial― le dan un aire serio, pero nada más lejos de la realidad: es una ciudad universitaria, sus calles están llenas de gente joven, de bares, de míticos locales nocturnos y restaurantes, y es la ciudad con más locales de música en directo de todo el Reino Unido. Además, es un referente incuestionable del arte urbano y a los muchos museos y galerías se suman también interesantes muestras de patrimonio industrial.

Pero si de algo presume Glasgow es de uno de sus hijos predilectos, Charles Rennie Mackintosh, arquitecto y diseñador, uno de los más destacados representantes del movimiento Arts & Crafts y el más destacado del art nouveau en Escocia. Incluso los que nunca han escuchado hablar de él han visto alguna vez sus famosos motivos florales abstractos que han inspirado todo tipo de objetos, colecciones de moda e incluso películas. Glasgow se puede ver con otra mirada solo con seguir las huellas de este genial artista polifacético por la ciudad.

Por el centro: grandes museos y colecciones

Algunos llegan a Glasgow por primera vez con pocas expectativas, pero pronto cambian de opinión. Nada más salir de la estación central, te ves envuelto en el ajetreo típico y el intenso tráfico de una gran ciudad, con una mezcla de arquitectura moderna y victoriana como telón de fondo. Para entender este lugar hay que remontarse al siglo XVIII y también a la época victoriana, cuando se hizo rico gracias al comercio, sobre todo de tabaco y también, no se puede obviar, de esclavos. Con el enriquecimiento vino también la moda del coleccionismo, que se convirtió en una afición muy popular entre los ricos de entonces, lo que explica que el legado arquitectónico de la época venga acompañado de unos magníficos museos.

Más información en la nueva guía Lonely Planet de Glasgow de cerca y en la web lonelyplanet.es.


Está, por ejemplo, el Hunterian Museum, en la Universidad de Glasgow, en el West End, una colección vitoriana que perteneció a un famoso antiguo alumno, William Hunter (1718 – 1783), catedrático de Anatomía y un destacado ginecólogo en su día. O el The Tenement House: unos bloques de viviendas de alquiler social típicos de la segunda mitad del siglo XIX que, cuando dejaron de estar habitados en 1965, se encontraron con que eran una verdadera cápsula del tiempo, y en lugar de renovarlos se muestran ahora como un ejemplo de un típico hogar de clase media de Glasgow de principios de siglo pasado, con su mobiliario original y detalles muy curiosos.

Para reflexionar sobre los misterios de la vida, el amor y la muerte con la ayuda de las grandes religiones del mundo hay que visitar el St Mungo Museum of Religious Life & Art, y para comprender la industria naval de la ciudad ―de las más importantes del mundo― lo mejor es acercarse al Fairfield Heritage, en las oficinas victorianas restauradas de la empresa de ingeniería líder en la construcción de barcos. El Clyde, que divide la ciudad, era a principios del siglo XX el río con la mayor industria de construcción naval del mundo, con más de 40 astilleros en los que trabajaban más de 100.000 personas.

También en el sur, en las orillas del Clyde, encontramos la arquitectura innovadora del Riverside Museum, obra de la difunta Zaha Hadid, tan espectacular en sus formas curvas como en su ubicación junto al río. Su interior está lleno de tesoros de la historia del transporte que muestran la contribución de Escocia a las industrias naval, ferroviaria y automovilística y también inventos escoceses como la bicicleta (la más antigua del mundo, de 1846) o el barco de vapor.

Arte a lo grande

El arte tiene un papel muy importante en la vida cultural de Glasgow. Los ricos empresarios victorianos también comenzaron a coleccionar en unas galerías en las que ahora pueden convivir con la obra de artistas locales. Podemos asomarnos a las eclécticas muestras de la Burrell Collection, donación de un rico empresario industrial que hoy se luce en un galardonado museo en el Southside y permite ver obras maestras europeas. Otra propuesta es la de Kelvingrove Art Gallery & Museum, en un palacio de piedra de arenisca roja, construido en 1901 para la Exposición Internacional y uno de los lugares de entrada libre más visitados de Escocia. Tiene como plato fuerte el Cristo de San Juan de la Cruz de Salvador Dalí, pero hay mucho más: arte europeo, muestras de arte escocés y hasta arqueología o historia natural.

Una propuesta diferente es descubrir la obra de los Glasgow Boys and Girls, los Coloristas Escoceses y James McNeill Whistler en la Hunterian Art Gallery, en el centro del campus moderno de la Universidad, en el West End. Allí comparte espacio con la Mackintosh House, una recreación de la casa que compartieron Mackintosh y su mujer, Margaret Macdonald, de imprescindible visita para los amantes del diseño.

Y aún hay otras muchas opciones para disfrutar del arte, como asistir a las exposiciones de la Gallery of Modern Art (GoMA) para deshacernos de prejuicios sobre qué es una obra arte y qué no. O apuntarnos a una visita guiada por las City Chambers, el Ayuntamiento de Glasgow, uno de los edificios más impresionantes de Escocia, para ver obras maestras de E.A. Hornel, murales fascinantes de los Glasgow Boys y retratos de antiguos alcaldes. El edificio es una mezcla de neoclásico y veneciano, inspirado por la arquitectura de Beaux Arts, que expresa la riqueza de Glasgow cuando se construyó. Todavía hoy impresiona.

El ‘Glasgow Style’: el legado Mackinstosh

Llegar a Glasgow es zambullirse necesariamente en el universo de Mackintosh. La ciudad no se puede comprender ni visitar sin tener presente a este arquitecto, diseñador de muebles e ilustrador nacido en la ciudad. Creó un estilo propio, el Glasgow Style, en el que se mezcla la tradición escocesa, las curvas del art nouveau y la simplicidad japonesa. Sus peculiares dibujos de rosas y plantas, sus vidrieras o las estilizadas líneas de sus diseños de muebles y objetos están por todas partes.

Vinculado a la Escuela de Arte de Glasgow, fue el impulsor y el mayor exponente del grupo conocido como la Glasgow School, que recuperó las raíces más auténticas de la tradición escocesa, mezcladas con el gusto neogótico. Pero él tenía un estilo propio, y una creatividad desbordante que mostraba en cada obra que emprendía. Era multitarea y lo mismo diseñaba una silla icónica como la Hill House (o silla Mackintosh), sublimación de la geometría, como decoraba un salón de té como el de Miss Cranston, levantaba una iglesia como Queen’s Cross o una vivienda como la Hill House en Helensburgh.

Para apreciar su originalidad y detallismo, nada como una visita guiada a Mackintosh at the Willow, una fiel reconstrucción de un pequeño salón de té que diseñó y decoró en 1903. Aquí se pueden ver todos los detalles del diseño propio del arquitecto, como su fachada curva y blanca con una mezcla de art nouveau e influencias japonesas. El salón de té estaá abierto al público, pero lo mejor está en el piso de arriba, el Salón de Luxe, la joya del edificio, concebido en principio como una estancia privada donde las mujeres de clase alta recibían invitados. Hoy es un espacio espectacular, en blanco y plata, gris y morado, lleno de luz, espejos art nouveau y lámparas de araña de cristal. Al lado, la sala de billar está inspirada en las casas de campo con paredes de madera oscura y muchos detalles Mackintosh. Estaba reservada solo a los hombres.

Pero la clave para comprender a Mackintosh está en el corazón de la ciudad, en la Glasgow School of Art, una de las escuelas de arte y diseño más prestigiosas del mundo y su gran obra maestra. La proyectó a finales del siglo XIX, cuando solo tenía 27 años, pero ha sufrido dos grandes incendios, en 2014 y en 2018, así que está en reconstrucción. Hay que imaginarse lo que supuso en su época, con sus grandes ventanales que aportaban toda la luminosidad que requerían los artistas, y líneas rectas que se transformaban suavemente en curvas delicadas. El mejor rincón fue siempre la biblioteca, una obra maestra donde el artista pudo lucirse.

Las casas de Mackintosh, una modernidad sorprendente

Si damos un salto hasta la zona de Southside encontraremos con otra de las joyas: en lo alto de las escaleras de la Mackintosh House hay una magnífica recreación de la casa que el artista compartió con su mujer, vecina al ecléctico Museo Kelvingrove, que también expone una espectacular colección de muebles del diseñador. La vivienda original fue demolida hace 60 años, pero se levantó una réplica exacta junto a la Hunterian Gallery en la Universidad de Glasgow, con el mismo mobiliario, ventanas, orientación… Se pueden visitar sus tres plantas llenas de mobiliario original, dibujos, pósteres, acuarelas y obras de arte. Lo más sorprendente es la modernidad que refleja, y eso que se hizo a principios del siglo XIX: su estilizado comedor, las líneas de sus lámparas o sillones podrían ser de hoy. Fue un adelantado a su tiempo en todo.

La House for an Art Lover es la ejecución de un diseño de Mackintosh que no llegó a terminar en vida. En 1901 se presentó a un concurso para una casa de lujo de estilo moderno organizado por una revista alemana de diseño interior. Los dibujos se quedaron en ideas hasta que, en 1996, el Ayuntamiento de Glasgow la construyó tal y como lo había diseñado el artista. Aquí están muchos de los elementos clásicos que distinguen su estilo: desde los dibujos de rosas, el símbolo preferido del arquitecto, hasta la luz a través de grandes ventanales.

Y aún nos quedarían por ver otras dos joyas del artista, y para eso hay que volver al centro: The Lighthouse y la Mackintosh Church, la única iglesia que diseñó. La primera fue la sede del periódico Glasgow Herald, y fue el primer encargo público que recibió Mackintosh: una gran construcción de ladrillo rojo en cuya esquina hay una torre en forma de faro. Hoy acoge el Centro Escocés de Diseño y Arquitectura, que cuenta además con un Centro de Interpretación sobre su obra y la gran influencia que ejerció sobre muchos de los grandes artistas que le sucedieron. La Queen’s Cross Church, también llamada la Mackintosh Church, es hoy la sede de la Charles Rennie Mackintosh Society. Pasa bastante desapercibida por su sobriedad, pero la ventana con vidrieras de detalles florales y su pintoresca torre sin duda la delatan. El interior está decorado al estilo Mackintosh, con madera oscura y exquisitos relieves.

La mejor ciudad victoriana

Durante el siglo XIX, Glasgow se convirtió en una de las ciudades más ricas de Gran Bretaña, y de ahí la grandeza de sus edificios victorianos. El corazón de la ciudad es la Estación Central, que abrió sus puertas en 1879 y que todavía sorprende por su espectacularidad: el techo de cristal es una maravilla de la ingeniería. Desde allí es fácil recorrer el centro a pie, encontrándonos con obras maestras victorianas como el Egyptian Halls, muy cerca de la estación, un edificio lleno de motivos griegos y egipcios. Y hacia el oeste, por St Vincent Street, una de las calles mejor conservadas de la ciudad, se alzan impresionantes edificios de arenisca que bordean la calle, empezando por la imponente fachada neoclásica del Bank of Scotland y terminando por el inconfundible templo griego de la St Vincent Street Church. Otro edifico victoriano típico es el de las Grecian Chambers, que hoy alberga el Centro de Artes Contemporáneas, donde se aprecia el estilo clásico de Thomson, otro de los grandes arquitectos de la época: simetría, repetición y columnas griegas…

Una ciudad de cines y ‘pubs’ y también destino gastronómico

No podemos dejar el centro sin asomarnos a un cine. Desde que abrieron los primeros en Glasgow a principios del siglo XX, ir al cine es uno de los pasatiempos más populares de la ciudad. En los años treinta había unas 130 salas, la mayor proporción por habitante fuera de EE UU. Hoy todavía hay cines por todas partes, pero los auténticos cinéfilos van al Glasgow Film Theatre. Cuando abrió, en 1939, se llamaba Cosmo, y el edificio es una joya del art déco.

Otra obligación es entrar a un pub (o a varios). Hay miles, pero si queremos uno verdaderamente clásico podemos descubrir The Horse Shoe Bar, escondido en Drury St, que lleva más de un siglo siendo toda una institución. Es casi un templo dedicado a la herradura y a los caballos, con paredes de caoba y espejos. Es el punto perfecto para comenzar la noche. Muy cerca está el Shilling Brewing Co, una cervecería ubicada en un antiguo banco. The Pot Still es otra opción interesante, que parece suspendido en el tiempo, con suelos que crujen y mesas de hierro forjado, con un whisky excelente. Los bares de Bath St son famosos por ser algo peculiares: The Butterfly and the Pig tiene un toque retro y acogedor con actuaciones de jazz en directo; Bunker, al oeste, es otro clásico.

La cocina escocesa también ha dado un salto de gigante y Glasgow es uno de los mejores destinos del país para los viajeros gastronómicos, sobre todo en el West End y en Merchant City. Aquí ha tenido mucho que ver la mezcla cultural con los emigrantes, de forma que hoy el plato más popular de Glasgow (y de Escocia) no es el haggis, sino el pollo tikka masala, y el restaurante donde se inventó está aquí: el Shish Mahal, una institución desde 1964.

Para probar auténtica cocina escocesa está Ubiquitous Chip, un lugar pionero que lleva desde 1971 utilizando ingredientes y productos de origen local y añadiendo un toque francés a platos típicos escoceses. Además, es una institución cultural, frecuentada por escritores y artistas. Pero nada como el esplendor victoriano del Corinthian Club, en Merchant City, para darse un homenaje con un té de la tarde con champán. Es un casino muy especial, en un antiguo banco, con un espectacular techo abovedado y lámparas de cristal, estucos floridos y cornisas doradas.

Para disfrutar del mejor pescado y marisco escocés en un acogedor entorno de estética náutica hay que ir a The Finnieston, que recuerda el pasado astillero de la zona. Y bajando el presupuesto, los universitarios eligen el University Café para curar sus resacas con un huevo frito y patatas. No ha cambiado mucho desde que se abrió en 1918.

Más allá de los restaurantes están los pubs y los bares, y los de Glasgow son especialmente famosos. Para conocer algunos de los mejores bares del West End y al mismo tiempo aprender algo sobre la bebida nacional escocesa, nada mejor que un circuito guiado de whisky que va recorriendo los mejores bares, como el ya citado Horse Shoe Bar, perfecto para tomarse una pinta (o dos) de auténtica ale, o en las bóvedas de ladrillo rojo de Platform en Central Station, que son perfectas para tomarse una copa antes de salir a la pista de baile de New World. Estas bóvedas subterráneas son uno de los lugares más curiosos de la ciudad, por debajo de Central Station, construidos como soporte de la estación.

En el legendario King Tut’s Wah Wah Hut se puede escuchar música en directo de las bandas emergentes de Glasgow. Es probablemente el local más conocido, pilar de la música en directo en Escocia desde los años 90. Oasis firmó aquí su primer contrato con una discográfica en 1994.

Glasgow al aire libre

También hay un Glasgow verde, y se puede disfrutar en sus numerosos jardines y parques. Nada como alquilar una bici y recorrer el Clyde Walkway hasta Cuningar Loop, con un parque de escalada donde practicar este deporte.

En las rutas a través del bosque en Pollok Country Park se pueden ver ardillas. También está el invernadero del Kibble Palace, uno de los más grandes e impresionantes de Gran Bretaña, de hierro forjado y cristal, y el Jardín Botánico del West End es perfecto para pasear entre palmeras y plantas tropicales.

Además, desde 2008, Glasgow ha estado decorando solares abandonados y fachadas laterales en el centro de la ciudad con murales. Se puede seguir un circuito que recorre más de 30, el City Centre Mural Trail. El circuito comienza en el East End, donde están los murales más famosos ―como el de los santos patronos de la ciudad, san Mungo y santa Enoch, su madre― junto a High St, pero la mayoría de los mu­rales restantes están en Merchant City y sus alrededores.

Y todos los fines de semana el East End se llena de gente que se dirige al Barras Market, un mercado en un barrio tradicional de clase obrera, con estupendas tiendas vintage y artesanos creativos con productos de diseño y puestos de comida. Es un lugar que captura perfectamente el espíritu de la ciudad.

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