Sri Lanka, un destino al alza para los aficionados al surf
La isla se ha convertido en un lugar que los surfistas se pasan unos a otros como un secreto a descubrir. Su litoral despliega innumerables playas con opciones tanto para principiantes como para profesionales de las olas
Hay quien recorre el mundo al encuentro de la ola perfecta. Los locos por el surf siempre buscan nuevos escenarios donde prima más la forma, la potencia y la dificultad de la ola que el destino en sí mismo o la distancia que haya que recorrer para llegar. Sri Lanka se está convirtiendo en uno de esos lugares que los surfistas se pasan de unos a otros.
En esta isla al sur de la India se puede evolucionar de surfista primerizo a profesional en uno de los lugares más placenteros de Asia para domar las olas. Ni siquiera habrá que ponerse un traje de neopreno: la temperatura del agua ronda los 27 grados. En sus 1.000 kilómetros de costa hay rompientes para todos los niveles: desde niveles profesionales hasta para quien quiera iniciarse; a pesar de que la antigua Ceilán acaba de irrumpir en la escena internacional de este deporte. También es un enclave ideal para quien quiera perfeccionar la técnica: se pasa de suaves rompientes de arena a olas difíciles pero perfectas que rompen a derecha e izquierda y con potentes tubos.
Lo mejor en un viaje por Sri Lanza es rodear la isla probando las mejores olas. En cualquier caso, los mejores enclaves para surfear son Midigama, en el sur; la bahía de Arugam, en la costa este —donde rompe la ola más conocida de la isla; Weligama, en el sur; y Hikkaduwa, unos arrecifes en la costa oeste con olas tranquilas.
Hay que escoger bien la época: la mejor es de abril a septiembre, cuando el monzón del suroeste trae lluvias al oeste y sur, pero casi todo el este y norte permanecen secos. Las condiciones más favorables para el surf se dan en abril en el suroeste y en mayo en la costa este. El alojamiento no será un problema, porque la costa está bordeada de hoteles y resorts, cabañas rústicas y campamentos de surf (aunque estos solo abren en temporada).
Las primeras olas: Hikkaduwa y Owakanda
El circuito surfista empieza en un tren que parte hacia el sur desde Colombo, su ciudad más poblada y capital comercial, bordeando la costa. Es aconsejable instalarse junto a una de las puertas abiertas del vagón para disfrutar de la brisa marina. Por el lado derecho, se podrán ver las primeras olas que rompen en la playa antes de salir de la ciudad. Esta costa oeste de Sri Lanka es una de las zonas más visitadas. Además de Colombo, también están el aeropuerto internacional y, muy cerca, algunas de las playas que figuran en los itinerarios de todos los visitantes. Destaca la de Negombo. Al sur del caos de la capital, se despliega un mundo que oscila entre los diablos bailarines de la cultura tradicional de Ambalangoda hasta la ciudad de Hikkaduwa, siempre animada por los mochileros, pasando por los hoteles boutique y las arenas doradas de Bentota. Esta zona será siempre el principio o el final perfecto de la visita a Sri Lanka.
Más información en la guía Lonely Planet de Sri Lanka y en la web lonelyplanet.es.
La primera parada puede ser Hikkaduwa, un sitio sin pretensiones en la costa oeste con playas inolvidables, arrecifes de coral para disfrutar también del esnórquel, muchos resorts económicos, sitios donde comer y olas perfectas para principiantes. Lleva desde 1970 en el mapa turístico de la isla y eso se ve en las instalaciones: pensiones, tiendas y restaurantes flanquean la playa y se alternan con escuelas de submarinismo y surf y agencias que proponen excursiones en tuktuk.
Para la práctica de surf, lo aconsejable es empezar con los suaves rompientes de la playa principal, en Narigama. En ella incluso los novatos consiguen ponerse en pie sobre la tabla desde el primer día. Los surfistas con más experiencia pueden probar suerte en rompientes de arrecife de dificultad media como el concurrido North Jetty y el Bennys. Ambos generan olas más altas que los propios surfistas.
La tabla puede colocarse sobre un rickshaw —un transporte público motorizado de tres ruedas— para llegar a Owakanda, un enclave más tranquilo donde no hay que esperar mucho para cabalgar una ola. Owakanda está justo al lado del parque nacional de Hikkaduwa, un enclave marino que se extiende a lo largo del extremo norte de la playa y que, además, es un lugar para entrar en contacto con el ecosistema acuático de Sri Lanka. Hay también un lago del mismo nombre para hacer una excursión desde la playa y ver aves. Y, a unos kilómetros al norte del parque, está el templo budista de Seenigama Vihara, el único de los dos santuarios del país donde las víctimas de un robo pueden buscar compensación. En la visita al templo se compra un aceite especial hecho con guindilla y pimienta. Con este, se enciende una lámpara en sus casas y se recita un mantra. Según explican, antes o después se sabrá quién es el ladrón y pagará por su delito.
En la costa sur: Weligama y Mirissa
Una vez iniciados en el surf, se puede elevar el nivel rodeando la costa para llegar a Weligama —que quiere decir “pueblo arenoso”—, con unos rompientes ideales para surfistas primerizos y ya algo experimentados. Aquí abundan las playas de arena fina donde disfrutar del sol entre las sesiones de surf. Weligama es un híbrido interesante entre localidad pesquera y centro vacacional. No faltan opciones de alojamiento, aunque la mayoría son cabañas y albergues que reúnen a viajeros internacionales y donde se respira muy buen ambiente. Y entre ola y ola, hay tiempo para unas cervezas heladas, marisco y buen pescado fresco en los cafés a espaldas de la playa.
La playa de Bandrawatta es uno de los mejores lugares para parar o para surfear mar adentro. Apartada de la carretera principal, los pescadores siguen apostándose sobre pilotes en algunos puntos.
A los pueblos de Mirissa —donde va mucha gente para observar ballenas—, Ahangama y Midigama, cada vez más populares, es fácil llegar en rickshaw. Aquí reina un ambiente internacional, con multitud de surfistas bronceados que intercambian sus consejos sobre las mejores olas recordando a una versión reducida de Bali.
Al margen del surf, el sur de Sri Lanka es un sinuoso y espectacular litoral de playas blancas sobre un fondo montañoso color esmeralda. Tras cada curva de la carretera costera encontraremos una nueva playa más idílica que la anterior. La perla cultural del sur es la ciudad amurallada de Galle, aunque también destacan el extraordinario arte budista en cuevas aisladas y solitarias y el recinto sagrado de Kataragama, epicentro de peregrinación. Además, en los parques nacionales de la zona los leopardos se mueven como espíritus por la noche y se escuchan los bramidos de los elefantes.
Unos días de relax en el este: bahía de Arugam
Aunque la costa sur es la zona más animada, si se prefiere un ambiente más tranquilo hay que ir a la costa este, a la bahía de Arugam. Allí las acogedoras cabañas de madera en la playa ofrecen un ambiente nocturno especial entre los surfistas y sus arenales tienen olas para todos, de surfistas principiantes a veteranos. Este es el corazón de la creciente escena del surf de Sri Lanka, considerada la mejor zona del país. El este es, además, una combinación de pueblos de pescadores, senderos de arena y viejas tradiciones. Aquí se entremezclan comunidades musulmanas, imponentes templos hinduistas, fuertes coloniales en ruinas y animados mercados, que se suman a sus fantásticas olas y unas interminables playas de arena blanca.
La mejor época de los rompientes de Arugam es de abril a octubre, cuando abundan las olas que doblan la altura del surfista. Para llegar a este enclave es preciso desviarse al interior de la isla, rodeando los parques nacionales de Yala y Kumana, donde ver leopardos y elefantes. El viaje, a pesar del esfuerzo, vale la pena.
Los novatos empiezan en Surf Point y Baby Point, dos rompientes largos y preciosos —pero muy concurridos— en torno al promontorio en el corazón de Arugam. Si ya se está listo para algo más exigente, las escuelas locales ayudan a dar el salto al nivel intermedio Después, llega la hora de los rompientes intermedios más tranquilos del norte. Con caletas de arena entre escarpadas lenguas de tierra, Pottuvil Point, Whiskey Point y Lighthouse Point ofrecen olas lentas de derecha que dan mucho juego si las condiciones son favorables, pero con mucho menos bullicio dentro y fuera del agua.
Cerrando el círculo en el norte: Negombo, Kalpitiya y Trincomalee
Una vuelta completa a la isla siguiendo la costa debe incluir el extremo norte dominado por los tamiles —un grupo étnico nativo de la India— y con menos posibilidades para el surf.
El norte es un mundo aparte: otra cultura (la tamil), coloridos templos hinduistas, mujeres en bicicleta con sari y un litoral espectacular arropado por palmeras y cocoteros. La luz es más intensa y los pavos reales, con su sorprendente plumaje, están en todas partes. El resguardado rompiente de la ciudad de Trincomalee, repleta de templos, merece una oportunidad. Aunque el centro de actividad se sitúa en la costa oeste de la península de Kalpitiya, uno de los principales destinos de kitesurf del sur de Asia. Siguiendo los caminos de arena hasta la ancha laguna de Kalpitiya hay muchos lugares donde preparan a los kitesurfers para los vientos constantes que barren la península de mayo a septiembre. Es un sitio magnífico para aprender de profesionales. Algo de la magia que atrajo por primera vez a los surfistas a Sri Lanka pervive en la ciudad de Kalpitiya, donde los días se empiezan perfeccionando el kitesurf y terminan con una cerveza fría a la luz de la luna detrás de las dunas. Es el sitio perfecto para despedirse de este país, aunque antes de eso también merece una visita Negombo, a tan solo 33 kilómetros de Colombo y de su aeropuerto internacional, para disfrutar de sus agradables cafés, sus vestigios coloniales y templos fantásticos que completan la experiencia de lidiar con las olas por la costa de Sri Lanka.