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Los Reginas, en un taxi naval entre Santander y Pedreña y Somo para cambiar de playa

Unas tradicionales lanchas cántabras conectan cómodamente la capital con turísticos pueblos y arenales de la ría de Cubas

Las localidades cántabras de Santander y Somo distan entre ellas unos 25 kilómetros por carretera, lo que equivale a algo menos de media hora de coche y el suplicio de aparcar en temporada veraniega tanto en la ciudad como en el pueblo costero. Parecido en la intermedia localidad de Pedreña. Pero también lleva aproximadamente media hora cubrir el recorrido en barco, atajando por la bahía y la ría de Cubas, para apearse en el destino sin preocuparse por dónde estacionar y eludiendo el sufrimiento de dar vueltas y perder tiempo de playa y turismo.

Los encargados de este taxi naval llevan décadas en el timón de las lanchas de Los Reginas, una empresa familiar santanderina que cubre esa distancia en múltiples frecuencias en verano, casi siempre con los barcos llenos, en una experiencia que, además de eficiente, resulta interesante, fresca y agradable para conocer esta cara interior del Cantábrico desde dentro.

La barca espera a los pasajeros en el paseo Marítimo de Santander, desde donde pueden seleccionarse varias rutas: la que conduce a Pedreña y a Somo, la que se dirige directamente a la playa del Puntal de Somo o las excursiones más organizadas por la ría de Cubas. Entre la clientela hay una tremenda variedad: niños emocionados por la experiencia del viaje sobre agua salada, padres que han encontrado en este bote una buena mezcla de transporte y aventura, chavales sin carnet de conducir que aprovechan para sacarse fotos muy pintonas para Instagram o jubilados que reniegan de andar conduciendo y dando vueltas pudiendo sentarse y ver el mar tranquilamente.

Más allá de estos clásicos, todo depende de la época del año y la hora del día: también suben a bordo residentes en Pedreña y Somo que eluden vivir en Santander y van y vuelven tranquilamente en la lancha o, especialmente en verano, peregrinos en dirección a Santiago que han elegido el norte de España, y sus playas, como senda hacia la fe.

El transporte funciona desde las siete y media de la mañana hasta las diez de la noche, cada media hora puntual salvo que las caprichosas mareas hagan de las suyas: hay días donde el nivel del mar cae tanto que el timonel debe fajarse para regatear los altos bancos de arena y elegir masas de agua donde no haya riesgo de encallar. El Cantábrico no tiene baches, pero tampoco es una balsa de aceite. Eso sí, el riesgo de mareos es bastante escaso: hay alguna ola traicionera que provoca oscilaciones en el barco, y quizá puede mojar a quienes se sienten en la parte delantera o trasera. Más aventura.

El éxito ha permitido que Los Reginas, que opera este recorrido desde 1967 y recoge la herencia de otras empresas anteriores —de aquellos primeros medios se pasaba al vapor con una popularísima línea de embarcaciones conocida como Las Corconeras, puesta en servicio en 1841—, haya ido renovando la flota. Hay dos tipos de barcos. Los más veteranos, con muchas millas surcadas por la quilla, revelan la clásica estructura: de madera, blancos, pintados de verde y de rojo, con asientos de madera tanto en la cubierta como en la parte interna, protegidos por ventanas desde donde contemplar la desembocadura del río Cubas, la larguísima playa del Puntal y su proximidad a Santander. También las barquitas de pescadores, los veleros de afortunados aficionados a la mar y el paisaje de la ciudad alejándose o acercándose, en función del recorrido elegido, cuyo reflejo varía según la hora del día y cómo pegue la luz del sol. Las más novedosas adquisiciones presentan dos pisos, con el superior ofreciendo prácticamente una terraza elevada desde donde contemplar las imágenes antes descritas, tranquilamente al sol y disfrutando de la brisa santanderina.

Eso sí, hay que tener en cuenta la dispersa meteorología cántabra, que no siempre regala días despejado, sino lloviznas o vientos frescos, particularmente cuando se viaja por el mar. La travesía cuesta 3,70 euros el trayecto de ida y 6,40 el de ida y vuelta y, en resumen, puede ser útil en dos contextos bien distintos. Los días nublados, que los veraneantes en Somo o en Pedreña aprovechan para descansar de la toalla, los baños y la arena y se acercan a Santander para dar un paseo, hacer unas compras o conocer sus museos. Los despejados, lo mismo para quien quiera ver la ciudad bajo más calorcito, pero particularmente beneficioso para los santanderinos, turistas o nativos, que quieren cambiar de planes por un día y embarcarse con la bolsa y la sombrilla hacia las localidades vecinas.

Viaje al Puntal

La compañía cuenta con otro trayecto muy cotizado en verano, de ahí que solo se ofrezca en esta estación y los días de playa. El bote cubre los 700 metros de agua existentes entre la playa del Puntal, en Somo, y la costa santanderina. Esta esquina del arenal, mucho más tranquila, aunque también afectada por las modas, ofrece un rincón cómodo y más “salvaje” que la propia playa aledaña a la localidad de Somo. Como recomendación, llevarse bocadillos y agua, pues allí hay un chiringuito, pero si hay mucha gente cunde más tener el almuerzo preparado para gozar de más independencia.

Una vez allí, hay varias opciones, desde quedarse tranquilamente apalancado y bañarse en el más rebelde lado exterior, hacia el puro Cantábrico, o bien chapotear en el interior, sin tanta corriente y olas. También puede uno pasear toda la playa y detenerse o en Somo, en mitad del arenal, o en Loredo, en el extremo contrario. Esta ruta requiere tiempo y piernas con ganas de caminar. La ida cuesta 3,70 euros y la vuelta 5,70, con un bono de 10 traslados a 23 euros.

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