Platos veganos y pasacalles de dragones en el Festival Vegetariano de Bangkok
En octubre, la capital tailandesa se llena rezos, fuego y puestos de cocina sin rastro alguno de proteína animal. Un evento delicioso para el paladar, pero que también se celebra para purificar el alma y el cuerpo tanto del local como del visitante
Cae la noche, se prenden los neones y las lámparas chinas a lo largo de la calle Yaowarat, la arteria principal del Chinatown de Bangkok (Tailandia). Y bajo la atenta mirada de los dragones fluorescentes en un soi (callejón) adyacente, unos actores camuflados bajo otro dragón de tela serpentean en medio de un estruendo de gongs y tambores, iluminados por velas y envueltos en aromas de incienso. Yaowarat, su paralela Charoen Krung y varias otras calles del barrio chino de la capital tailandesa están tomadas durante esta última semana de octubre —del 20 al 29 de octubre en 2025— por hileras de puestos de cocina donde sirven fideos, sopas especiadas, dumplings de verduras y otras delicias que no deben incluir ajo, cebolla, chiles ni, por supuesto, rastro alguno de proteína animal.
Y es que estos días Tailandia celebra el Festival Vegetariano, que cada año marca una semana de purificación del cuerpo y alma a través de los alimentos, y son Bangkok y la isla de Phuket, en el Mar de Andamán, donde las fiestas son más coloridas, espectaculares… y deliciosas para el paladar.
Desde primeras horas de la mañana los fieles y peregrinos —reconocibles en sus impolutos hábitos blancos— llegados desde otros rincones del antiguo Reino de Siam tomaban las calles de Chinatown, al tiempo que comenzaban los desfiles de diferentes cofradías que horas más tarde se transformarían en frenéticos pasacalles de dragones, entre bengalas y fuegos artificiales.
En las fachadas y puestos de comida de Yaowarat y los sois adyacentes, la sílaba je, una promesa de pureza, ondea estos días en caracteres thais y chinos en banderas amarillas sobre los humeantes woks donde se preparan brochetas de tofu, rollitos, bollos y dimsum rellenos de champiñones, “pollo de soja crujiente”, currys y sopas con leche de coco; o se aliñan ensaladas de papaya que, por una vez, se sirven sin la omnipresente salsa de pescado thai.
El Festival Vegetariano de Bangkok atesora unos 200 años de historia, cuando los inmigrantes chinos aplicaron el sendero del Tao a las artes del comer durante unos días cada año. Dos siglos después, el Festival se ha convertido en una mezcla de ritual religioso, carnaval fiestero y jornadas gastronómicas. Es ya entrada la noche cuando la excitación, los fuegos artificiales y las explosiones de los petardos, que llaman a los espíritus para pedirles que alejen los infortunios y atraigan las bendiciones, alcanzan su cénit en este barrio de Bangkok. Unas calles que el resto del año albergan también un extenso mercado de antigüedades, amuletos, almacenes de pescados secos, verduras y frutas y puestos de adivinos y quiromantes.
En las pagodas Kuan Yin (Guayin en mandarín), consagrada a la diosa de la Compasión, y ChowSue Kong —donde se reverencia al espíritu del Agua y por ello se alza casi a orillas del río Chaopraya— los devotos acuden a recitar sus mantras y promesas con las palmas de las manos juntas en una penumbra apenas iluminada por grandes velones rojos. Mientras los turistas aprovechan para visitar Wat Traimit, el Templo del Buda Dorado en la confluencia de Yaowarat y Chaoren Krung.
Una de las principales atracciones de Bangkok, Wat Traimit alberga en un edificio de mármol y cuatro plantas que se alza en su patio la imponente imagen de tres metros de altura y cinco toneladas y media de peso del Buda sentado, de oro macizo, según la información oficial. O quizá, esté rellena de otro material que aporta solidez a la valiosa cubierta, como apuntan algunos escépticos. La imagen fue esculpida hacia el siglo XIII, durante el glorioso Período Sukhothai, pero no fue descubierta hasta hace apenas 50 años.
Es recomendable, aunque las horas de apertura pueden ser erráticas durante el Festival, descender una planta y visitar también el museo sobre la historia y el legado de la comunidad china en Bangkok —los primeros inmigrantes se asentaron en un pequeño enclave mercantil incluso antes de la fundación de la ciudad, en 1782— y la capilla en el patio que albergó el Buda de oro hasta que el flujo de visitantes requirió la construcción del edificio moderno. La pagoda Wat Mangkon Kamalawat, erigida en 1871 y la mayor y más importante del barrio para los fieles del budismo Mahayana, es también otro punto esencial estos días, con su constante celebración de ceremonias.
Y aunque no es lo más propio, quienes deseen saltarse las normas vegetarianas del Festival, que no son obligatorias para todos los restaurantes que componen la exuberante oferta gastronómica de Chinatown, varios locales que no participan en el evento y que no ostentan la bandera amarilla a la entrada ofrecen sus menús que incluyen platos de carne, pescado o marisco. El Lek & Rut, en la esquina de Yaowarat con Thanon (calle) Phadung Dao y donde se puede cenar hasta la madrugada, sirve en una animada terraza, gambas y otros frutos de mar a la parrilla, sopas de pollo y leche de coco o un portentoso cangrejo al curri.
Y a un par de minutos caminando, Nai Ek Roll Noodles tiene muy buena reputación por sus fideos con carne o marisco. O, sin salir de Thanon Yaowarat, Scala es uno de los locales más exóticos para el viajero, con una carta especializada en sopas de aleta de tiburón o nido de golondrina, cuyo precio puede oscilar entre 80 y 130 euros, aunque el resto de los platos: pescado al vapor en salsa de soja o frito con chiles no llegan a los 20 euros.
Casi pegado al Scala, en el pintoresco edificio, antigua sede de la Ópera China en la ciudad, cruzar el umbral de entrada al hotel Shangai Mansion es un viaje a la trepidante ciudad china de las primeras décadas del pasado siglo: el vestíbulo, el bar y el restaurante muestran una soberbia decoración en la que destacan las antigüedades, los muebles de laca o los biombos bajo la tenue luz de las coloridas lámparas chinas. Un cóctel en el Jazz Lounge, donde actúan bandas en vivo, es la mejor manera de cerrar la noche de Festival, siempre que la bebida sea sin alcohol…