Así es Trancoso, la joya playera desconocida de Brasil
Este antiguo pueblo pesquero se convirtió en la tierra prometida de ‘hippies’, artistas y viajeros alternativos en busca de naturaleza y autenticidad. Hoy también es un destino exclusivo frecuentado por celebridades brasileñas e internacionales
Corre el rumor de que Trancoso es el tesoro mejor guardado de los brasileños. Hay quienes lo comparan con José Ignacio, la perla uruguaya; algunos encuentran similitudes con Comporta, en Portugal. Muchos dicen que sus playas paradisíacas doran la piel de unas cuantas celebridades de Brasil; otros, que está reservado para una élite cosmopolita. Para comprobarlo, hay que volar hasta la ciudad de Porto Seguro, en el sur del Estado de Bahía, para ir desde ahí hasta el distrito de Trancoso, donde el sol brilla todo el año.
Este distrito de 20.000 habitantes, según el censo de 2021, tiene una larga historia: en abril de 1500 los portugueses pisaron las costas bahianas y se encontraron por primera vez con los pataxó, un grupo indígena que vivía en armonía con la selva atlántica. En 1586, los misioneros jesuitas fundaron aquí una aldea bajo el nombre de Trancoso. Durante los siglos posteriores, esa pequeña urbe permaneció aislada y rural, con una comunidad dedicada a la pesca y la agricultura, desconectada del resto del país hasta bien entrado el siglo XX. Gracias a este aislamiento, la ciudad conservó su arquitectura colonial, su disposición urbanística y muchas tradiciones culturales. Fue a partir de 1970 cuando Trancoso se convirtió en la tierra prometida de hippies, artistas y viajeros alternativos de todo el mundo que llegaban a sus costas en busca de naturaleza y autenticidad.
Trancoso fue creciendo alrededor de un pequeño centro peatonal, el quadrado, constituido por una iglesia blanca, São João Batista, una de las más antiguas de Brasil, que con la luz del atardecer se vuelve incandescente. La rodean casitas de colores bahianos: verde loro, rosa sandía, azul profundo ―como la línea de arrecifes de coral en el mar―. Fachadas alegres que pasaron de ser viviendas a tiendas y restaurantes, cortejadas por una arboleda altísima y llena de luces que de noche encienden un paseo brillante y musical. Lo que completa la singularidad de este lugar son sus extensas playas repletas de mata atlántica, palmeras y un océano turquesa.
Con el tiempo, Trancoso conservó su carácter bohemio, pero se convirtió también en un destino exclusivo, frecuentado por celebridades nacionales e internacionales. La chef brasileña Morena Leite, propietaria del hotel Alma Ninho, tuvo la suerte de crecer en este pequeño y deslumbrante poblado. “A fines de la década de los setenta, mis padres tenían un primo que había venido desde un kibutz en Israel y quería hacer una comunidad hippie. Mis padres se sumaron a su proyecto. Ella, una arquitecta recién titulada. Él, un administrador de empresas. Intercambiaron un viejo auto por un terreno donde está el Capim Santo [actual hotel de sus padres], plantaron muchas frutas, hicieron un huerto y un jardín hermoso. Yo llegué pequeña, aprendí a caminar, hablar, beber. Me considero bahiana, trancosense, mundana y local”, explica.
Esa casa con huerto, donde su madre cocinaba en una esquina de la cocina, fue el primer restaurante de Trancoso y luego el hotel Capim Santo, que este año cumple 40 años. La familia Leite, una de las primeras en apostar por este lugar, fue parte de la transformación que llevó a este paraíso a ser lo que es hoy. “Crecer en Trancoso es especial, da una libertad y riqueza cultural que viene de esa mezcla de personas diferentes”, se enorgullece la chef.
Cada habitación del Capim Santo está tan separada de las otras que por la noche solo se escuchan los grillos. El restaurante, abierto para el público, sirve comida local, los frutos de mar que acercan los pescadores, los alimentos que traen pequeños productores y lo que crece en su huerta.
Durante la pandemia, Morena Leite se instaló en la casa familiar, a metros de Capim. Allí recordó su infancia, cuando su madre cocinaba en la barra de su cocina para ocho personas. Con esa idea, y su espíritu libre, construyó Alma Ninho, que en español se traduce como “alma de nido”. “Soy nómada, viajo mucho por el mundo y tenía muchas ganas de expresar todo lo que veo a través de nuestros menús, en viajes gastronómicos”. El resultado es un lugar que abraza: cinco habitaciones y una terraza en común con vistas al mar y aires de hogar. Tiene atención personalizada, desayuno de frutas tropicales y manjares de coco y tapioca con queso hecha en el momento. El restaurante de Alma Ninho reúne todos los fines de semana a gente de todo el mundo que viene a probar la cocina de Leite y de los chefs invitados. Está dirigido por Maria, una paulista que migró a Trancoso para sacar adelante este proyecto y dice que no cambia por nada esta vida, despertarse y ver monos. Con sonrisa y predisposición infinita, prepara para cada huésped las recomendaciones, consigue desde taxis hasta reservas y todo lo que se necesite para disfrutar sin esfuerzo. Morena Leite ha logrado con Alma Ninho ser tan inspiradora como lo fueron sus padres con Capim. Lugares en el mundo bonitos hay varios, pero lo que hace a Trancoso distinto son las familias que llegaron, como los Leite.
Para disfrutar una estancia en Trancoso, un automóvil será muy útil o se pueden pedir taxis o chóferes para moverse de punta a punta. Los clubes de playa son los mejores aliados, ya que el paraíso es muy soleado y sería difícil pasar el día sin sombra, bebidas y otros lujos que ornamentan el lujo mayor: un mar azul brillante, arena blanca y suave como talco, palmeras y árboles frutales floridos.
La playa Dos Coqueiros, a 10 minutos andando desde el quadrado, tiene un club de playa con un restaurante, Almar, una de las patas de un proyecto sostenible del mismo nombre que intenta proteger el bioma marino de Trancoso y fomentar el cuidado del medioambiente. Este espacio tiene elegantes sombrillas, sillas de ratán estilo tatami, alfombras en la arena y servicio de playa con bebidas, jugos de cocos frescos y un restaurante con un inmenso living color hueso, mesas de madera y una carta corta llena de vegetales, pesca fresca y carne a las brasas.
Trancoso vivió su última explosión turística en los años 2000, cuando al fin se trazaron las rutas de acceso. Antes de eso, los lugareños se movían a pie o llegaban en barco. Con la llegada de los aeropuertos domésticos, ¡bum!, se llenó de magnates que llegan en sus jets privados.
La playa de Itapororoca tiene una extensión enorme y una marea baja que atrajo a varios hoteles, que decidieron instalarse ahí para dirigir su negocio a los más hedonistas. Así llegaron alojamientos grandiosos como Fasano, en primera línea de mar, a unos 20 minutos en coche del quadrado. Esta cadena brasileña de hoteles de lujo ofrece casitas con vista al mar y terrazas de película, dos restaurantes, uno de ellos en la misma playa de Itapororoca , con hamacas y arboleda para disfrutar de la sombra. Cuenta con un pase diario para disfrutar de las instalaciones sin alojarse y pasar el día en sus piscinas, spa, comer en sus restaurantes y disfrutar de su club de playa con tablas de paddle surf, kayaks o cancha de vóley playa. Tamara Siqueira, relacionista del hotel, una carioca que se quedó a vivir en Trancoso, explica que los huéspedes también pueden disfrutar de la reserva ecológica de Fasano, donde diseñaron trekkings para todas las dificultades. “Lo mejor de Trancoso es venir a conectar con la naturaleza”, sostiene.
Otra opción en el arenal de Itapororoca es Tutabar, donde se tiene la sensación de espiar como un ave una playa paradisiaca y kilométrica, de arena blanca sin invadir. Cuenta con un pequeño hotel y un restaurante de playa, con un menú integrado con la fauna y flora locales. La gastronomía está acompañada de una arquitectura y diseño inspirados en formas orgánicas, como nidos del bioma local. Hechos con materiales renovables y sostenibles como el bambú ―que proporcionó la formación de mano de obra local― y paisajismo regenerativo, el proyecto conecta al ser humano con la naturaleza y la cultura regional. El bar fue diseñado con tres ambientes que proporcionan experiencias distintas: los nidos, las tiendas y las cabañas. Ideal para probar pescados frescos, vegetales orgánicos cosechados en la propiedad, y preparaciones a la brasa.
Más alejada, a más de una hora, está la playa más sorprendente de la región, considerada como una de las mejores de Brasil: Praia do Espelho. Le debe su nombre a los espejos de agua que se forman con marea baja y reflejan el cielo y el mar en un espectáculo maravilloso, para ver de día y al atardecer. El arenal tiene más de 12 kilómetros de extensión para andar hasta Caraiva. El restaurante Cala & Divino, ubicado allí, ofrece comida fresca de mar y refrigerios para disfrutar de todo el día en la playa.
Otro enclave maravilloso es Praia de Tartarugas, con un restaurante sobre un acantilado que la hace diferente a todas. Las mesas están sobre decks individuales techados, para ver el mar como se ve una ópera desde el palco presidencial. Un túnel en la piedra conduce hasta la playa, donde disfrutar de su barra con cócteles.
En Trancoso la naturaleza se muestra creativa al imprimirle a cada playa un carácter único. Esa línea siguieron también las personas que fundaron el pueblo: indígenas, colonizadores, hippies y artistas aportaron a la conformación de este mosaico de culturas, personalidades y sabores, y protegieron su identidad a lo largo del tiempo.