Sant Feliu de Guíxols: la buena vida en el Baix Empordà
Una de las grandes joyas de la Costa Brava, y probablemente una de las menos transitadas, es también uno de los pueblos más interesantes cuando se trata de hablar de gastronomía, paisaje y tranquilidad
El Baix Empordà es uno de esos destinos que vale la pena repetir: sus playas, que cubren dos kilómetros de la costa, tienen una bien ganada fama de ser de las mejores de Cataluña, gracias a un meticuloso cuidado diario por parte de las autoridades y de un moderno sistema de prevención para evitar que las aguas residuales acaben en el Mediterráneo. A poco más de una hora en coche de Barcelona, el municipio de Sant Feliu de Guíxols se ha convertido en los últimos años en una de esas apuestas s...
El Baix Empordà es uno de esos destinos que vale la pena repetir: sus playas, que cubren dos kilómetros de la costa, tienen una bien ganada fama de ser de las mejores de Cataluña, gracias a un meticuloso cuidado diario por parte de las autoridades y de un moderno sistema de prevención para evitar que las aguas residuales acaben en el Mediterráneo. A poco más de una hora en coche de Barcelona, el municipio de Sant Feliu de Guíxols se ha convertido en los últimos años en una de esas apuestas seguras para los que deseen pasar unos días lejos del caos urbanita, sin importar la época del año. Aquí se unen paisaje y tranquilidad, y, además, este pueblo de poco más de 20.000 habitantes esconde algunas de las ofertas gastronómicas más potentes de la comarca catalana y uno de esos hoteles que valen por sí solos una visita al paraje.
Sant Feliu es uno de esos sitios en los que pasear es un placer, del Carrer Major a la Rambla y desde la Rambla del Portalet hasta el Passeig del Mar. Allí se puede admirar Les Cases Patxot, obra de Albert Juan i Torner, que es uno de los pocos ejemplos de arquitectura modernista que resisten el envite del presente. En la Rambla es obligatorio hacer parada en La Vienesa, la pastelería de referencia y un paraíso para los adictos a los manjares con azúcar. La otra gran meca del dulce en la ciudad es la cercana Pastisseria Gironès, cuyo clásico es el guixolenc: una deliciosa pasta rellena de crema pastelera. En esas calles puede encontrarse también toda una institución de Sant Feliu como el Casino La Constància, construido en 1888 y que sigue siendo un precioso recordatorio del pasado de esta localidad del Baix Empordà.
Si el hambre aprieta, en el mismo Carrer Major se puede aliviar en Can Kiku. Este restaurante, que también cuenta con carnicería propia, presume de atraer a todos los carnívoros en muchos kilómetros a la redonda: sus hamburguesas, steaks y canelones siguen siendo de lo más codiciado de Sant Feliu. Por supuesto, también hay espacio para el shopping, incluyendo una de las bodegas con más fama de la zona: Ca l’Àngel. El propio Àngel lleva el timón en una tienda con un excelente catálogo de vinos, cavas y licores en los que prima el criterio del dueño, uno de los hombres más queridos de la comarca y un sabio de los tintos, los blancos y los espumosos.
Del mismo modo, nadie debería irse sin visitar ANNNA, un novísimo espacio de diseño en el que se fusionan un obrador que ofrece pan artesanal de masa madre sin gluten, un delicioso café de especialidad Familia Osorio con distintas variaciones, tés, kombuchas y vinos naturales del Empordà y Barcelona. Finalmente, en la mencionada concept store se pueden adquirir toda clase de delicias gourmet de productores locales y artículos como cerámica, textiles, velas y la icónica Costa Brava tote bag. El espacio, emplazado en una casa original de 1865 considerada bien de interés urbanístico, se ubica en el centro histórico de Sant Feliu de Guíxols junto al monasterio o el espacio Thyssen y ya es punto de encuentro de los amantes del tentempié más sofisticado gracias a sus muffins, granolas y una excelente selección de bollería.
Sant Feliu tiene también una excelente oferta gastronómica cerca de las olas, a la que se puede acceder con un paseo ligero. El Passeig del Mar, que conduce al puerto, posee uno de los mejores italianos del área, La locanda di Nonna Flo. Además de sus pastas y pizzas, tiene unas vistas perfectas. Un poco antes de llegar allí, se encuentra un recién llegado: el Malcriat. Con un interiorismo muy cuidado y una carta que combina carnes y pescados, este restaurante atrae ya a muchos locales por la notable relación calidad-precio. En el puerto, a unos 200 metros del Passeig, dos grandes recomendaciones: Sa Marinada, con un pescado magnífico y un entorno aún mejor, perfecto para una buena comida o una cena ambiciosa; y el Nomo Naútic, un japonés de altas prestaciones con uno de los mejores atardeceres de la bahía.
Pero la gran atracción de esta localidad y la que últimamente ha copado más titulares es el hotel boutique Alàbriga, un nuevo establecimiento de gran lujo con unas vistas espectaculares, gracias a su perfecta ubicación en la bahía. La palabra fenicia alabriga significa “una fortaleza bajo el sol” y en este verano eterno del que parece imposible salir, el nombre le viene ni que pintado. Más allá de las suites del establecimiento, que constan de dos o tres habitaciones, buscando más el look de una casa que el de un simple alojamiento, cuenta también con un club de ocio y un centro de wellness. Sin embargo, lo más significativo de este nuevo establecimiento de la Costa Brava es el restaurante de Miguel Sánchez Romera: L’Esguard. En sus mesas (solo seis) se puede catar uno de los mejores menús degustación de la comarca.
“Me fascina dar nueva vida al producto y ofrecer al comensal no solo una experiencia gastronómica, sino una experiencia saludable”, asegura Sánchez Romera. El cocinero, que además de chef es neurólogo y licenciado en Bellas Artes, ofrece un menú degustación cuatro días a la semana: del viernes al mediodía hasta el domingo. Los platos van en función de la temporada, aunque hay clásicos como el tartar de ostras, el huevo con caviar, el damero con verduras o el cuscús ahumado con verduras que son inamovibles. Y a eso se unen propuestas, como el pichón de bres con chutney de mango seco o el salmón marinado con caldo de remolacha con mariscos y perfume de cítricos.
Y más allá de la alta cocina, y para los que deseen ir un poquito más lejos, el Camí de Ronda de S’Agaró, no tan conocido como el que va de S’Agaró a Sa Conca. Este es un recorrido absolutamente imprescindible si nunca se ha estado en Sant Feliu de Guíxols y la playa de Sant Pol, uno de esos lugares del que todos en el Empordà presumen sin pausa y uno de los rincones más bonitos de la Costa Brava: para comer in situ, Voramar y Villa Más son dos grandes opciones, con el pescado como atracción principal. Naturalmente, ninguna visita a la localidad estaría completa sin hacer antes de irse una escapada a la ermita de SantTelm, un enclave icónico desde el que se divisan todos los encantos de un municipio al que siempre se quiere volver.
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