De Viena a Salzburgo: viaje al territorio sentimental de Stefan Zweig
En la casa natal del escritor en la capital austriaca tan solo queda una placa, y acercarse a su primer apartamento es la excusa para ver la deliciosa Jodok-Fink-Platz. Es en la ciudad donde nació Mozart en la que hay memorabilia en el Stefan Zweig Zentrum y diarios y manuscritos en el Literaturarchiv Salzburg
Nació en 1881 en la ciudad austriaca de Viena, se suicidó en 1942 en Petrópolis (Brasil). Stefan Zweig disfrutó de una vida elegante, privilegiada, literaria, que cortó de raíz a los 60 años en 1942 con una dosis de Veronal en su destierro brasileño cuando creyó que los nazis habían acabado con s...
Nació en 1881 en la ciudad austriaca de Viena, se suicidó en 1942 en Petrópolis (Brasil). Stefan Zweig disfrutó de una vida elegante, privilegiada, literaria, que cortó de raíz a los 60 años en 1942 con una dosis de Veronal en su destierro brasileño cuando creyó que los nazis habían acabado con su mundo. El escritor pertenecía a una familia judía de la alta burguesía, industriales, tremendamente ricos. En su casa natal en la capital de Austria, en Schottenring 14, un edificio hoy ocupado por oficinas en el bulevar de la Ringstrasse junto a la Bolsa, el templo capitalista que dirigió su padre, solo queda la huella póstuma de una placa.
El liceo donde se hizo mayor de edad, sin embargo, acaba de cumplir 150 años. El Maximiliansgymnasium (el actual Wasagymnasium, en Wasagasse 10), donde se formó y cursó ocho años de Secundaria entre alumnos que leían a escondidas a Nietzsche mientras él comenzaba su célebre colección de autógrafos de artistas y literatos, estaba a solo una calle de distancia del origen del psicoanálisis. En ese momento un neurólogo llamado Sigmund Freud abría su consulta en la Berggasse 19. No sabemos si Zweig se tumbó alguna vez en su diván (definía la terapia de Freud como “sadismo de la verdad”), pero sí que con el tiempo se hicieron amigos.
Cuando se independizó se instaló en Kochgasse 8. Era un hombre moderno que hablaba por teléfono, escribía con máquina de escribir, decoraba las paredes con sus fotografías, encendía la luz eléctrica por la noche y disfrutaba de una generosa vita sexualis, en sus propias palabras. El viejo apartamento de tres habitaciones se encuentra a menos de cinco minutos a pie de uno de los rincones ocultos más hermosos de Viena: Jodok-Fink-Platz. En esta plaza parece que siempre hace sol. Es el lugar donde el restaurante Il Sestante monta su terraza; el lugar donde comerse una pizza a la sombra de la columna mariana de 1713 y del esplendor barroco de la basílica de Maria Treu, un acto de civilización, un gesto de alta cultura.
Zweig era un veinteañero que vivía de la herencia de su abuela y de un sueldo mensual de la fábrica paterna en la que no trabajaba, pero que logró convertirse en autor del teatro imperial de la corte (el prestigioso Burgtheater está a 15 minutos). También fue un patriota que cayó narcotizado por el delirio bélico de la I Guerra Mundial, pero lo suficientemente cobarde e inteligente (a diferencia del pintor y poeta Oskar Kokoschka) para decepcionar a su madre y librarse de las trincheras: se enroló en el Grupo Literario del Archivo de Guerra encargado de la propaganda junto a un puñado de escritores de élite como el poeta Rainer Maria Rilke o Felix Salten, el autor de Bambi. Hizo la instrucción en la bonita ciudad vecina de Klosterneuburg, donde el emperador Carlos VI de Habsburgo quiso levantar un Escorial austriaco a orillas del Danubio, monumento que se quedó a medias, en una gran fachada que deslumbra conforme te acercas por carretera. Cerca del sanatorio de Kierling al que unos años después iría a morir Franz Kafka.
Una mudanza
Cuando se acabó la guerra, se mudó a Salzburgo, su ciudad de adopción. El escritor que hoy reconocemos se gestó allí. Su producción literaria hasta llegar a Salzburgo —poemas líricos, obras teatrales— permanece en la sombra. Compró un caserón señorial en el monte Kapuzinerberg, en el cielo de la ciudad, y empezó a escribir novelas hasta convertirse en el autor más traducido del mundo. Fue el anfitrión perfecto de personalidades como Thomas Mann, James Joyce, Maurice Ravel, Arturo Toscanini. Durante tres lustros, su casa con jardín fue la sala de estar de la cultura europea. Hoy no se puede cruzar la cerca, hace unos meses compró la propiedad el magnate del automóvil Wolfgang Porsche por una cifra superior a los ocho millones de euros.
Sí se puede visitar, cruzando el río Salzach y pasando por las casas donde nacieron Mozart y Doppler, el Stefan Zweig Zentrum. Tiene una exposición permanente con memorabilia del escritor y es un espacio para la investigación académica de su obra. En pleno centro histórico también se puede concertar la visita de un lugar mágico: el Literaturarchiv Salzburg, donde te muestran diarios, galeradas y manuscritos originales de Zweig, como el cuaderno donde escribió con tinta violeta El mundo de ayer (1941). Aunque se pierden el tacto con el papel y la conversación con la archivera, la visita es viable desde casa. El archivo sigue trabajando en la digitalización del fondo personal del escritor, incluida su colección de autógrafos, y ya ha volcado casi ocho mil imágenes de originales en su web.
El Literaturarchiv está en la majestuosa Residenzplatz. El lugar que mejor vela por la memoria del escritor se encuentra en el escenario que más la maltrató. Tras el Anschluss —la anexión de Austria a la Alemania nazi—, el 30 de abril de 1938 se quemaron los libros de Zweig en una humillante pira organizada por la asociación nazi de profesores. En Sigmund-Haffner-Gasse, una calle aledaña, hay un nuevo museo consagrado a las obras de los artistas perseguidos por el nazismo. Se han celebrado exposiciones sobre el tema, pero el Museum Kunst der Verlorenen Generation (Museo del Arte de la Generación Perdida) es la primera pinacoteca con un fondo permanente dedicado al arte degenerado. Abierta en noviembre de 2020, sus 400 pinturas son de la colección privada del profesor Dr. Heinz R. Böhme.
Stefan Zweig había huido cuatro años antes. Un registro domiciliario de la policía austrofascista en busca de unas armas que todos sabían que no existían lo convenció para abandonar el país. La amenaza antisemita lo lanzó al exilio londinense. Luego Bath, Nueva York, Petrópolis. Cuando llegó a Brasil con su segunda esposa, Lotte Altmann, el liceo vienés donde había crecido era sede de la Administración del Tercer Reich y su alumnado judío estaba en el exilio o en campos de concentración, su casa en Salzburgo —“Villa Europa”, para Zweig— ya no le pertenecía y las arcas nazis se habían cobrado su venta, sus libros se quemaban en Europa. Murieron abrazados. En la foto del atestado policial él yace con una corbata bien anudada; ella, que le sujeta las manos, con un kimono.
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