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Pasaje mortal a Europa, 2011-2020

A través de este extraordinario ensayo de fotoperiodismo, Ricardo García Vilanova nos sumerge en estos viajes caóticos, improvisados, desesperados y nos acerca a la realidad de Libia, un país en una encrucijada, devastado por la guerra y anclado en la intersección de rutas de migración peligrosas

Durante siglos, Libia fue un lugar donde confluían imperios, alianzas y redes comerciales, escenario de un movimiento transahariano de personas, ideas y mercancías. Desde finales del siglo XX, es el destino de varios millones de migrantes del norte y del África subsahariana, atraídos por la promesa de empleos en la construcción, la industria petrolera y otras oportunidades económicas. En la imagen, refugiados y migrantes en el interior de un autobús en un centro de deportación de Trípoli, de la Anti-Illegal Immigration Agency, dependiente del Gobierno de la capital.Ricardo Garcia Vilanova
Hoy, el movimiento de personas hacia y a través de Libia es parte de una historia diferente: la historia de un país roto por el conflicto, con cientos de miles de libios desarraigados de sus hogares; la historia de refugiados de todo el continente y más allá, dispersos por la guerra y la persecución, que se mueven en busca de seguridad; la historia de personas a la deriva por la desigualdad y la falta de oportunidades, moviéndose en busca de un futuro más próspero. En la imagen, refugiados y migrantes subsaharaianos intentan abandonar desesperadamente la lancha neumática en la que han pasado varias horas, y de la que ahora son rescatados en el mar Mediterráneo por miembros de la ONG Médicos Sin Fronteras.Ricardo Garcia Vilanova
Vilanova nos traslada a las terribles circunstancias que provocan estos viajes: conflicto, violencia, discriminación severa, pobreza, desarrollo estancado. En la imagen, decenas de refugiados y migrantes subsaharianos son asistidos por un equipo de cooperantes de la ONG española Open Arms y miembros de la ONG Emergency, donde médicos con EPIS toman la temperatura para el triaje de coronavirus en la primera misión COVID de esta ONG.Ricardo Garcia Vilanova
Samir, de ocho años, de Somalia, mira por la ventana del buque de rescate 'Astral' de la ONG Open Arms, mientras que otros refugiados y migrantes descansan en su ruta hacia Lampedusa durante una tormenta con vientos de hasta 65 km/hora, que sin duda hubiera significado la muerte de todos ellos. Libia, con sus 1.770 kilómetros (1.100 millas) de costa sumida en el caos, se ha convertido en un centro de inmigración ilegal hacia Europa. Los migrantes se dirigen en desvencijados botes en travesías imposibles hacia Lampedusa, a unos 300 kilómetros de la costa.Ricardo Garcia Vilanova
Reparto de alimentos en un centro de detención exclusivo para hombres en Milita, cerca de Zauiya.Ricardo Garcia Vilanova
Uno de los refugiados y migrantes a bordo del buque de rescate 'Bourbon Argos', de la ONG Médicos Sin Fronteras, reza para agradecer su rescate.Ricardo Garcia Vilanova
Refugiados y migrantes en su travesía de Libia a Europa a bordo de frágiles lanchas neumáticas que utilizan para alcanzar su objetivo.Ricardo Garcia Vilanova
Interceptados por los guardacostas libios a pocas millas de la costa, los refugiados y migrantes esperan en el puerto de Trípoli a ser trasladados a un centro de detención.Ricardo Garcia Vilanova
Un niño sirio llora de puro pánico mientras un miembro de la tripulación trata de que mantengan la calma durante una operación de rescate realizada por miembros de la ONG Open Arms en el Mediterráneo.Ricardo Garcia Vilanova
Miembros de la Media Luna Roja libia atienden a un refugiado y migrante exhausto en el puerto de Trípoli, tras ser interceptada su embarcación por los guardacostas libios.Ricardo Garcia Vilanova
Miembros de la tripulación del 'Open Arms' (izquierda y derecha de la imagen) con refugiados y migrantes en la proa del barco, rumbo a Italia.Ricardo Garcia Vilanova
Restos de una barca utilizada por los traficantes de personas en la ruta del Mediterráneo central, en las costas de Zuara, uno de los tres puntos clave en la salida de los refugiados o migrantes.Ricardo Garcia Vilanova
En la plaza principal de Trípoli, iluminada por grandes torres de luz en ambos lados, se levanta el emblemático castillo rojo que en su día fuera un museo de referencia con piezas que datan de hace 5.000 años. También hay tres puestos de palomitas, un carro tirado por dos caballos y un poni que hacen las delicias de los niños. A lo lejos se escucha música desde dos furgonetas que ofrecen helados; nada como disfrutarlos sentado viendo las cabriolas de los motoristas que atraviesan la plaza. Esta ciudad de dos millones de habitantes podría ser idílica de no ser porque el país atraviesa su tercera guerra en nueve años. El frente se encuentra a pocos kilómetros al sur de esta plaza. En la imagen, dos familias se suicidan en Sirte haciendo estallar dos Dogmas o coches bomba del ISIS. Este atentado mató al menos a 12 combatientes y causó 60 heridos. En el momento de la imagen, un tercer coche bomba estaba de camino, aunque se consiguió neutralizarlo antes de su llegada. Las estimaciones o ciales indican que el número de muertos durante la ofensiva se sitúa alrededor de 500. En total, estallaron 87 Dogmas en las últimas semanas de la guerra (2016).Ricardo Garcia Vilanova
Combates en Sirte, una ciudad que quedó arrasada por los bombardeos. Años después se convertiría en una de las capitales del Califato de ISIS (2011).Ricardo Garcia Vilanova
La primera guerra, la de 2011, fue totalmente atípica, diferente a todo lo visto anteriormente. Arrastrados por la llamada de la Primavera Árabe en la vecina Túnez, se multiplicaron las manifestaciones y protestas populares contra el gobierno de Muamar el Gada , lo que desembocó en una guerra civil. Fue la intervención de determinados países (algunos de los cuales ahora tienen posiciones enfrentadas en esta última guerra) la que garantizó la victoria del levantamiento. En la imagen, combatientes de la unidad «Shelba», aliadas con el Gobierno libio y con el apoyo de la ONU, apuntan a posiciones enemigas en la línea del frente del barrio Salah al-Din en Trípoli (2014-2020).Ricardo Garcia Vilanova
Libia se ha convertido en la frontera más violenta y mortífera del mundo: en los últimos cinco años, se calcula que 15.805 personas habrían perdido la vida (la cifra es, sin duda, mucho mayor) tras partir de sus costas con la intención de alcanzar suelo europeo. Un Estado fallido en el que, aproximadamente, más de medio millón (a fecha del 2020) de su población de 6,6 millones de habitantes son migrantes y refugiados, los más vulnerables y castigados por las tres guerras (una de ellas vigente), que han desangrado el país desde 2011. En la imagen, palestinos envueltos en humo de neumáticos quemados miran al cielo en busca de proyectiles con gases que les han disparado. Ese humo es el que tratan de utilizar para llegar a los límites de la valla, en sus actos de la Gran Marcha; aun así, cada manifestación se cobra un alto número de muertos y heridos (Gaza).Ricardo Garcia Vilanova
Miembros de la ONG Médicos Sin Fronteras pesan a un niño en una clínica móvil en la región de Bokoro (Chad).Ricardo Garcia Vilanova
Comparando cifras, de los más de 700.000 refugiados y migrantes que se encuentran actualmente en el país, solo 11.471 consiguieron llegar por mar a Italia en 2019. El resto sobrevive atrapado en el infierno libio como migrante económico, aunque la mayoría sea realmente refugiado. En la imagen, una mujer trata de consolar a su hijo en Borno. Muchas de estas familias huyen de la violencia del grupo Boko Haram, y utilizarán la vía de Libia para intentar llegar a Europa (Nigeria).Ricardo Garcia Vilanova
Una de las hijas del palestino Yahya Hasanat, de 37 años, llora su muerte causada por disparos de las tropas israelíes durante las protestas de la Gran Marcha del Retorno en la valla con Israel, que exigen su derecho a regresar a las casas y a la tierra de las que fueron expulsadas sus familias hace 70 años. Más de 254 palestinos murieron y 23.600 resultaron heridos según los informes de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Gaza).Ricardo Garcia Vilanova
Los refugiados son personas que huyen de conflictos armados o persecución. Se hallan en situaciones de vida o muerte, cruzan fronteras internacionales para buscar seguridad en países cercanos y, así, tratar de ser reconocidos internacionalmente como "refugiados". Se trata de personas a quienes negarles el asilo y la protección puede suponerles un daño físico y psicológico severo, incluyendo la muerte. En la imagen, una mujer alimenta a su hijo en un centro de salud en Borno, donde existe una elevada cifra de personas que sufren desnutrición aguda a causa de la grave crisis humanitaria causada por la violencia del grupo terrorista Boko Haram (Nigeria).Ricardo Garcia Vilanova
Un palestino inconsciente, herido por un francotirador en la primera línea de la valla, es evacuado a pulso por sus amigos. Moría poco después (Gaza).Ricardo Garcia Vilanova
Los migrantes son los que eligen trasladarse, no a causa de una amenaza directa de persecución o muerte, sino principalmente para mejorar sus vidas, en busca de nuevas posibilidades laborales, educativas, de reunificación familiar u otras. En la imagen, Bokoro: de esta región parten muchas familias por la ruta de Libia para llegar a Europa en busca de un futuro mejor (Chad).Ricardo Garcia Vilanova
Bebés en tratamiento en el área de maternidad del hospital de la ONG Médicos Sin Fronteras en Kario, región de Darfur (Sudán).Ricardo Garcia Vilanova
Hospital de Kario en Darfur, de la ONG Médicos Sin Fronteras. En la imagen pesan a un niño de Sudán del Sur para su control médico (Sudán).Ricardo Garcia Vilanova
Las más de 700.000 personas extranjeras que sobreviven en Libia son migrantes y refugiados que seguirán buscando un lugar más seguro y con mejores expectativas vitales en el futuro: ya sea jugándose la vida intentando llegar a Europa a través del Mediterráneo o en los países del norte de África. En ambos casos, como vemos en la actualidad, correrán el riesgo de ser devueltos a la casilla de salida: una Libia que se ha convertido en un callejón sin salida para las personas en tránsito. En la imagen, sirios en el campo de refugiados de Al Hawl, procedentes de la ciudad de Deir ez-Zor, de donde tuvieron que huir por los combates que asolaron la ciudad durante varios años (Siria).Ricardo Garcia Vilanova