Columna

El líder que se agarra al poder

Benjamin Netanyahu ha beneficiado de una fatiga electoral que él ha fomentado

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, celebra el resultado electoral, en Tel Aviv, el pasado 3 de marzo. AMIR COHEN (REUTERS)

Israel está gobernado por un jugador con fuerte apoyo popular, Benjamín Netanyahu. Se ha beneficiado de una fatiga electoral que él ha fomentado. Su política es crear la sensación de que su presencia al frente del país es inevitable. Tras no ganar del todo las terceras elecciones consecutivas en menos de un año (faltan tres escaños para la mayoría absoluta), acusó a su principal rival, Benny Gantz, líder del partido Azul y Blanco, de alinearse con los amigos de los terroristas y de poner en peligro la democracia israelí.

Quien lo dice tiene un problema legal grave: el 17 de este mes arr...

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Israel está gobernado por un jugador con fuerte apoyo popular, Benjamín Netanyahu. Se ha beneficiado de una fatiga electoral que él ha fomentado. Su política es crear la sensación de que su presencia al frente del país es inevitable. Tras no ganar del todo las terceras elecciones consecutivas en menos de un año (faltan tres escaños para la mayoría absoluta), acusó a su principal rival, Benny Gantz, líder del partido Azul y Blanco, de alinearse con los amigos de los terroristas y de poner en peligro la democracia israelí.

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Quien lo dice tiene un problema legal grave: el 17 de este mes arranca un proceso en el que se le acusa de tres delitos de corrupción. Necesita posponer ese juicio, lograr el apoyo de 61 de los 120 diputados (tiene 58) y aprobar una ley retroactiva que le garantice la inmunidad.

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El bloque de la derecha, que es de ultraderecha, trata de atraer a tres tránsfugas de la llamada izquierda, o lograr el apoyo del no menos ultraderechista Avigdor Lieberman, cuya agenda laica (que los ultrarreligiosos hagan la mili) choca con la de los ultrarreligiosos aliados del primer ministro en funciones.

Con “los amigos de los terroristas” se refiere a la Lista Conjunta árabe israelí, que ha logrado 15 escaños. Es la gran sorpresa. Ha movilizado a su electorado pese a que su presencia en el Parlamento es irrelevante. El resto de los partidos le hacen el vacío.

Su éxito tiene que ver con la alarma creada por el plan de Trump, que incluye un cambio de soberanía para 10 poblaciones limítrofes con la Línea Verde. Pasarían a la Autoridad Palestina. Sus habitantes perderían la nacionalidad israelí. Los palestinos que la tienen suman el 20% de la población.

Netanyahu ganó sin mayoría la primera elección, la de abril de 2019, una situación similar a la actual. Gantz ganó las segundas, también sin mayoría. Ahora ha vuelto a la segunda posición. No se atrevió a distanciarse del discurso ambiente. Netanyahu lleva 14 años en el cargo. Para conseguirlo ha destruido planes de paz e iniciativas para alcanzar un pacto con los palestinos. En casi tres lustros ha derechizado a la sociedad israelí, que vive en un tobogán emocional. No será fácil que se vaya. Denuncia que le quieren robar la victoria. Habla de los tribunales.

Mientras que la juventud israelí es cada vez más derechista y aboga como Netanyahu por la anexión de gran parte de Cisjordania, la juventud estadounidense está con Sanders, un judío de Brooklyn que detesta las políticas de Netanyahu. Hay varias partidas simultáneas y en todas pierden los palestinos. El excelente resultado de la Lista Conjunta aviva el temor a una solución Edward Said. Este gran intelectual palestino, ya fallecido, proponía renunciar al Estado propio y pedir en masa la nacionalidad israelí. Serían casi la mitad de la población. Obligaría a resolver un dilema que no es nuevo: Estado judío o democracia.

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