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El rico archivo de tatuajes reunido en una cárcel de São Paulo a principios del XX

El Museo Penitenciario Paulista guarda 2.600 fotografias y detalladas fichas elaboradas entre 1920 y 1940 de los dibujos con los que los presos brasileños y llegados con la inmigración desde todo el mundo se decoraban la piel. Los científicos de la época sostenían que el comportamiento criminal obedecía a características biológicas o marcas físicas

Una investigadora hojea uno de los tomos del archivo del Museo Penitenciario Paulista, en la imagen una de las fichas.Lela Beltrão
Cada una de las fotografías quedó depositada con una ficha que documenta los datos personales del preso, el delito por el que fue condenado y si era reincidente, y los del dibujo: quién lo hizo, cuándo, dónde, de qué color es, qué muestra, y en qué parte del cuerpo está ubicado.Lela Beltrão
Dos presos muestran para la cámara de la prisión sus tatuajes. Cada una de las fotografías quedó depositada con una ficha que documenta los datos personales del preso, el delito por el que fue condenado y si era reincidente, y los del dibujo: quién lo hizo, cuándo, dónde, de qué color es, qué muestra, y en qué parte del cuerpo está ubicado.LELA BELTRÃO
A la izquierda, Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil, a la derecha una mariposa, tatuadas ambas sobre el pecho de sendos reclusos, fotografiados para una investigación científica en la prisión de Carandirú, en São Paulo, entre 1920 y 1940.Lela Beltrão
Un rudimentario aparato con el que los presos de hacían tatuajes tras las rejas, expuesto en el Museo Penitenciario Paulista. La práctica estaba y está prohibida en las prisiones de Brasil por motivos de higiene.Lela Beltrão
El querubín que el español Manuel H. R. tenía tatuado y que el doctor Mello fotografió en São Paulo. Se lo hizo un tatuador italiano en Pensilvania (EEUU). Ayudante de albañil, estaba preso por hurto y era reinciente. Amor de madre es uno de los lemas que se repite en el archivo del Museo Penitenciario Paulista.Lela Beltrão
Algunos de los nueve tatuajes de Leonid G., un fontanero letón, que ocupan tres fichas del archivo del antiguo complejo carcelario de Carandirú. Los primeros se los hizo en un bar de Riga a los 14 años, los siguientes en un muelle de Montevideo (Uruguay) a los 17.Lela Beltrão
Las mujeres, desnudas a menudo pero no siempre, son uno de los motivos más repetidos en el archivo reunido en una cárcel brasileña.Lela Beltrão
La mayoría de los presos cuyos tatuajes fueron retratados eran agricultores blancos, católicos. Muchos eran de origen inmigrante porque a principios de XX las autoridades atrajeron mano de obra extranjera para blanquera Brasil tras la abolición de la exclavitud.Lela Beltrão
El responsable del acervo del Museo Penitenciario Paulista, el historiador William Santiago, y la historiadora Silvana Jeah, autora del libro Uma história da tatuagem no Brasil, posan en el archivo del Museo Penitenciario Paulista, en São Paulo, este octubre.Lela Beltrão
El complejo carcelario de Carandirú, donde se hicieron las fotos que integran el archivo de los tatuajes, fue en aquella época, entre los años veinte y cuarenta del XX, laboratorio de vanguardistas experimentos científicos y de reinserción social. Pero pasó a la historia de Brasil como escenario de la peor matanza carcelaria. En 1992, la policía mató a tiros a 111 presos para sofocar un motín.Lela Beltrão
Los corazones y los nombres de mujer son dos de los motivos frecuentes en los tatuajes reunidos en la colección del Museo Penitenciario Paulista.Lela Beltrão
El italiano Cesare C. se tatuó en la mano derecha la fecha en la que por última vez visitó una iglesia. Se hizo el dibujo en el templo.Lela Beltrão
Cada uno de los dibujos en la piel de los presos fue fotografiado y descrito en una detallada ficha donde constan todos los detalles de cuándo fue hecho, donde, por quién y si el tatuador estaba tatuado.Lela Beltrão