Columna

Estar o no estar

Lo internacional no interesa a la opinión pública, dicen. No da votos

Pedro Sánchez, el pasado marzo en Bruselas. (AFP)

La campaña electoral pasa sin que le roce el mundo. Enfrascados como siempre en la bronca patria, la política exterior ni está, ni se la espera. Llamativo, pues en un sistema tan descentralizado como el nuestro, es una de las auténticas políticas de Estado.

Lo internacional no interesa a la opinión pública, dicen. No da votos. La misma excusa dan muchos medios de comunicación. Pero ¿no son ambos, políticos y medios, los que marcan la agenda? ¿No es también su obligación poner de manifiesto cómo lo que ocurre fuera nos afecta dentro? ¿Y cómo podemos desde aquí influir en lo de allí?
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La campaña electoral pasa sin que le roce el mundo. Enfrascados como siempre en la bronca patria, la política exterior ni está, ni se la espera. Llamativo, pues en un sistema tan descentralizado como el nuestro, es una de las auténticas políticas de Estado.

Lo internacional no interesa a la opinión pública, dicen. No da votos. La misma excusa dan muchos medios de comunicación. Pero ¿no son ambos, políticos y medios, los que marcan la agenda? ¿No es también su obligación poner de manifiesto cómo lo que ocurre fuera nos afecta dentro? ¿Y cómo podemos desde aquí influir en lo de allí?

Es un falso dilema, además, porque no se puede separar lo interior del exterior. Ahí están las consecuencias del Brexit, de la crisis venezolana, de la inestabilidad en el sur del Mediterráneo, sin ir más lejos.

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Durante años la política exterior ha estado ausente. La inesperada llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa supuso un cambio de actitud. Sánchez ha viajado más al exterior en sus meses en el cargo que sus dos antecesores juntos, más allá de las obligadas citas internacionales. Sus críticos le atacaron cuestionando qué hacía fuera, con lo que tenía dentro, con esa ceguera exterior de que tantos hacen gala.

Porque en la acción internacional hay que estar. No basta con decir que hay que recuperar el peso perdido. Hay que tocar terreno, conocer a los líderes. Las relaciones personales no son suficientes, pero sí importantes.

Cuántos en Europa, aun sin apoyar abiertamente su causa, miran con simpatía a los independentistas catalanes gracias a la eficaz estrategia exterior que han desarrollado durante años. Cuánto mejor nos hubiera ido si la Administración española no hubiera hecho dejación de funciones a la hora de contrarrestar dicha estrategia. Por cierto, que un 155 automático y duro en las circunstancias actuales, como pretenden algunos, sería un nuevo impulso al apoyo independentista en el exterior.

España debe estar en Europa, sí; estar y tratar de marcar el ritmo, de proponer ideas, de acompañar el liderazgo francoalemán para diseñar hacia dónde va la Unión. Con Italia como está y el Reino Unido con un pie fuera, es nuestro papel. Pero también hay que estar en África y en Asia, si no queremos descolgarnos del mundo que viene. Y, por supuesto, consolidar una nueva relación con América.

Y hay que estar, activamente, en el debate de los temas que están marcando el futuro, como la democracia, la robotización y el impacto en el trabajo de la inteligencia artificial, el combate eficaz contra un cambio climático que nos afecta notablemente, la configuración de un orden mundial en transformación.

De nada de esto se habla en campaña. Pero los ciudadanos tienen derecho a elegir por ellos mismos si es algo que les interesa o no.

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