3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Cuando acompañar es impregnarse

Durante 25 años, medio millar de voluntarios de las Brigadas Internacionales de Paz han defendido la no violencia y los derechos humanos en Colombia

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Voluntarias de las Brigadas Internacionales de Paz en Colombia.PBI Colombia.
“Si me muero por lo menos sé que en mi vida estaba haciendo lo que quería hacer, en el lugar en el que quería estar.” JORGE MATA

La Comunidad de Paz de San José de Apartadó se constituyó hace 22 años como una novedosa experiencia campesina de resistencia no violenta a las imposiciones de la guerra en Colombia. Su postura le ha llevado a ser agredida por todos los bandos, cobrándose la vida de más de 300 de sus miembros. Actualmente sigue siendo sometida al control férreo por parte de grupos paramilitares, que le asaltan y amenazan continuamente con anuencia del propio ejército colombiano. Su persistencia en la lucha por sus derechos no hubiese sido posible sin el arropo que le han ofrecido organizaciones y colectivos internacionales, entre las que se cuentan las Brigadas Internacionales de Paz (PBI), que aún hoy disponen allí de un grupo de voluntarios acompañantes.

Las PBI se establecieron en Colombia desde 1994, tres años después de la promulgación de la Constitución de 1991, a un año de la muerte del capo Pablo Escobar a manos de la policía y justo el año en que era asesinado Manuel Cepeda (último senador elegido por las listas de la UP, partido político exterminado por facciones de ultraderecha). Un año más tarde, Álvaro Uribe Vélez, posesionado como gobernador de Antioquia, comenzaría el proceso de legalización de cooperativas armadas para la autodefensa (Convivir) que posteriormente derivarían en la configuración de un poderoso ejército paramilitar, causante del mayor despojo de tierras y desplazamiento de campesinos ocurridos en Colombia.

PBI arribó a Colombia cuando mediaba una década signada por agresivas medidas de liberalización económica, privatización y recortes sociales que originaron una alta inconformidad social y cuya represión ha sido caracterizada por entendidos como una verdadera guerra sucia contra la población, siendo habituales las masacres y desapariciones. Además, a finales de esa década Colombia desarrolló el mayor crecimiento militar de su historia a través de la financiación y apoyo estadounidense con el llamado Plan Colombia (10.000 millones de dólares).

Durante 25 años han pasado por Colombia alrededor de quinientos brigadistas de variadísimas nacionalidades: Reino Unido, Italia, Holanda, Francia, Bélgica, Alemania, México o España, entre otras. Sus voluntarios se han personado en apartados rincones de la geografía colombiana buscando proteger el espacio político de organizaciones, comunidades y agentes sociales, para que puedan desempeñar su labor reivindicativa de los derechos humanos, sociales y ambientales.

Desde tres pequeñas oficinas ubicadas en Bogotá, Apartadó y Barrancabermeja, PBI coordina su presencia en 12 departamentos (entre un total de 32) entre los que se encuentran Antioquia, Cauca, Chocó, Casanare, Santander o Bolívar. Esto ha permitido que PBI adquiera un importante conocimiento de la geografía que, sumado a la experiencia del acompañamiento directo a más de una veintena de organizaciones, le ha convertido en voz autorizada frente a los desafíos de los derechos humanos en Colombia. Su desempeño –amparado en principios de no partidismo, no intervencionismo y no violencia– le ha convertido en interlocutor respetable ante una compleja red de instituciones, organismos multilaterales y delegaciones diplomáticas. Día a día, procuran la oportuna observancia de las manifestaciones del conflicto social, la identificación de amenazas para la población civil y las garantías para que se implementen medidas para su protección.

En un contexto tan complejo, pocas veces consideramos la implicación personal que conlleva hacerse brigadista, ni los efectos que desata en sus relaciones familiares y sentimentales. El acompañamiento internacional resuena mucho más allá de las fronteras físicas del aquejado país suramericano. También impregna la vida misma del acompañante y su entorno íntimo.

Los españoles Jorge Mata y Miguel Ángel Giménez, así como la holandesa Dorothea Timmer, decidieron un día irse para Colombia como brigadistas. Acudieron a lugares como Barrancabermeja, Cacarica o las barriadas de Medellín, y favoreciendo el desarrollo de espacios como las zonas humanitarias de Camelias y Nueva Esperanza (Chocó), la Corporación Jurídica Libertad, el Comité de Solidaridad con Presos Políticos o la Organización Femenina Popular, entre otros. Su fuerza común es que, una vez terminada su labor como brigadistas, continuaron ejerciendo su acompañamiento desde una opción personal y vital, siendo su propia existencia una extensión de los anhelos de paz y justicia de aquellos sitios que habitaron e hicieron suyos.

Los tres fallecieron en el intervalo transcurrido entre 2011 y 2017. Su estela entre comunidades y organizaciones defensoras de derechos humanos se refleja en recuerdos, anécdotas e historias que estallan sin parar en selvas, pueblos y ciudades de Colombia, a la par que en el seno de sus propias familias y amigos.

Pronto tendremos la oportunidad de recordarles públicamente. A partir del otoño de este año podremos asistir en Madrid a la exposición Presencias impregnadas, un relato gráfico y artístico producido desde la Asociación Mesa Poética por la Paz con el respaldo de la Asociación XXI Solidario, Human Rights Everywhere, Asociación Katío y PBI España. Será la oportunidad de resaltar la transformación personal y familiar que les significó a estos tres brigadistas la experiencia de actuar como acompañantes internacionales en Colombia, visibilizar a quienes hoy siguen cumpliendo con tan valiosa tarea y reconocer la labor de PBI en un país que aún continúa hostigado por tremendas fuerzas productoras de dolor y desdicha.

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