Columna

Libia no es segura para los migrantes

Debajo de la partida de póker, o de ajedrez, y de la venta de armas a países en conflicto y el control del petróleo, hay personas sin derechos que esperan el milagro de la visibilidad

Fotografía de archivo fechada el 5 de abril de 2019, que muestra a Jalifa Hafter a su llegada a un congreso internacional sobre Libia, en el Palacio del Elíseo de París, Francia.ETIENNE LAURENT (EFE)

Llamamos mariscal de campo a Jalifa Hafter porque es un señor de la guerra con las amistades adecuadas: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto; y, entre bambalinas, EE UU, cuya agencia de espionaje —la CIA— tanto le ha ayudado desde 1989. En Libia se desarrolla una partida de póquer sobre un doble tablero de ajedrez, el de la Cirenaica y el de la Tripolitania, dos antiguas provincias romanas a las que les costó sentirse un solo país bajo el puño de hierro de Muamar el Gadafi. En ella participan los países ya citados, además de la Rusia de Vladímir Putin, envalentonada tras su éxito en S...

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Llamamos mariscal de campo a Jalifa Hafter porque es un señor de la guerra con las amistades adecuadas: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto; y, entre bambalinas, EE UU, cuya agencia de espionaje —la CIA— tanto le ha ayudado desde 1989. En Libia se desarrolla una partida de póquer sobre un doble tablero de ajedrez, el de la Cirenaica y el de la Tripolitania, dos antiguas provincias romanas a las que les costó sentirse un solo país bajo el puño de hierro de Muamar el Gadafi. En ella participan los países ya citados, además de la Rusia de Vladímir Putin, envalentonada tras su éxito en Siria.

También juega la Francia de Emmanuel Macron, que coquetea con Hafter —le recibió en el Elíseo—, enfrentada a la Italia de Matteo Salvini, que apuesta por el actual Gobierno de Trípoli, reconocido por la ONU y la UE. Con él tiene acuerdos para dificultar la salida de pateras y devolver a los que lograron echarse a la mar. Libia fue colonia italiana.

Las fuerzas de Hafter controlan desde febrero el sur, incluidos los yacimientos de petróleo de Al Sharara, en los que participa Repsol, vitales para Trípoli. Su plaza fuerte es Bengasi, donde derrotaron a las franquicias armadas yihadistas, fueran del ISIS o de Al Qaeda. Les costó cuatro años hacerse con Cirenaica. Trípoli no será un paseo militar. De momento han conseguido desbaratar la Conferencia Nacional impulsada por la ONU y dejar en suspenso unas elecciones que no deseaban. Tienen la iniciativa política.

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Al EE UU bipolar de Donald Trump, que en teoría apoya el plan de la ONU y al Gobierno de Trípoli, no le desagrada la idea de que Libia vuelva a estar en manos de un hombre fuerte. Las prisas han llegado por la creciente influencia de Rusia en el entorno de Hafter.

¿Qué fue de los migrantes devueltos por la UE a Libia? Sabemos que 3.400 se han visto desplazados en los últimos días, y que 1.400 se encuentran en campamentos próximos al frente. ¿No era un país seguro? ¿Algún plan para protegerlos?

El 85% de los rescatados en el Mediterráneo central desde julio de 2018 fueron devueltos a Libia. No solo están en riesgo debido a la guerra, preocupa su situación cotidiana encerrados en campos de concentración donde se violan los derechos humanos. Hay noticias de vejaciones y abusos sexuales. La CNN filmó en noviembre de 2017 una subasta de esclavos.

Pero hemos conseguido el objetivo: alejarles de nuestras costas y de nuestra conciencia. Si no salen en nuestras televisiones no nos obliga a ser testigos de su destino. Deslocalizamos la responsabilidad legal porque algunos son refugiados que escapan de guerras de las que no somos inocentes. Debajo de la partida de póquer, o de ajedrez, y de la venta de armas a países en conflicto y el control del petróleo, hay personas sin derechos que esperan el milagro de la visibilidad.

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