Micah P.Hinson interpreta ‘Fuck Your Wisdom’

UNA MUJER rebusca en la basura que tiraste la noche anterior. Tres jóvenes trapichean en el parque mientras un niño camina solo y sujeta con fuerza su mochila del colegio. En el bar de siempre, una camarera sirve café a un cliente al tiempo que otro se hace el despistado para rozar su nalga.

Dos señoras, cargadas de billetes, entran en la clínica de estética que promete resultados sorprendentes. Un señor, sin nada en los bolsillos, levanta la persiana de su vieja librería que luce el cartel de “liquidación por cese de actividad”. Un conductor insulta a otro y viceversa. Muchos coches ha...

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UNA MUJER rebusca en la basura que tiraste la noche anterior. Tres jóvenes trapichean en el parque mientras un niño camina solo y sujeta con fuerza su mochila del colegio. En el bar de siempre, una camarera sirve café a un cliente al tiempo que otro se hace el despistado para rozar su nalga.

Dos señoras, cargadas de billetes, entran en la clínica de estética que promete resultados sorprendentes. Un señor, sin nada en los bolsillos, levanta la persiana de su vieja librería que luce el cartel de “liquidación por cese de actividad”. Un conductor insulta a otro y viceversa. Muchos coches hacen sonar sus bocinas a la vez. Las calles apestan a aceite recalentado.

Un grupo de personas hace cola en la puerta de una iglesia que reparte desayunos. Está situada junto a un cine que proyecta una superproducción sobre un cura pederasta.

Otro señor vende, sobre una sábana colocada en el suelo, todos sus recuerdos. Una muchacha altiva pisa con el tacón negro de aguja la sábana, llega tarde o demasiado pronto a ninguna parte.

Decenas de transeúntes se cruzan unos con otros sin reparar en los detalles. Uno de cada seis pierde levemente el equilibrio a consecuencia de sus redes sociales. Accidente de moto sin víctimas. “Vendo oro”, “Lotería”, “¿tiene un minuto para salvar el mundo”?

Últimas rebajas. Se alquila local comercial con salida de humos. El reloj de la puerta del sol. El frío, la contaminación, los gritos de una manifestación.

Una voz amarga te acompaña desde que saliste esta mañana narrando la ciudad. Está conquistando tu mente, tu sangre, tu piel. No has perdido el juicio y has desayunado bien. Sin embargo, la llevas pegada a la suela del zapato, sobre tu hombro izquierdo, junto al diablo que pelea con el ángel por dominar a tu conciencia.

Te susurra cosas al oído. Saca lo peor del mundo, de ti. Es domingo y es tu cumpleaños. Casi nadie te recuerda y los que se acuerdan, no van a llamar. Deseas entrar en el último bar, pedir botella de whisky y una servilleta para escribir tus ultimas voluntades con él sonando de fondo.

El americano Micah P.Hinson, en este vídeo de Malditos Domingos, es el canto de los perdedores, de los imperfectos, de los inmortales. De los sin techo, de los clientes de motel de carretera, de los que están dentro de un cárcel sin ser culpables ni inocentes.

Es la América de Las uvas de la ira de John Steinbeck, A sangre fría de Truman Capote. De aquel que se ahogó en el fondo del océano, enterraron vivo en su ataúd y resurgió solo para contarlo a través de la música.

En cada verso parece morir un poco, caer en un pozo sin fondo, deslizarse por el sumidero de un agujero negro. Su timbre cruje como las maderas de un viejo escenario. Cuando abre la boca parece pisar descalzo los mil pedazos de un cristal roto, las cenizas de un volcán.

Hiere tanto que te planteas golpear tu cabeza contra una pared pero en realidad no quieres perder ni un segundo del amanecer que llegará tras la tormenta.

Estará toda la noche contigo y acabarás llorando sobre su canción. Te vaciará hasta dejar la casa vacía. Que siga cantando aunque duela porque si se marcha habrá que enfrentarse a todo lo que ha enseñado con su voz.

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