Columna

Plomos fundidos

Con la salida de Jim Mattis como secretario de Defensa, la Casa Blanca de Trump se queda sin la vigilancia del último ‘adulto en la guardería’

El presidente de EE UU, Donald Trump, en la Casa Blanca, el pasado 21 de diciembre. Evan Vucci (AP)

Han saltado todos los plomos en la Casa Blanca. El presidente loco ya puede moverse a sus anchas, ahora a oscuras y con las alarmas desconectadas, sin nadie que le vigile. Se ha fundido el último fusible, que era Jim Mattis, el único adulto en la guardería que quedaba. Se va, harto de tanto disparate, después de escribir una carta en favor del orden internacional y del respeto hacia los países amigos y aliados, y tomando distancia de potencias autoritarias como Rusia y China. Su...

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Han saltado todos los plomos en la Casa Blanca. El presidente loco ya puede moverse a sus anchas, ahora a oscuras y con las alarmas desconectadas, sin nadie que le vigile. Se ha fundido el último fusible, que era Jim Mattis, el único adulto en la guardería que quedaba. Se va, harto de tanto disparate, después de escribir una carta en favor del orden internacional y del respeto hacia los países amigos y aliados, y tomando distancia de potencias autoritarias como Rusia y China. Su escrito tiene algo de testamentario y constituye todo un programa contra Trump.

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La alta tensión de esta caótica presidencia consume más responsables políticos de los que Trump es capaz de nombrar para sustituirlos, según unos criterios cada vez más próximos a la fidelidad personal y a la obediencia ciega. Son más de 100 los altos cargos que han cambiado, de los que unos 40 son de máximo nivel, sin que nunca haya sido completada la plantilla entera del Gobierno, especialmente en el crucial departamento de Estado, y esto sucede cuando ya van a cumplirse los dos años de este mandato.

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Muchos de los quemados y huidos intentaron evitar decisiones absurdas o contraproducentes, como ha sido ahora el caso de Mattis respecto a la retirada completa de las tropas de Siria y de la mitad de las que están en Afganistán. Bob Woodward ha documentado en su libro Miedo cómo el consejero económico, Gary Cohn, también dimitido, retiró de la mesa presidencial un decreto listo para la firma con el que se rompía el acuerdo comercial con Corea del Sur, país donde hay tropas estadounidenses estacionadas, de forma que se abría un auténtico boquete en la seguridad de Estados Unidos frente a un poder nuclear emergente como Corea del Norte.

El abandono de Siria es un regalo de Trump a Turquía, Rusia e Irán; significa el ignominioso abandono de las tropas kurdas que han contribuido a la lucha contra el Estado Islámico; y constituye un peligroso precedente sobre el comportamiento de Washington en Oriente Próximo.

Sin Mattis todo es posible, incluida la retirada de la OTAN, el abandono de la alianza con Corea del Sur o la culminación del desentendimiento en Irak y Afganistán. Ni un solo país aliado ha acogido positivamente el anuncio, que parte de una noticia falsa o fake news como es la declaración de la victoria sobre el Estado Islámico para justificar la retirada. Son muchos los observadores que, por el contrario, temen que el retraimiento estadounidense aliente las tensiones en Oriente Próximo y conduzca al renacimiento del peligroso grupo terrorista.

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