Roosevelt: para bailar suavecito

Este veinteañero alemán hace ese tipo de electrónica que es como pasar la mano por el lomo de un cachorro: gustosa y reconfortante

Si tiene aspecto de niño bueno, y hace música de niño bueno, quizás sea un niño bueno. Se llama Roosevelt.Gianfranco Tripodo

Colonia es una ciudad vieja que no vive del pasado. Impulsada por una poderosa industria, se trata de uno de los focos culturales de Alemania y ha conseguido mantenerse al margen del circuito del turismo masivo. Es, además, cuna de la música más inventiva desde los años setenta. Allí fundó el ingeniero Conny Plank su mítico estudio, al que Kraftwerk, Devo o el mismísimo Duke Ellington se acercaron a grabar sesiones históricas.

Existe hasta un Sonido Colonia. Kompakt es el sello que más ...

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Colonia es una ciudad vieja que no vive del pasado. Impulsada por una poderosa industria, se trata de uno de los focos culturales de Alemania y ha conseguido mantenerse al margen del circuito del turismo masivo. Es, además, cuna de la música más inventiva desde los años setenta. Allí fundó el ingeniero Conny Plank su mítico estudio, al que Kraftwerk, Devo o el mismísimo Duke Ellington se acercaron a grabar sesiones históricas.

Existe hasta un Sonido Colonia. Kompakt es el sello que más ha hecho por definirlo y darle brillo. Las coordenadas sonoras de muchos de sus artistas se encuentran a medio camino entre el dub, el ambient y el minimal. Y luego están jóvenes artistas como Roosevelt que parecen encantados de su lugar de residencia. “Colonia es una ciudad pequeña comparada con Berlín, pero tiene una de las escenas de música electrónica más importantes de todo el país”, explica el músico de 28 años nacido a orillas del Rhin bajo el nombre de Marius Lauber. “Me gusta porque la fiesta está muy centrada en lo musical, a diferencia de Berlín, donde las drogas y la juerga lo inundan todo. Aquí también hay de eso si quieres, pero la gente está muy atenta a la música, a lo que pincha el dj”.

Los chicos de Kompakt le dieron una de sus primeras oportunidades tras los platos cuando contaba 18 años. Fue residente durante unos meses de Total Confusion, las fiestas más emblemáticas de la ciudad y, cuentan, que también las más salvajes. Aunque Marius se hace el loco. “Nada destacable. Lo típico que se hace cuando eres adolescente”, dice, quitándole importancia a pinchar junto a algunos de los padres de la nocturnidad teutona.

Pero cuando arrasó fue en 2013. Justo después de elegir su apodo. “Necesitaba un nombre, porque me habían contratado para un directo. Y Roosevelt sonaba bien, sin más”. Su sencillo Elliot le convirtió en el músico a seguir según la crítica de medio mundo, de The Guardian a Pitchfork. Sin embargo, quien le puso en el disparadero de verdad fue Joe Goddard, miembro de Hot Chip y máximo responsable de Greco-Roman, la discográfica que publicó sus primeras referencias.

Me encantan las bandas sonoras en las que prácticamente puedes ver la película. Son los sintetizadores. Con ellos consigues una relación con el oyente muy diferente a la que logras con otros instrumentos”

“Joe es un enamorado de los sintetizadores, tiene una colección que no puedes imaginar. Cada vez que estoy en Londres me acerco a su casa a ver qué tiene nuevo. Es un verdadero friki: siempre me anima a probarlos y a encontrar mi propio estilo”. Así, no resulta extraño que también disfrute remezclando a grupos como Rhye o Chvrches. Han pasado seis años de su primer tema, Sea, y lo único que ha hecho su música ha sido crecer. Sus directos han ganado en complejidad y en miembros: ahora va acompañado por un bajista y un batería. Una formación que podría recordar remotamente a sus inicios en el mundo del pop, cuando formaba parte de una banda indie.

En 2016 llegó su primer disco, Roosevelt, y acaba de publicar el segundo, Young romance, que transmite hedonismo y ensoñación. Es electrónica de alma pop que lo mismo evoca la elegancia de Caribou que a los New Order más balearic. Un sonido que no está tan alejado del chillwave de personajes como Washed Out, el hombre que abrió los ojos a una generación deseosa de ritmos narcóticos y que colabora en el tema Forgive.

“Fue sencillo. Le mandé una canción que pensé que podía encajar y enseguida lo hicimos. De alguna manera, mi música está muy conectada con aquello que Washed Out inició hace una década”, comenta el artista alemán. Otra constantes habituales en los dos álbumes es lo cinemático. “No vas por mal camino”, confiesa. “Me encantan las bandas sonoras, como la de Drive, en las que prácticamente ves la película. Son los sintetizadores. Con ellos consigues una relación con el oyente muy diferente de la que logras con otros instrumentos. Mi mánager trabaja con los compositores de la serie Stranger things y estamos pensando en hacer alguna colaboración. Es algo que tengo pendiente y que me encantaría”.

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