El túnel de la Mancha

El comercio con el otro lado del océano, América, no sustituirá jamás lo que simboliza el túnel

Un tren entra en el eurotúnel, en Calais. DENIS CHARLET/ AFP

El sistema sanguíneo común entre Europa y Reino Unido tiene en el eurotúnel bajo el Canal de la Mancha una arteria aorta.

Se inauguró en 1994, al compás del lanzamiento del mercado interior europeo. Se diseñó en función del aumento de tráfico que este posibilitaría: con Gran Bretaña. Y con Irlanda.

Desde entonces pasan todos los años por él millones de pasajeros, coches, autocares y... camiones de mercancías. Para recorrer 50 kilómetros tardan 35 minutos, infinitamente menos que por vía marítima, si el tiempo y el oleaje la permiten. Es un medio de transporte seguro. En un cuarto...

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El sistema sanguíneo común entre Europa y Reino Unido tiene en el eurotúnel bajo el Canal de la Mancha una arteria aorta.

Se inauguró en 1994, al compás del lanzamiento del mercado interior europeo. Se diseñó en función del aumento de tráfico que este posibilitaría: con Gran Bretaña. Y con Irlanda.

Desde entonces pasan todos los años por él millones de pasajeros, coches, autocares y... camiones de mercancías. Para recorrer 50 kilómetros tardan 35 minutos, infinitamente menos que por vía marítima, si el tiempo y el oleaje la permiten. Es un medio de transporte seguro. En un cuarto de siglo de funcionamiento se cuentan con los dedos de una mano las paradas por incendios y otras incidencias.

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Por el eurotúnel circula un 20% del comercio británico con la UE. De tan sofisticado, el sistema es muy vulnerable: las operaciones de carga y descarga de camiones en la lanzadera está calculada —y se realiza— al minuto. Cualquier contratiempo imprevisto sería capaz de colapsarlo.

Como una congestión burocrática. Un nimio problema de etiqueta en el ignoto (y virgen) modelo tecnológico de unión aduanera de Theresa May —identificaciones distintas para cada producto, según su destino a las islas, o al continente— sería letal.

El comercio con el otro lado del océano, América, no sustituirá jamás lo que simboliza el túnel. Lo ha dejado claro la visita de Donald Trump a Londres: arsénico para el Brexit de May.

No porque declarase a The Sun que la idea de May de mantenerse casi en el mercado interior (de mercancías) con Europa será incompatible con un ambicioso acuerdo comercial con EE UU. Ni porque luego lo negase, pese a que el diario lo tenía grabado. Sino por el precio que pondría a ese tratado.

“Lo que no podrá haber con Reino Unido es una situación como la actual con la UE”, dijo Trump. O sea, será peor. Y ya anunció en qué: altas tarifas para los coches ensamblados en Reino Unido, invasión de las islas con sus productos agrícolas. Así que: “Le doy a nuestra relación el nivel más alto de especial”, prometió. Ja, ja, ja, qué tipo tan gracioso.

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