¿Somos irresponsables?

La mancha de un político salpica a todo su partido. No nos interesa el pecado. Tampoco el pecador. Solo castigar a los otros y salvar a los nuestros

Pleno de la Asamblea de Madrid al que asiste la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.Víctor Sainz

Ahora son las supuestas notas falsas del máster de Cristina Cifuentes. Antes, la sombra de la corrupción sobre una senadora. Cada poco, un nuevo escándalo. Y la vieja pregunta de siempre: ¿por qué a nuestros políticos les cuesta tanto asumir responsabilidades? Seguida de la coletilla: “En Alemania ya hubiera dimitido”.

Aprovechando que la Semana Santa invita a la introspección, examinemos el alma nacional. ¿Somos los españoles y españolas especialmente irresponsables? Los estudios que comparan culturas, como los de Geert Hofstede, nos ofrecen algunas pistas interesantes. Un rasgo que ca...

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Ahora son las supuestas notas falsas del máster de Cristina Cifuentes. Antes, la sombra de la corrupción sobre una senadora. Cada poco, un nuevo escándalo. Y la vieja pregunta de siempre: ¿por qué a nuestros políticos les cuesta tanto asumir responsabilidades? Seguida de la coletilla: “En Alemania ya hubiera dimitido”.

Aprovechando que la Semana Santa invita a la introspección, examinemos el alma nacional. ¿Somos los españoles y españolas especialmente irresponsables? Los estudios que comparan culturas, como los de Geert Hofstede, nos ofrecen algunas pistas interesantes. Un rasgo que caracteriza a casi todas las democracias avanzadas —de Canadá a Australia, pasando por EE UU, Reino Unido, Francia o Suecia— es que son culturas del “Yo”, no del “Nosotros”. Sus ciudadanos se sienten fundamentalmente responsables de sí mismos (y de su familia directa).

Por el contrario, en el resto del mundo predominan las culturas del “Nosotros”. Los ciudadanos se identifican con un grupo más amplio (familia extensa, amigos, clan, etcétera), cuyos miembros se cuidan a cambio de lealtad.

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A medio camino entre el individualismo y el colectivismo se encuentra España. Curiosamente, junto a la también católica Austria, y a la confucionista Japón. Esto tiene varias ventajas. Por ejemplo, los españoles nos sentimos relativamente cómodos en casi cualquier lugar del planeta. Y viceversa. Nuestra forma de vida gusta a personas de sociedades muy diferentes.

El inconveniente es que, en comparación con otras democracias capitalistas, nos cuesta asumir la responsabilidad individual. El problema personal de un político, ya sea el currículo o la malversación de fondos, se convierte en grupal: la oposición nos ataca, prietas las filas. Como confesaban fuentes del PP madrileño, proteger a Cifuentes es “por pura supervivencia, si cae no aguantamos más”. No es ella. Somos nosotros. El grupo.

Por eso, nuestros políticos se agarran a la silla más que alemanes o británicos. La mancha de un político salpica a todo su partido. No nos interesa el pecado. Tampoco el pecador. Solo castigar a los otros y salvar a los nuestros. @VictorLapuente

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