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Perseguidos

Los niños albinos de Mozambique corren el riesgo de ser asesinados y desmembrados porque la superstición dice que sus huesos traen prosperidad

Moamina, de seis años, en su casa de un barrio de Lichinga, en Mozambique, el 31 de marzo de 2017. La niña padece albinismo oculo cutáneo, un trastorno genético por el cual la piel, el cabello y los ojos carecen prácticamente de pigmentación. No ve bien y tiene múltiples marcas de quemaduras solares y posiblemente cáncer de piel. Debido a la pobreza y a la falta de información, ni ella ni sus hermanas utilizan protección solar. Cuando tenía cinco años, Moamina fue secuestrada de su casa, pero Theresa, amiga y vecina de su familia, siempre vigilante, la salvó milagrosamente. Podría haber sido mucho peor. Después de secuestradas, las víctimas son desmembradas y vendidas a los curanderos que fomentan la falsa creencia cultural, importada de países vecinos como Tanzania y Malaui, de que sus huesos traen buena suerte, riqueza y felicidad. Los niños como Moamina están particularmente expuestos a estos secuestros porque son pequeños y se cree que son puros.
Moamina, de seis años (derecha), y sus dos hermanas mayores, Sienna, de 16 (centro), y Suema, de nueve (izquierda), junto a su casa de un barrio de Lichinga. Las tres niñas padecen albinismo. Viven con su madre y sus dos hermanos. Su padre los abandonó hace años.
Moamina (derecha) sentada en un banco de madera delante del porche de su familia con varios niños del barrio. Aquí pasa la mayor parte del tiempo, a la sombra, protegida del sol. Las hermanas menores no pueden ir al colegio y es evidente que les falta estímulo. No saben leer ni escribir, y seguramente serán siempre analfabetas.
Suema, de nueve años (izquierda), su hermana pequeña Moamina, de seis (derecha), y su hermano menor Rashid, de tres (centro), sentados en el porche de la casa de la familia mientras su madre Adalia hace la comida. Aquí pasan la mayor parte del día, resguardándose del sol. Moamina se pone las manos en la cara para cubrirse los lados de los ojos. Así se encuentra más cómoda, porque se los protege de la luz que les llega. Adalia, su madre, dice: “Vivo triste y asustada por mis hijas. Cuando estoy durmiendo, me despierto y me pregunto dónde están. Tengo que comprobar una o dos veces que están aquí antes de volver a dormirme”.
Moamina, de seis años, juega a reconocer números en el patio de su casa.
Sienna, de 16 años, y su vecina y amiga Flora, de 14, en el patio de su casa. Se ve que Flora tiene una actitud protectora hacia su amiga, y la ayuda con delicadeza a arreglarse el pelo.
Suema, de nueve años (centro), su hermana pequeña Moamina, de seis (derecha), y su hermano menor Rashid, de tres (izquierda), sentados en el porche de su casa. Aquí pasan la mayor parte del día resguardándose del sol. Tras el secuestro de Moamina, las niñas no pueden ir al colegio, y es evidente que les falta estímulo. No saben leer ni escribir y es probable que sean siempre analfabetas.
Sienna, de 16 años, es la mayor de las tres hermanas albinas. Solo puede ir al colegio cuando alguien de confianza la acompaña. En la fotografía entra en el patio del colegio junto con su hermano mayor, Adja, de 18 años, y un amigo de este (con sombrero blanco).
Felipinho, de 21 años, en un aula al aire libre del instituto de Cuamba, en Mozambique, donde da clases de inglés. Está rodeado por varios alumnos. Felipinho se crió con cuatro hermanos y una hermana, ninguno de ellos albino, y actualmente vive con sus hermanos pequeños. Recibe ayuda de una mujer brasileña que le presta apoyo y ha hecho posible que enseñe clases en el instituto. Su padre no lo quiere en casa y se niega a ayudarlo.
Marcia, de 21 años, ya no tiene miedo de que la secuestren. Es alumna de primer curso de la facultad de Agronomía de Cuamba. Al ser una mujer, está especialmente expuesta a la violencia sexual. Hay creencias según las cuales si tienes relaciones sexuales con una persona como ella, tendrás buena suerte y te harás rico. Según un informe de Naciones Unidas de 2016, actualmente las mujeres con albinismo se están convirtiendo en víctimas de ataques sexuales debido a la creencia de que las relaciones con ellas pueden curar el sida. Marcia quiere trabajar en los campos de su familia, pero debido al riesgo que eso supone, solo puede estar allí entre las cinco y las ocho de la mañana. Como pasa en muchas otras familias con albinos, su padre se marchó cuando ella era pequeña. En la pizarra, a su espalda, ha escrito: “Todos somos iguales. Todos tenemos los mismos derechos. ¡No más prejuicios!”