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El viajero astuto
Por Isidoro Merino

10 islas para perderse

Archipiélagos remotos que hacen volar la imaginación

Atolón en las islas Cook (en Nueva Zelanda).Matteo Colombo (Getty)

Buscando el sueño de los mares del Sur, el viajero y escritor estadounidense Robert Dean Frisbie recaló en 1924 en Puka Puka, un remoto atolón de las islas Cook también conocido como Danger Island (Isla peligrosa). Bajo un magnolio, hizo buenas migas con una joven belleza polinesia llamada Desire (Deseo). Se casó con ella, tuvo varios niños y contó en dos libros su experiencia. En The Island of Desire (La isla del deseo), describe Puka Puka como un paraíso donde la desnudez es algo natural, el...

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1. PUKA PUKA (ISLAS COOK, NUEVA ZELANDA)

Buscando el sueño de los mares del Sur, el viajero y escritor estadounidense Robert Dean Frisbie recaló en 1924 en Puka Puka, un remoto atolón de las islas Cook también conocido como Danger Island (Isla peligrosa). Bajo un magnolio, hizo buenas migas con una joven belleza polinesia llamada Desire (Deseo). Se casó con ella, tuvo varios niños y contó en dos libros su experiencia. En The Island of Desire (La isla del deseo), describe Puka Puka como un paraíso donde la desnudez es algo natural, el sexo se vive como un juego y no existe una palabra para referirse a los celos.

Dragos en la isla de Socotora (Yemen).John Lund (Getty)

2. SOCOTORA (YEMEN)

Envuelta siempre en la bruma y barrida por los vientos, Socotora emerge en el Índico, a 400 kilómetros de las costas de Arabia, como el humo de la lámpara de Aladino: es la isla de Simbad el Marino; la de los dragos de los que manan la savia roja con la que se untaban los gladiadores antes de los combates; la del árbol del incienso y de la mirra, la de los djins (genios) y el ave Roc, el pájaro gigante de las Mil y una noches, como cuenta Jordi Esteva en su libro Socotra, la isla de los genios (Atalanta).

Pingüinos en la isla de Tristán Da Cunha (Reino Unido).Graham Robertson (Getty)

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3. TRISTÁN DA CUNHA (REINO UNIDO)

Que te descubra un marinero llamado Tristán es casi una premonición de que nunca serás una isla con mucha marcha, una Ibiza, por citar un ejemplo. Que seas casi inaccesible, con acantilados de más de 600 metros de altura y figures en el Libro Guinness como el sitio habitado más remoto (la población más cercana está en la isla de Santa Elena, a 2.110 kilómetros al norte), tampoco ayuda, aunque tu capital se llame Edimburgo de los Siete Mares. Según Wikipedia, solo ocho apellidos —Glass, Green, Hagan, Laverello, Repetto, Rogers, Swain y Patterson— y 80 familias se reparten los 200 kilómetros cuadrados de este grupo de tres islas (Tristán da Cunha, Inaccesible y Ruiseñor) en el Atlántico Sur, a 2.816 kilómetros de Sudáfrica y a 3.360 kilómetros de Sudamérica, donde, misterios de la endogamia, no conocen los resfriados.

Dragón de Komodo, en la isla homónima en Indonesia.Dave Fleetham (Getty)

4. KOMODO (INDONESIA)

Isla Nublar, el hogar imaginario de los dinosaurios de Parque Jurásico, existe. Pero no está en Costa Rica, sino en Indonesia, y se llama Komodo. Las leyendas sobre feroces dragones que circulaban sobre esta pequeña isla al este de Bali se hicieron realidad en 1911, cuando la Administración colonial holandesa envió una expedición para comprobar la veracidad de tales rumores y descubrió unos monstruosos lagartos carnívoros que tienen una antigüedad de 200 millones de años y pueden alcanzar los seis metros de longitud: los dragones de Komodo. Estas criaturas asombrosas son unos terribles depredadores capaces de zamparse un búfalo, un cerdo o a una persona. A Rudolf von Reding Biberegg, un octogenario aristócrata suizo, se lo comieron el 18 de julio de 1974 durante un viaje “de aventura”; solo se encontró su cámara con la correa rasgada. En 2009, Muhamad Anwar, de 31 años, murió desangrado por los mordiscos de dos dragones mientras recogía chirimoyas; los varanos le estaban esperando al pie del árbol. En la saliva rojiza de estos reptiles se han encontrado más de 40 tipos diferentes de bacterias que prometen una muerte lenta por septicemia. Una nueva teoría sostiene que también tienen glándulas ponzoñosas, como el monstruo de gila (Heloderma suspectum), un lagarto venenoso de las zonas áridas de Estados Unidos y México.

Ensenada Grande, una de las bahías de la isla Espíritu Santo, en el Golfo de California.Isidoro Merino

5. ESPÍRITU SANTO (BAJA CALIFORNIA SUR, MÉXICO)

La Paz, capital de Baja California del Sur, es una tranquila y agradable ciudad que vive de cara a su malecón, asomado al Mar de Cortés. En uno de sus flancos se encuentran la isla de Espíritu Santo, reserva de la biosfera, con farallones donde dormitan los leones marinos y estrechas ensenadas que servían de abrigo a los corsarios holandeses que acosaban a los galeones españoles en la ruta entre Manila (Filipinas) y Acapulco (México), como Boris von Spilbergen, el pirata Pichilingüe. De sus placeres arenosos, donde vive la Pintada mazatlanica, una variedad de madreperla, proceden las famosas perlas negras que lucen en algunos retratos los reyes y reinas españoles. El escritor estadounidense John Steinbeck la visitó en la primavera de 1940 a bordo de un barco sardinero; de su experiencia nació La perla, un cuento conmovedor sobre los buscadores de madreperlas de la bahía de La Paz, llevado al cine por el mexicano Emilio Fernández.

Piscina natural en el archipiélago de Pitcairn.Sue Flood (Getty)

6. HENDERSON (PITCAIRN, REINO UNIDO)

En noviembre de 1820, el ballenero Essex fue hundido por un gigantesco cachalote. El buque, un velero de tres palos y 30 metros, zarpó del puerto ballenero de Nantucket (EE UU) el 12 de agosto de 1819. El 20 de noviembre, cuando se hallaban a 1.500 millas náuticas de las islas Galápagos, un cetáceo casi tan grande como el barco embistió dos veces contra el casco y lo destrozó. El Essex pesaba 238 toneladas, pero eso no impidió que lo hiciese astillas, abandonando a su suerte a su capitán, George Pollard, y a otros 20 tripulantes en medio del mar. El 20 de diciembre llegaron a Henderson, una isla deshabitada del Pacífico Sur a 200 kilómetros al noroeste de Pitcairn, la isla donde se refugiaron los amotinados de la Bounty. Tres marineros decidieron quedarse. Los demás partieron de nuevo, y al poco una tormenta separó los tres botes balleneros. Cuando se acabaron las provisiones, comenzó el canibalismo. Primero se comieron a los muertos. Cuando estos se acabaron, hubo que improvisar: en la barca comandada por Pollard se hizo un sorteo y perdió un joven grumete, Owen Coffin, primo del capitán. Se lo zamparon. Dos de los botes fueron rescatados a finales de febrero tras recorrer casi 5.000 millas. Los náufragos de la isla de Henderson fueron también hallados con vida. El otro bote se perdió. La tragedia del Essex, con su ballena asesina y sus náufragos caníbales, inspiró a Melville para su Moby Dick. Ron Howard la recuperó en 2015 en la película In the Heart of the Sea (En el corazón del mar).

Bahía en la isla de Satonda (Indonesia).Edmund Lowe (Getty)

7. SATONDA (INDONESIA)

Tribus ancestrales como los mentawai de Siberut o los toraja de Sulawesi (Célebes) y especies únicas como el dragón de Komodo aguardan a los viajeros que se aventuren por las 17.000 islas de Indonesia. Lugares como Satonda, una pequeña isla rodeada de arrecifes con un lago volcánico en su interior; Sumba, con misteriosas tumbas megalíticas y altas chozas de paja con forma piramidal, o las Togian, un ignoto archipiélago de islas de coral donde no hay conexión a Internet y al que solo se puede acceder en barco.

Isla de Hornos (Chile), el punto más austral de Sudamérica.Isidoro Merino

8. HORNOS (CHILE)

El mítico Cabo de Hornos es en realidad una isla donde solo se puede desembarcar con la mar en calma, saltando desde las lanchas hasta la escalera de madera que trepa por los acantilados. Allí se encuentra el auténtico faro del fin del mundo (en la novela homónima, Julio Verne lo sitúa al noroeste de la isla argentina de los Estados, más al norte), a cargo de un oficial de la Armada chilena que permanece allí con su familia durante un año. Entre sus tareas está la de orientar a los navegantes que se aventuran por las aguas traicioneras del paso de Drake, que separan el mítico promontorio de la Antártida. Vientos de hasta 127 nudos (230 kilómetros por hora) derribaron en 2014 el albatros de metal que coronaba el islote, un monumento a los marinos ahogados en sus aguas (en ellas han naufragado más de 900 barcos).

Flamencos en isla Floreana (Galápagos, Ecuador).Wolfgang Kaehler (Getty)

9. FLOREANA (GALÁPAGOS, ECUADOR)

“El nombre de la baronesa Eloise Wehrborn ha desparecido de las páginas polvorientas de la historia. Sin embargo, hace poco más de un cuarto de siglo, esta voluptuosa dama vienesa escandalizó a la alta sociedad europea, bailando la danza del vientre en los cabarets de varias capitales europeas y luego como autoproclamada emperatriz de una remota isla del Pacífico que gobernó con un revólver Colt 45 colgado de su curvilínea cintura. Desde su burdo castillo de piedras, arcilla y troncos de palma, Eloise convirtió su paraíso tropical en las Islas Galápagos en un infierno de asesinato y lujuria”. Así retrataba un pulp magazine (revista erótica para hombres) de la década de 1960 a Eloise Wehrborn von Wagner-Bosquet, una supuesta baronesa austriaca que llegó en 1932 a la isla de Floreana, en el archipiélago de las Galápagos, para construir un hotel de lujo, Hacienda Paraíso, un sueño que nunca se concretó. La acompañaban en su empresa sus dos amantes: Robert Philipson y un joven alemán llamado Rudolf Lorenz. Esta mujer, que se hacía llamar “Emperatriz de las Galápagos”, trastocó la vida de los colonos alemanes que vivían en la isla: el doctor Friedrich Ritter, un dentista berlinés que se había instalado dos años antes en Floreana con Dore Strauch, una de sus pacientes, y el matrimonio alemán Wittmer con su hijo Harry. Las cosas empeoraron tras la llegada a Floreana de un grupo de pescadores noruegos que se sumaron a la fiesta. Hubo celos, extrañas muertes (al parecer por envenenamiento) y desapariciones. En junio de 1934, Eloise desapareció sin rastro después de amargar la vida a todos los colonos de Floreana, probablemente asesinada, quizás por el doctor Ritter. En diciembre de ese mismo año, una expedición científica del museo Smithsonian de Washington encontró en una playa de Marchena, la más septentrional de las Galápagos, los restos de un esquife con los cadáveres momificados de dos hombres. Fueron identificados como el capitán Nyggerud, que realizaba travesías entre las islas, y Rudolph Lorenz, uno de los chicos de la baronesa. Una relación de esos hechos está en el libro de John Treherne The Galapagos Affair, del que también existe un documental.

Una gruta en la isla de Robinson Crusoe (Chile).Michael Dunning (Getty)

10. MÁS ATIERRA (JUAN FERNÁNDEZ, CHILE)

Juan Fernández es el nombre de un remoto archipiélago chileno en el Pacífico, a 700 kilómetros de las costas de Sudamérica, al que fue a parar Alexander Selkirk, uno de los modelos que utilizó Daniel Defoe para su Robinson Crusoe. Selkirk fue un marino escocés que, en 1704, tras pelearse con su capitán fue abandonado en la isla de Más Atierra, donde pasó cuatro años y cuatro meses completamente solo hasta que fue rescatado. En 1966, la isla en la que estuvo Selkirk fue oficialmente rebautizada como Robinson Crusoe, y Más Afuera, un islote deshabitado al oeste del archipiélago, pasó a llamarse isla Alejandro Selkirk. Allí viajó en 2011 el escritor estadounidense Jonathan Franzen, autor de la novela Libertad, “empujado por el aburrimiento, el alcohol y la cafeína”, como contó después en un artículo publicado en New Yorker. Se llevó consigo un extraño equipaje: útiles de cámping y las cenizas de su amigo, el fallecido escritor David Foster Wallace. Los secretos de Juan Fernández también pasan por el acorazado alemán Dresden, hundido durante la I Guerra Mundial, y el tesoro que, según la leyenda, está enterrado en alguna cueva de la isla: 800 barriles de oro, 100 cofres con plata y una rosa de oro y esmeraldas. Obsesionado por el botín, Bernard Keiser, un hombre de negocios estadounidense, lleva buscándolo sin éxito desde 1995. Para saber más: La isla de Juan Fernández, de Miguel Sánchez Ostiz.

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