Análisis

No miren a otro lado: es su partido

Ha quedado evidenciado que, el sueño de un Estado separado como paradigma de progreso, bienestar y corrección administrativa, es una pesadilla

El exvicepresidente del Palau Jordi Montull, acompañado por su hija Gemma Montull y de su abogado Jordi Pina, a su llegada a la Audiencia de Barcelona.Vídeo: Toni Albir (EFE). ATLAS

¿Se esfumaron las responsabilidades políticas de la dirigencia nacionalista —sobre la corrupción— al evaporarse Convergència (CDC) y trocarse en PDeCAT? ¿Y al disfrazar a este tras la máscara de la lista electoral del llamado president legítim, el fugitivo Carles Puigdemont? No.

Las primeras responsabilidades a exigir versan sobre el discurso de los actuales dirigentes indepes transpujolistas, antes que sobre ellos mismos. Ha quedado demostrada la falsedad de su argumento según el cual España es un emporio de corrupción y democracia corroída frente a una Cataluña-oasis...

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¿Se esfumaron las responsabilidades políticas de la dirigencia nacionalista —sobre la corrupción— al evaporarse Convergència (CDC) y trocarse en PDeCAT? ¿Y al disfrazar a este tras la máscara de la lista electoral del llamado president legítim, el fugitivo Carles Puigdemont? No.

Las primeras responsabilidades a exigir versan sobre el discurso de los actuales dirigentes indepes transpujolistas, antes que sobre ellos mismos. Ha quedado demostrada la falsedad de su argumento según el cual España es un emporio de corrupción y democracia corroída frente a una Cataluña-oasis y limpia como una patena. Ha quedado claro que el partido nacionalista catalán (CDC) es tan tramposo como el partido del nacionalismo español (PP).

¿Más? Multipliquen por seis el monto del caso Palau, por las mismas seis veces que la población española multiplica la catalana (16% del total). Y añadan a este primer caso los demás (aún no sustanciados) del 3%. De momento, el marcador verificado indica: CDC, 6,6 millones; PP, 2,4 millones. A la espera de las sentencias de la Gürtel.

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Ha quedado evidenciado que —con esta gente y sus amigos y socios—, el sueño de un Estado separado como paradigma de progreso, bienestar y corrección administrativa, es una pesadilla.

Resulta ahora más obvio que el mecanismo de externalizar las propias culpas a un enemigo exterior, un chivo expiatorio —lejano y vituperable— es un mero truco: el sistema del 3% no fue un invento de Madri-T. No necesitó de ningún auxilio español, salvo si acaso el chusco detalle de la conexión con la FAES del principal condenado.

Y ha quedado rubricado que la hiriente coyunda entre bandera (común) y cartera (propia) es, para desgracia de los catalanes, signo del nacionalismo catalán. Recurrente: Renta Catalana, Banca Catalana, Xarxa cultural, Palau de la Música Catalana. En suma, el supremacismo ha quedado desnudo.

Casi tan claves como las responsabilidades argumentales lo son las personales. Desahuciado Jordi Pujol y retirado Artur Mas, ¿nadie debe responder políticamente por los desaguisados?

Alguien debería, al menos, dar algunas explicaciones. No pueden mirar hacia otro lado, como si no fuera con ellos, los dirigentes convergentes que aúpan su supervivencia individual en la lista del bruselense. No pueden, justamente, porque han desempeñado puestos de dirección en la época del 3% y porque se han beneficiado del partido financiado con mordidas.

Es el caso de Jordi Turull, quien ostenta cargos en CDC desde los años noventa; llega a diputado en 2004; es nombrado portavoz parlamentario en funciones por el propio Oriol Pujol cuando este debe dejar el cargo en 2013 por la corrupción en las ITV; preside Junts pel Sí; ejerce como consejero de la Presidencia de Puigdemont y es coautor (con Marta Rovira, de Esquerra) de las leyes de desconexión.

Tampoco puede mirar a otro lado Carles Puigdemont, fundador de la Joventut gerundense de CDC en los primeros ochenta, candidato a alcalde de Girona en 2007 (y elegido en 2011) por el mismo partido. Ni otros que ostentaron cargos en el partido y en la Fundació Ramon Trias Fargas (luego Cat-Dem), el berbiquí de la corrupción del Palau. ¿Dónde andan sus directores?

El cambio de rótulos del partido corrupto y de la podrida fundación no limpia la cochambre. Ni exime a sus responsables históricos de dar respuestas. Otra cosa son los jóvenes y nuevos dirigentes encabezados por la coordinadora Marta Pascal. Ni pecaron ni pudieron pecar.

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