Opinión

Ciudad y digital: más allá de los datos

La hibridación entre el mundo físico, social y digital nos ofrece nuevas y poderosas capacidades de acción diaria. También conlleva un enorme potencial de transformación de la vida urbana

Una imagen de la serie 'Black Mirror', en la que la tecnología juega un papel fundamental en la vida cotidiana.
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Agotamiento de los recursos, calentamiento global, explosión demográfica, concentración urbana, aumento del número de megalópolis, cambios de los grandes equilibrios económicos mundiales… Todavía está por verse la amplitud de los desafíos vinculados al fenómeno urbano a los que nuestra generación y aquellas que nos seguirán van a tener que hacer frente. En el momento en el que numerosos actores hacen hincapié en la ciudad inteligente como una respuesta posible a este problema de importancia crucial, parece oportuno recordar qué es una ciudad, y preguntarse sobre las inmensas posibilidades que la tecnología, fundamentalmente digital, abre para ellas hoy en día.

La ciudad constituye un elemento principal en nuestro mundo actual, urbanizado y en plena mutación. Sin embargo, cuando se convierte en realidad, es obligatorio constatar que la urbe como término absoluto no existe, porque desaparece en beneficio de las ciudades, que del norte al sur y del este al oeste de nuestro vasto planeta, nacen, crecen, se transforman y también mueren. El punto de partida esencial de toda reflexión sobre esta realidad debe también situarse en el reconocimiento del hecho de que cada una posee una historia y territorio que le son propios, que forjan su identidad y la convierten en única.

Otra característica esencial de la ciudad es su complejidad. Es una agregación de seres humanos donde las necesidades vitales de realización y de desarrollo se cruzan de múltiples maneras. De un lado, tiene por función satisfacer estas necesidades y la búsqueda de bienestar de sus habitantes. Por otro lado, está sujeta a una serie de amenazas que la hacen frágil: tormentas, averías, incendios, atentados, epidemias, etcétera. Debe por tanto ser resiliente, es decir, capaz de reponerse a estos peligros.

La revolución digital, de forma notable, está en camino de modificar profundamente el fenómeno urbano por todo el mundo

De ahí la necesidad de adoptar un enfoque por las ciencias de la complejidad. Para comprender la realidad profunda de los fenómenos de nuestra vida corriente así como variables tales como los movimientos de población, los aprovisionamientos energéticos, la gestión de los flujos de materias primas, el transporte y la circulación, los impactos del cambio climático, las catástrofes naturales, las situaciones de crisis de todo tipo, etcétera, es también necesario estudiar y comprender las interacciones, interconexiones y redes entre las diversas entidades. En una ciudad, existen en efecto una multiplicidad de necesidades, de usos, de servicios, de flujos: la alimentación, el hábitat, el medioambiente, la educación, la cultura, los transportes, la sanidad, la seguridad, la energía, los residuos, la comunicación... Modelizarlos, analizarlos, comprenderlos en una dinámica transversal conduce a una manera diferente de concebir las soluciones para la ciudad. En este camino de transformación y de acción, lo digital desempeña un papel fundamental. Si bien es esencial desmarcarse de todo enfoque tecnocentrista para pensar la ciudad en toda su complejidad, debemos también señalar con fuerza el papel que la tecnología tendrá, y ya tiene en el seno de las ciudades del siglo XXI.

Vivimos por primera vez cuatro grandes revoluciones tecnológicas simultáneas: digital, biosistémica, robótica y nanotecnológica. Estas revoluciones hacen aparecer nuevos desafíos sobre los que es crucial reflexionar hoy. La digital, de forma notable, está en camino de modificar profundamente el fenómeno urbano en todo el mundo. Esta dimensión nos lleva a agregar a un nuevo elemento que califica la ciudad del siglo XXI, la ubicuidad o capacidad de propiciar una conexión tecnológica en todo momento, lugar, y permanentemente.

Una verdadera red capilar global ha nacido, basándose en el uso de los dispositivos inteligentes para los ciudadanos hiperconectados. Es también una masa de datos en movimiento constante que se presenta ante nosotros. La ciudad por sí misma está afrontando esta revolución. La tecnología es así, incontestablemente, una palanca de transformación de las vidas humanas. Pero si bien es importante enfatizar estos hechos, no son suficientes para explicar qué hace que la especificidad de la revolución ubicua sea suficiente.

Lo importante no son los datos en sí mismos o que los objetos se hayan convertido en tecnológicos, sino que se hayan convertido en objetos sociales, dando lugar, al mismo tiempo, a escala mundial, a una cultura social del hombre digital, de los datos sociales. Los objetos del siglo XXI integran tres componentes: técnico, know-how y social. Esta hibridación entre el mundo físico, social y digital nos ofrece nuevas y poderosas capacidades de acción diaria. También conlleva un enorme potencial de transformación de la vida urbana, ya que nos permite abandonar el mundo físico para reinventarlo, a través del digital y el uso social que se hace de él, proponiendo usos y servicios completamente nuevos.

La ubicuidad ofrece al ciudadano nuevos espacios de vida, para que el espacio urbano le aporte mejores condiciones, de acuerdo con una verdadera política del bien público

Por lo tanto, los usos se reinventan en la actualidad por la hibridación. Conviene también señalar el papel de las plataformas en este proceso de hibridación. Son los sistemas que permiten agregar, enriquecer, recrear, contextualizar la información, pero es sobre todo por su vínculo por lo que los usos y las funcionalidades pueden ser repensadas y reencarnadas. Verdaderos espacios de agregación y de encuentro en los que convergen los mundos físico, digital y social, las plataformas son los lugares donde podemos aprender los usos. A través de plataformas dedicadas a la movilidad en la ciudad por ejemplo, los vehículos ya no se piensan como un objeto propio, sino como una funcionalidad, entre otras, para desplazarse. Las plataformas dan lugar así a una cultura del indispensable viaje de ida y vuelta entre la vida social y el mundo físico por el vínculo del mundo digital, la hibridación para aumentar las posibilidades y la inmersión social para realizarlas.

Transporte a demanda, vehículo compartido, movilidad multimodal, energías descentralizadas, valorización del patrimonio, espacios públicos urbanos de convivencia, sanidad pública personalizada, mejora de la calidad de vida para la tercera y cuarta edad, educación masiva en línea, espacios abiertos a la cultura, al arte y al ocio, democracia participativa a través de sistemas de gobierno abiertos, sistemas de información colaborativa… Ejemplos de servicios que emergen y que harán de la ciudad de mañana una ciudad viva, combinando la inteligencia urbana, la inclusión social y la innovación tecnológica. Ejemplos en los que la ubicuidad ofrece al ciudadano nuevos espacios, para que el espacio urbano le aporte mejores condiciones, de acuerdo con una verdadera política del bien público, del bien común, donde los datos deben ser uno de los pilares.

Carlos Moreno es enviado especial Ciudad Inteligente de la alcaldesa de Paris. Este texto fue traducido del francés por Guillermo Mas.

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