Columna

¿Distensión?

Si la polarización ha decrecido, eso significa que las expectativas para el 21-D ya no favorecen a los extremos

Inés Arrimadas es la candidata a las elecciones del 21D por Ciudadanos, que, según el CIS, será la fuerza más votada.PAU BARRENA (AFP)

La aplicación del 155 ha resultado tan eficaz que podría producir el 21-D unos resultados paradójicamente alejados de los que desean sus promotores. El guion de campaña del unionismo es buscar la máxima movilización del electorado no independentista, que habitualmente se queda en casa en los comicios autonómicos, para que esta vez acuda a votar en masa, superando a un secesionismo hoy desmoralizado por el fracaso del procès. Como precedentes de ese esperado avance de la movi...

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La aplicación del 155 ha resultado tan eficaz que podría producir el 21-D unos resultados paradójicamente alejados de los que desean sus promotores. El guion de campaña del unionismo es buscar la máxima movilización del electorado no independentista, que habitualmente se queda en casa en los comicios autonómicos, para que esta vez acuda a votar en masa, superando a un secesionismo hoy desmoralizado por el fracaso del procès. Como precedentes de ese esperado avance de la movilización unionista se citan las dos grandes manifestaciones que contra pronóstico ocuparon las calles de Barcelona los domingos 8 y 29 de octubre. Una esperanza confirmada por los sondeos que pronostican un importante avance de Inés Arrimadas.

Pero sin negar el fuerte impulso de esa marea española de superficie, creo que bajo las aguas ha empezado a fluir otra corriente de sentido divergente, a la que cabría denominar transversal, sobre cuya ola aspira a cabalgar Miquel Iceta. ¿De dónde procede este nuevo mar de fondo? De varias fuentes, como la nostalgia del seny catalanista, la conveniencia de una tercera vía o el cansancio con el procès. Pero también brota, sin lugar a dudas, del propio éxito del 155, que con gran sorpresa ha generado un nuevo clima de opinión muy diferente del que reinaba durante el mes de octubre.

Tras el pucherazo del 1-O, que el Gobierno central no sólo fue incapaz de atajar sino que lo potenció todavía más con las cargas policiales, se inició un tiempo de angustia colectiva que hizo a la ciudadanía temerse lo peor, pues parecía que el desborde independentista resultaba imparable. De ahí la fuerte resistencia opuesta por los catalanes que no deseaban la secesión, y que comenzaron a hacer valer sus derechos en las dos manifestaciones citadas. Esto hizo que durante el mes de octubre se crease una gran tensión polarizadora entre la rauxa de los radicales que pretendían forzar la DUI y la resistencia de quienes se oponían a ello en legítima defensa propia.

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Pero todo cambió tras la actuación de los tribunales y la activación del 155, que aconsejó al independentismo abandonar el campo para adoptar una retirada estratégica en toda regla. Así es como a lo largo del mes de noviembre, y conforme el 155 se aplicaba sin ningún problema, la tensión ha disminuido. Y con la distensión han llegado también la desradicalización y la despolarización, creándose un nuevo clima de opinión más calmado, distendido y apaciguador. Ahora bien, si la polarización ha decrecido, eso significa que las expectativas para el 21-D ya no favorecen a los extremos polarizadores sino a los candidatos transversales como Iceta o Domènech. Sobre todo, si la distención avanzase como hasta ahora.

Pero eso es algo que no está asegurado en absoluto, pues tampoco cabe descartar que la tensión reaparezca y empiece de nuevo a crecer. A lo que desde luego contribuirá sin duda el mantenimiento en prisión preventiva de los cuatro impulsores de la DUI no fugados a Flandes. Polarización o distensión apaciguadora: he ahí el dilema.

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