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Piura se desborda

Desde diciembre de 2016 las lluvias provocadas por el fenómeno el Niño costero en Perú estaban haciendo estragos, hasta que en marzo de 2017, el río Piura ya no pudo más. Las inundaciones dejaron 143 fallecidos y más de un millón de afectados

La primera respuesta de Acción contra el Hambre en zonas afectadas fue situar tanques de agua en los albergues temporales para que los camiones de la municipalidad los llenasen con agua potable y la población desplazada, al haber quedado sus viviendas destrozadas, pudiera beber con seguridad.
Los vecinos se han organizado para hacer una colecta y reparto de alimentos entre los afectados que viven en este refugio, un colegio. Los damnificados se quejan de tener que depender de la solidaridad ciudadana. Son las autoridades quienes, en su opinión, deberían ocuparse de ellos. Se sienten olvidados.
Algunas calles de Piura ya se han secado tres semanas después de la catástrofe. El lodo se ha convertido en tierra que con el paso de los vehículos se transforma en un polvo que hace irrespirable el aire. Los problemas respiratorios son, en estos casos, muy comunes.
Los niños son especialmente vulnerables a las situaciones de emergencia. Cuando no hay agua saludable porque los sistemas de potabilización colapsan, tienen alto riesgo de padecer diarreas y contraer enfermedades digestivas. Por eso, restablecer el suministro y distribuir agua mientras se consigue es fundamental para evitar serios problemas de salud entre la población, sobre todo entre los más pequeños.
Enrique Raso, jefe del equipo desplazado a la zona afectada hace una ronda de seguimiento por varios enclaves en los que se habían instalado los tanques. Un cartel pintado en este, instalado en una iglesia, ya advertía claramente de que algo no iba bien.
Tras probar el agua, Raso concluyó que no estaba clorada, a pesar de que la regente del lugar aseguraba que sí. De nada sirve que las ONG apoyen la distribución de agua con sus tanques si la que inyectan los camiones de la municipalidad no es potable.
En la cocina de la iglesia Betel Maestro, usada como albergue, una voluntaria prepara la comida para los desplazados y ahuyenta las moscas y otros bichos con incienso.
Muchas viviendas quedaron anegadas por las lluvias y el desbordamiento del río Piura. Según cifras oficiales de mayo de 2017, un mes después de la tragedia, esta emergencia provocó 231.874 damnificados; 1.129.013 afectados y 143 fallecidos. Colapsaron 25.700 viviendas, 258.545 estaban afectadas y 23.280 inhabitables. Cuando acabó el torrente informativo, la emergencia seguía ahí. Cuando ya no hay titulares en la prensa, comienza la reconstrucción.