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El estudio y la colección: el templo del artista

Descubre en nuestro especial los objetos artísticos que reunió el artista catalán en su estudio

Los estudios de artista son una extensión de ellos mismos. Allí liberan sus pasiones, plasman su personalidad, desarrollan su trabajo. Conocido y recreado es el de, por ejemplo, Francis Bacon, que se quedó como lo dejó tras su muerte y a partir de ahí es más fácil adentrarse en el mundo del artista. No corrió la misma suerte el de Mariano Fortuny (Reus, 1838-Roma, 1874), todo lo que acumuló en su corta pero prolífica vida se fue dispersando en ventas y subastas tras su muerte. El 'atelier' de este artista fue mucho más que un lugar de trabajo. Fue un lugar de reunión y de exhibición, donde recibía a las visitas y así podían admirar la colección de objetos que Fortuny atesoraba; y es que además de pintor, grabador, acuarelista... fue un gran coleccionista. En la imagen: 'El taller de Mariano Fortuny en Roma' (1874), óleo de Ricardo de Madrazo y Garretea que se conserva en el barcelonés Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Fortuny es hijo del siglo XIX y como el burgués en el que se convirtió gracias a su trabajo y a los círculos con los que se relacionaba (a pesar de su humilde origen, su talento artístico le llevó a codearse con importantes artistas, marchantes y a formar parte de la familia de los Madrazo, ya que se casó con Cecilia de Madrazo, hija de Federico de Madrazo, que era director del Museo del Prado, además de un gran pintor) gustaba de demostrar su creciente prestigio y su sensibilidad y buen ojo para encontrar objetos para su colección. Su colega y amigo Martín Rico decía de él que tenía "instinto y vista de lince". La exposición 'Fortuny (1838-1874)' dedica una sala a reunir parte de las obras que el artista atesoraba en su taller romano de la villa Martinori.Claudio Álvarez
El origen de su colección, como de tanto en Fortuny, está en Marruecos. Durante su estancia en el país (1860-1862), al que le envió la Diputación de Barcelona para documentar la guerra hispano-marroquí, compró espingardas que luego le servirían de modelo para reprentarlas en multitud de obras. En la imagen se puede observar un dibujo de una de ellas. Además de en las armas, tiene el punto de mira puesto en los textiles, también influencia de lo visto y vivido en el norte de África, a los que prestó un singular interés tanto por lo que le sirvieron como inspiración para sus pinturas como para incluirlos en su colección. Este gusto por las telas lo compartió con su esposa, Cecilia de Madrazo, y ambos se lo transmitieron a su hijo, Mariano Fortuny y Madrazo, artista muy conocido entre otras facetas por la de diseñador de telas y de moda. En la imagen se observa el estampado de dos tejidos con motivos geométricos orientalizantes que hace referencia a las telas turcas de seda y oro de los siglos XV y XVI.Claudio Álvarez
Carlos G. Navarro, conservador del Museo del Prado, señala en el catálogo de la muestra ‘Fortuny (1838-1874)’ que el estudio del artista era “un lugar que las revistas y medios artísticos del momento definían como un templo del arte”. Azulejos como el de la imagen generaban esa consideración. Comprado en 1871 y hoy conservado en el Instituto Valencia de Don Juan (Madrid) era una obra principal que el propio Fortuny se encargó de rescatar de los muros de una vivienda del Albaicín (barrio de Granada) y de la que Jean-Charles Davillier, conocedor y coleccionista de arte islámico, decía que databa del siglo XV y que era una obra maestra de la cerámica hispano-morisca.Claudio Álvarez
También en Granada en 1872, Fortuny adquirió este cofre de marfil, bronce dorado y madera. Por los inventarios y ventas se sabe que el artista poseyó un total de seis cajas y una arqueta de este valioso material. Esta pieza que actualmente se conserva en Turín es de las que no se dispersaron tras su muerte con la venta y las subastas que se organizaron, pero las piezas eran de tal calidad que muchas acabaron en algunos de los mejores museos del mundo. La arqueta la conservó la esposa del pintor, Cecilia de Madrazo, hasta la Primera Guerra Mundial, cuando se vio obligada a venderla. Hasta ese momento permaneció su entelado interior, datado en el siglo XI.Claudio Álvarez
Pero no solo tenía interés por el arte hispanomusulmán, aunque este fuera la columna vertebral de una colección en parte ecléctica. Con ella encontró una buena manera de celebrar el arte por el arte, el placer estético, además de introducir sus piezas en sus trabajos como es el caso del espejo de la imagen, similar al que aparece en su óleo ‘La elección de la modelo’ (1868-1874), perteneciente a la National Gallery de Washington. Pintaba flores sobre espejos antiguos para imitar a los que Carlo Maratta dejara sobre los espejos del Palazzo Colonna, también lo hizo en los ‘cassoni’ que remozó y repintó, el que se conserva de los tres que tenía también aparece en la obra mencionada así como en ‘El aficionado a las estampas’ (1865).Claudio Álvarez
Fortuny quería dejar su retrato en un museo, que este fuera su reflejo, pero su prematura muerte dinamitó su plan ya que su colección se dispersó. “Qué tristeza da ver una colección como esta tener que ir a parar a diferentes manos, se le quitan a uno las ganas de comprar algo. Ahora es cuando se ve la cantidad que había reunido Mariano”, escribe Ricardo de Madrazo, cuñado de Fortuny, a su padre. Sin embargo, la dispersión de las piezas y la desaparición del espacio contribuyeron a mitificar su colección artística, asegura Carlos G. Navarro en el catálogo de la muestra del Prado. En la imagen uno de los cinco ‘sgabelli’ (un tipo de taburete del Renacimiento italiano) que Cecilia, la esposa de Fortuny, no vendió tras la muerte del artista.Claudio Álvarez