Qué cambian unas elecciones

Los partidos independentistas en Cataluña acaban de darse de bruces con los dilemas electorales que se abren ante una convocatoria electoral inesperada

Palau de la Generalitat el primer día laborable tras la aplicación del articulo 155 de la Constitución. ALBERT GARCÍA

Las elecciones lo cambian todo. Hace más de un siglo provocaron un dilema en los partidos de masas entre el socialismo revolucionario y el camino electoral que abrían la expansión de las democracias parlamentarias y el sufragio universal. La competición electoral impuso un dilema entre el largo plazo de la transformación socialista y la consecución de logros específicos e inmediatos para la clase trabajadora.

Hoy las elecciones siguen imponiendo dilemas similares en los partidos, que se debaten entre el ideal con el que movilizan las identidades colectivas y sus bases, por un lado, y el...

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Las elecciones lo cambian todo. Hace más de un siglo provocaron un dilema en los partidos de masas entre el socialismo revolucionario y el camino electoral que abrían la expansión de las democracias parlamentarias y el sufragio universal. La competición electoral impuso un dilema entre el largo plazo de la transformación socialista y la consecución de logros específicos e inmediatos para la clase trabajadora.

Hoy las elecciones siguen imponiendo dilemas similares en los partidos, que se debaten entre el ideal con el que movilizan las identidades colectivas y sus bases, por un lado, y el pragmatismo que impone la búsqueda de aliados y la formación de mayorías, por otro.

Los partidos independentistas en Cataluña acaban de darse de bruces con los dilemas electorales que se abren ante una convocatoria electoral inesperada. Las elecciones del 21 de diciembre rompen con dos lógicas en las que quizás dichos partidos planeaban instalarse durante los próximos meses. Una es la de la resistencia y el agravio frente a la aplicación del 155. No queda tiempo para el conflicto de legitimidad ante la urgencia de decidir si y con quién intentar recuperar el poder.

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La segunda es la lógica de bloque y el discurso unitario en el que se han diluido las diferencias ideológicas. Mantenerlo significa reeditar la coalición independentista, lo cual depende esencialmente de si ERC, favorito para convertirse en el nuevo partido hegemónico del soberanismo, considera un activo o un lastre acudir a las urnas de la mano de PDeCAT. El problema de no reeditar la coalición es que la confrontación electoral acabe debilitándolos. Si se pretende dar continuidad al procés (y a sabiendas de que seguramente nadie pueda formar Gobierno en solitario), es posible que opten por reeditar la coalición para ahorrarse ese desgaste.

Estas elecciones no resolverán la crisis. Pero, al menos, trasladarán su foco desde el enfrentamiento Madrid-Cataluña, predominante en los últimos meses, hacia el desacuerdo esencial en el que se origina todo: la profunda división en la sociedad catalana sobre cuáles son sus aspiraciones dentro y fuera del Estado.

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