Freud en Barcelona

Huyendo hacia adelante, los independentistas han fracturado la sociedad, pero también han dañado su propia causa

Manifestación convocada por la sociedad civil catalana en Barcelona © LUIS SEVILLANO

Hasta ahora, el independentismo se había regido por el primer principio freudiano del funcionamiento mental: el principio del placer. Los separatistas buscaban una satisfacción directa de su profundo deseo de cambio. Manifestaciones, consultas y otras movilizaciones que producían la gratificación inmediata del apego a una causa colectiva noble.

Instalados en la excitación, los independentistas eran indiferentes a las condiciones impuestas por el mundo exterior. Pero el escenario ha cambiado en pocos días. De repente, la realidad ha hecho acto de presencia. Empresas y bancos con un fuert...

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Hasta ahora, el independentismo se había regido por el primer principio freudiano del funcionamiento mental: el principio del placer. Los separatistas buscaban una satisfacción directa de su profundo deseo de cambio. Manifestaciones, consultas y otras movilizaciones que producían la gratificación inmediata del apego a una causa colectiva noble.

Instalados en la excitación, los independentistas eran indiferentes a las condiciones impuestas por el mundo exterior. Pero el escenario ha cambiado en pocos días. De repente, la realidad ha hecho acto de presencia. Empresas y bancos con un fuerte arraigo en Cataluña han anunciado que se marchan. Ha quedado patente también que la comunidad internacional se opondrá a una declaración unilateral de independencia. Y las manifestaciones del sábado y el domingo hicieron sonar la cara b de la calle barcelonesa. Una melodía festiva para unos y poco armónica para otros, pero, sin duda, muy ruidosa.

Como consecuencia, muchos independentistas están asumiendo el segundo principio de Freud: el principio de realidad. Toca ajustar la búsqueda del placer al contexto en el que nos movemos.

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Esta es una diferencia clave entre el éxito del Brexit y el fracaso del independentismo. Los ciudadanos británicos, en una campaña llena de ensoñaciones, no pudieron palpar la realidad del Brexit. Solo después de votar se dieron cuenta de las consecuencias de salir de la UE: depreciación de la libra, incertidumbre en los inversores, etcétera. Y, ahora, muchos se arrepienten.

Sin embargo, los catalanes han podido morder estos días un trocito de la realidad posindependencia. Gracias a la magia de esos espíritus animales que dominan la economía global, los catalanes perciben hoy qué podría pasar el día después de una eventual independencia. Sus líderes les habían asegurado que la transición sería suave, pero los catalanes han sentido el calambrazo de la desconexión. Huyendo hacia adelante, los independentistas has fracturado la sociedad, pero también han dañado su propia causa. Su impaciencia por lograr el placer ha hecho más duro el choque con la realidad.

@VictorLapuente

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