Verano frío y IV

Ahora comienza mi venganza. Aun no he decidido en que bandeja voy a servirla

La playa de Santa Marta en el Caribe colombiano.Cortesía Tommaso Koch

Todo agosto intentando imitar vuestras vacaciones calurosas, se acerca el fin de mes y no me hace falta disimular el síndrome posvacacional. Esta divertida farsa que he ideado para sufrir un poco menos vuestro goce vacacional, me ha servido de terapia para volver al trabajo, a la rutina, a mi otoño eterno.

Llevo un mes sin pensar que mis vacaciones madrileñas quedan ya demasiado lejos. Llevo un mes convertida en un hashtag ridículo, pero satisfactorio.

He sacado ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Todo agosto intentando imitar vuestras vacaciones calurosas, se acerca el fin de mes y no me hace falta disimular el síndrome posvacacional. Esta divertida farsa que he ideado para sufrir un poco menos vuestro goce vacacional, me ha servido de terapia para volver al trabajo, a la rutina, a mi otoño eterno.

Llevo un mes sin pensar que mis vacaciones madrileñas quedan ya demasiado lejos. Llevo un mes convertida en un hashtag ridículo, pero satisfactorio.

He sacado mis blancas piernas a refrescarse al atardecer bogotano en busca de vuestros corazones en Instagram. Para rascar algún me gusta me he vestido como si estuviera en Seychelles para caminar por la hostil carrera séptima de esta ciudad. Hasta he madrugado para subir a más de 3.000 metros de altura y en mitad de los Andes me he hecho una foto que ni vuestro mejor filtro Valencia superaría.

Para cerrar el círculo tendría que montar un escenario decadente en mi mesa de trabajo. Pantalla del ordenador con una página de Word en blanco. Un café muy cargado al lado. Una captura del buzón de correo con miles de mails a la espera de ser revisados. Un reloj que marque una hora que la alarma no se ha atrevido a programar en 31 días.

Todo esto ya lo hice el 1 de agosto. Todo esto ha quedado en el olvido. La pantomima del verano frío. Se puede decir que llevo un mes de autoengaño. Una anestesia que me ha enajenado hasta quitarme la depresión que en breve vais a empezar a sentir. No me hace falta ni hacer el cambio de armario. En mi casa solo hay un armario con muchas mangas largas.

Ahora comienza mi venganza. Os estoy esperando desde el otro lado de la pantalla del móvil. Y no pienso hacerlo con mi manta habitual, ni mis calcetines gordos. Lo haré desde Cartagena de Indias o desde las playas de Palomino. Aun no he decidido en qué bandeja voy a servirla. Tengo tiempo, el Caribe me pilla a una hora de avión y el cambio de moneda está de mi lado. ¡No hay que llorar, que la vida es un carnaval!

Sobre la firma

Archivado En