'Egofiesta'

¿Consiguen imaginar la audacia de quien prefiere callar porque no tiene nada interesante que aportar sobre un tema?

La actriz y cantante Jennifer Lopez durante una actuación el 4 de julio en Nueva York.

Lo sé, me repito, pero igual que admiro el poder democratizador de las redes sociales detesto profundamente algunos de sus efectos. Lanzados al circo de hablar por hablar, opinar por opinar y sentenciar a todo aquel que disiente de nuestro criterio —que debería tener carácter de dogma incuestionable por ser precisamente nuestro–, estamos olvidando el valor del silencio.

¿Recuerdan cuando alabábamos a un amigo porque sabía escuchar? Ahora nos molesta que no reaccione a nuestros whatsapps, post o publicaciones de Facebook de forma inmediata, en tiempo real, diga lo que d...

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Lo sé, me repito, pero igual que admiro el poder democratizador de las redes sociales detesto profundamente algunos de sus efectos. Lanzados al circo de hablar por hablar, opinar por opinar y sentenciar a todo aquel que disiente de nuestro criterio —que debería tener carácter de dogma incuestionable por ser precisamente nuestro–, estamos olvidando el valor del silencio.

¿Recuerdan cuando alabábamos a un amigo porque sabía escuchar? Ahora nos molesta que no reaccione a nuestros whatsapps, post o publicaciones de Facebook de forma inmediata, en tiempo real, diga lo que diga. Vaya falta de consideración hacernos esperar o no contestar porque ni falta que hace. ¿Consiguen imaginar la audacia de quien prefiere callar porque no tiene nada interesante que aportar sobre un tema? Es difícil, en un momento en el que importa más estar que ser. Pero el ruido, que parece ser lo que nos mantiene pegados a las cosas, tiene esas servidumbres. Tapamos con opiniones las prudencias dignas de alabanza, llenamos de trivialidades conversaciones vanas que podíamos evitar, nos resulta difícil aceptar el derecho a la intimidad y condenamos al infierno actos cotidianos que convertimos en ofensas aunque no tengan que ver con sentimientos auténticos.

Toda esta filosofía de andar por casa se me ocurrió leyendo una noticia sobre Jennifer Lopez, convertida en tendencia y foco de las críticas por atreverse a publicar en su Instagram un anuncio de su nueva colección de zapatos minutos después de que su exmarido anunciara la muerte de su madre. Como era de esperar, los admiradores-defensores de Marc Anthony reaccionaron en bloque y con furia. Menuda falta de respeto hacia el padre de sus hijos, hacia el dolor por la pérdida de una abuela.

La fiesta del ego estaba servida. Porque digo yo que, a lo mejor, los jueces de la moral podían haber pensado que JLO utilizó su red social como medio publicitario y ya había llamado a su ex —con el que quizá no habla porque se lo merece o porque no le da la gana— para trasmitirle su pesar en privado. O puede que Marc le hubiera dicho al mundo que su madre era estupenda pero ya no estaba entre los vivos, sin acordarse de comunicárselo antes a quien "mereció la pena", pero la mereció antaño. El caso es que Jennifer claudicó al estruendo y compartió foto de Anthony rodeado de sus hijos: "Descansas en Paz Ginny... te vamos a extrañar #familia#love". Efectos colaterales de no apreciar el silencio.

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