La familia Moreno Martín, un hogar para 'Gladys'

La familia madrileña Moreno Martín, con sus tres perros.

EL PASADO 16 de febrero cambiaron siete vidas en Madrid. Las de la familia Moreno Martín y la de ­Gladys, una galga maltratada. Raquel Martín y sus dos hijos, Daniela y Héctor, de 11 y 9 años, se la encontraron sola de camino a la clase de atletismo de los niños. “La perrilla estaba muy asustada”, recuerda la madre. Cuando la llevó al veterinario descubrieron que tenía un corte en el cuello. “Se lo habían hecho con una cuchilla para arrancarle el chip de identificación y que no localizasen a los mal...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

EL PASADO 16 de febrero cambiaron siete vidas en Madrid. Las de la familia Moreno Martín y la de ­Gladys, una galga maltratada. Raquel Martín y sus dos hijos, Daniela y Héctor, de 11 y 9 años, se la encontraron sola de camino a la clase de atletismo de los niños. “La perrilla estaba muy asustada”, recuerda la madre. Cuando la llevó al veterinario descubrieron que tenía un corte en el cuello. “Se lo habían hecho con una cuchilla para arrancarle el chip de identificación y que no localizasen a los malnacidos que la abandonaron”, explica su marido, José Antonio Moreno. Se la llevaron a casa a pasar la noche y ese mismo día, el cabeza de familia tuvo claro que Gladys (como la bautizó en cuanto la vio) se iba a quedar con ellos. La galga es ahora el séptimo componente del clan y el tercer perro que rescata la familia en los últimos años.

Noah, Gladys y Tomás, rescatados y adoptados.

En 2014 recogieron en la perrera a Noah, una ­bulldog que vino a hacer compañía a Tomás, de la misma raza y al que adoptaron después de que su primer dueño les confesase que pretendía deshacerse de él. Así, en la familia Moreno Martín los humanos ganan a los canes por solo un miembro. Pero no siempre fue así. Antes de que naciesen Daniela y Héctor estaban igualados: Raquel y José Antonio frente a Otto y Pegui, dos bulldogs que ya han muerto. Hay fotos suyas en el salón. “Yo no entiendo la vida sin perros”, asegura el padre. Tanto es así que cuando se fue de Erasmus a Holanda se llevó a Nina, su chihuahua de entonces.

Sus hijos han heredado esta pasión. Héctor no sabía que, en España, muchos lebreles aparecen ahorcados o son abandonados al terminar la temporada de caza. “Cuando mi padre me lo explicó me puse muy triste”. Gladys ha tenido suerte. Todos la han tenido. “Los sábados vamos a la cama de mis padres con los perros”, cuenta Daniela, que no se imagina la vida sin sus mascotas. “Porque cuando estás solo o triste les tienes a ellos. Una casa con animales es algo especial”.

Sobre la firma

Archivado En