Bienvenido, Jesucristo

Una alcaldesa colombiana le ha entregado su pueblo a Jesucristo por decreto. La ya exregidora de Yopal alega que anhela la salvación del alma de su comunidad. Así que para conseguirla ruega humildemente a DIOS (todo en mayúsculas) que entre al municipio y lo convierta en su morada. Serán los niños quienes reciban la llave a la espera de que el Señor acepte cambiar de casa a estas alturas de la Historia.

Jesucristo tiene en este momento dos opciones. Hacer de su misericordia un sayo e instalarse en el territorio colo...

Una alcaldesa colombiana le ha entregado su pueblo a Jesucristo por decreto. La ya exregidora de Yopal alega que anhela la salvación del alma de su comunidad. Así que para conseguirla ruega humildemente a DIOS (todo en mayúsculas) que entre al municipio y lo convierta en su morada. Serán los niños quienes reciban la llave a la espera de que el Señor acepte cambiar de casa a estas alturas de la Historia.

Jesucristo tiene en este momento dos opciones. Hacer de su misericordia un sayo e instalarse en el territorio colombiano de John Calzones. El personaje en cuestión se convirtió en alcalde desde la cárcel. Robaba a los ricos para dárselo a los pobres y, de paso, se quedaba con la mejor parte. El Robin Hood de estos lares.

La otra alternativa que le queda al de arriba es presentarse a la bienvenida, poner un rato la otra mejilla y disculparse porque aún le queda mucho trabajo por hacer. Con suerte, se llevará de regalo un séquito de mariposas amarillas porque en Yopal ya no hay ni agua potable.

Me imagino a Gabriel García Márquez atento a su decisión. Esperando el instante adecuado para interceptarlo y aclararle que no baja a Macondo. Que no le haga caso al parecido razonable entre los dos pueblos. Que todo ese maravilloso universo de sus libros fue una manera de imaginar su país. La mejor manera que encontró para seguir creyendo que un día él también volvería a su casa.