Mujer comprando ramo de margaritas

Julia de la Rosa

EL 21 de mayo de 2016

decidió/

Elena Medel Navarro

que ella misma compraría las flores.

Bajó al supermercado

de la avenida paralela

a su estudio de veinte

metros cuadrados

–una habitación única,

diáfana como la mañana

en la que Clarissa Dalloway

compró también las flores

ella misma:

a un lado, la cocina

y el espacio de trabajo;

al otro, la cama en la que pasa

menos tiempo del que desearía–

y comparó entre los ramos

junto a la fruta y los productos

de limpieza: ...

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EL 21 de mayo de 2016

decidió/

Elena Medel Navarro

que ella misma compraría las flores.

Bajó al supermercado

de la avenida paralela

a su estudio de veinte

metros cuadrados

–una habitación única,

diáfana como la mañana

en la que Clarissa Dalloway

compró también las flores

ella misma:

a un lado, la cocina

y el espacio de trabajo;

al otro, la cama en la que pasa

menos tiempo del que desearía–

y comparó entre los ramos

junto a la fruta y los productos

de limpieza: bouquets de colores

tan vivos

como los propios días suyos

por un dinero que no podía pagar.

El 21 de mayo de 2016

decidió

Elena Medel Navarro

que un ramo de margaritas blancas

por cinco euros

bastaba para rendir homenaje

a la literatura universal.

Al depositar

las dos bolsas cargadas

de la compra

–fresones y gazpacho y carne

con descuento

por caducidad inminente–,

dos pétalos cayeron

sobre el suelo

de su casa barata.

Pero Elena Medel Navarro

no pensó en el simbolismo

ni en la genealogía.

Se preocupó

por el rastro de las asas

en sus manos,

guardó cada cosa en el sitio

que le corresponde,

y abrió un libro en el centro

de su habitación propia.

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