Cartas al director

Morimos mal

Un derrame cerebral masivo dejó a nuestro ser querido en coma, con una vida vegetativa de final inminente. Siguiendo su deseo, cuando los médicos del hospital plantearon la posibilidad de que donara sus órganos, sus hijos no lo dudaron y aceptaron. Los preparativos significaban una probable ampliación del tiempo del desenlace, pero merecía la pena. Había varios receptores a la espera, niños entre ellos. La ley exige que se dé espontáneamente la muerte cerebral, pero pasaba el tiempo y esta no se producía. Los médicos, entonces, para no alargar la angustia de los familiares, abandonaron la oper...

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Un derrame cerebral masivo dejó a nuestro ser querido en coma, con una vida vegetativa de final inminente. Siguiendo su deseo, cuando los médicos del hospital plantearon la posibilidad de que donara sus órganos, sus hijos no lo dudaron y aceptaron. Los preparativos significaban una probable ampliación del tiempo del desenlace, pero merecía la pena. Había varios receptores a la espera, niños entre ellos. La ley exige que se dé espontáneamente la muerte cerebral, pero pasaba el tiempo y esta no se producía. Los médicos, entonces, para no alargar la angustia de los familiares, abandonaron la operación. Al cesar la asistencia especial del preparativo, la paciente moriría en breve por paro cardíaco, pero ya no podrían utilizarse sus órganos. Nadie entendía por qué no se podía actuar en una situación así, por qué no se podía acortar la agonía, obtener la muerte cerebral y extraer los órganos para su donación. La ley lo impide. Morimos mal, y podemos evitarlo.— Jorge Álvarez Yágüez. Gondomar (Pontevedra).

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