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Elogio del colibrí

Esta especie endémica de las Américas es fundamental para mantener el equilibrio ecológico del territorio donde habita

Un colibrí blanco y dorado (Leucippus taczanowskii) posado sobre una rama. Habita en los bosques secos subtropicales del Perú.
La especie picaflor de cora (Thamastura cora) se lanza en busca de alimento. Como otras especies, puede volar en varias direcciones.
Colibrí llamado ‘cometa de vientre gris’ (Taphrolesbia griseiventris) en pose serena. Es endémico de los bosques tropicales del Perú.
Un colibrí rutilante (Colibri coruscans) en vuelo mágico. Está presente en varios países de América del Sur.
Otra especie de colibrí busca su alimento en una flor encendida. El color rojo les atrae de sobremanera y carecen de olfato.
En medio del atardecer descansa un picaflor. Cuando se va la luz, ralentizan su metabolismo, se esconden y procuran descansar.
La belleza y pequeñez del colibrí esconde un potencial increíble. Su corazón late rapidísimo, su cerebro es grande y su vuelo increíble.
Picaflor costeño (Amazilia amazilia). Vive en Perú y Ecuador, y es muy común en los jardines de Lima, donde ha encontrado un hábitat.
Un colibrí vuela, con su aerodinámica particular, en medio de un aguacero. Se maneja en ese trance, pero el cambio climático lo puede afectar.
11. Los colibríes se pueden encontrar desde Alaska hasta Chile. El más pequeño pesa 2,2 gramos y el más grande, llamado gigante, 20 gramos.
La fragilidad del colibrí esconde una riqueza biológica muy grande. Si desaparecieran, muchas plantas no podrían reproducirse.