20 fotos

El pueblo kirirí resiste y gana

En 1995, una comunidad indígena de Bahía (Brasil), recuperó sus tierras. Hoy conjugan saber tradicional e innovación para mejorar sus ingresos

En 1995, tras largos años de lucha, el pueblo indígena kirirí recuperó sus tierras ancestrales en el noreste del estado de Bahía, Brasil. Desde hace seis años, el apoyo de proyectos de desarrollo rural financiados por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) está contribuyendo a que los miembros de este pueblo indígena mejoren sus ingresos y su calidad de vida. En la imagen, el El pajé (líder spiritual) kirirí de la aldea Marcação, Jose Miguel da França, lidera la danza de bienvenida con la que este pueblo indígena recibe a sus visitantes. A 296 km. de Salvador, la capital de Bahía, y repartida entre los municipios de Ribeira do Pombal, Banzae, Quijingue y Tucano, la tierra ancestral de los kirirí ocupa un territorio de algo más de 12.000 hectáreas. El grupo indígena kirirí está constituido por unas 2.000 personas.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Los kirirí vivieron durante siglos en este territorio, adaptándose a las duras condiciones del semiárido (sertão). En el siglo XVIII, los jesuitas, encargados de la evangelización de la zona, los agruparon en cuatro aldeas que, tras la expulsión de la orden religiosa del Brasil en 1756, se convertirían en villas. La implantación de una administración civil a lo largo de las décadas siguientes implicó un proceso de mestizaje entre indios y no indios y una invasión de las tierras indígenas, con la consiguiente pérdida de la cultura y el modo de vida indígena. La villa de Saco dos Morcegos, cuyo nombre se cambió posteriormente por el de Mirandela, resistió mejor este proceso, al estar un poco más apartada de las precarias rutas de comunicación del sertão y ser sus tierras de peor calidad.Lianne Milton (Panos / FIDA)
A partir de 1949, los kirirí comienzan la lucha por conservar su identidad indígena y a contestar la ocupación de su tierra ancestral, gracias a la colaboración del personal del Servicio de Protección al Indio (SPI, una agencia federal brasileña). Sin embargo, la decadencia del SPI y su alianza con oligarquías locales hace que, a mediados de los años 60, la condición de los kirirí sea bastante lamentable y esté marcada por las disputas entre los núcleos indígenas, los altos índices de mortalidad y alcoholismo y la violencia de los enfrentamientos con los no indígenas. A partir de los años 70, con la entrada en funcionamiento de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI, la agencia federal brasileña para las cuestiones indígenas que sustituyó al SPI), los kirirí empiezan a organizarse. En 1981 consiguen que se delimiten sus territorios ancestrales. A partir del año siguiente, comienzan a retomarlos y a expulsar de ellos a los no indios que los ocupaban fraudulentamente. En 1990 el territorio kirirí es reconocido legalmente. Entre ese año y 1995 los kirirí retoman la totalidad de su territorio tras una serie de ocupaciones. En la foto, el cacique kirirí Lázaro Gonzaga de Souza, de 76 años.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Desde hace ocho años, los proyectos Gente de Valor y Pro-semiárido, implementados por el Gobierno del Estado de Bahía y financiados por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la agencia de Naciones Unidas especializada en desarrollo rural, han contribuido enormemente a mejorar las condiciones de vida del pueblo kirirí. Gracias a la formación y a la inversión proporcionada por estos proyectos, los kirirí han incrementado enormemente su capacidad de producción de los cultivos tradicionales de la zona (especialmente mandioca y maíz) y, sobre todo, su capacidad de procesarlos y comercializarlos. Ya no se limitan a venderlos a intermediarios. En la foto, un par de agricultores kirirí comprueba la producción de miel de un panal en los alrededores de la aldea Marcação.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Para incrementar sus ingresos y mejorar su nivel de vida, la comunidad kirirí ha apostado, contando con el asesoramiento y apoyo de proyectos de desarrollo rural, por una estrategia doble y complementaria: por un lado, la conservación y recuperación de los saberes tradicionales kirirí; por otro, la implantación de tecnologías innovadoras que permiten una mejor adaptación al duro entorno del semiárido. En este último campo, los kirirí han puesto en marcha sistemas de recogida de agua (tanques, pequeñas represas), de aprovechamiento del biogás, de cultivo agroecológico, y de reciclaje de la manipueira (el líquido venenoso resultante de prensar la mandioca, que puede ser usado como abono o como pesticida natural después de procesarlo). El biodigestor de gas es un buen ejemplo de ello. No requiere una gran inversión, apenas la construcción de un tanque de cemento en donde las deposiciones del ganado de los kirirí se descomponen lentamente, liberando gas metano que es utilizado para alimentar los hornos y las cocinas de las familias de la comunidad. El material sobrante tras este proceso también se aprovecha, pues es usado para abono.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Ebaldina Jesus Santiago prepara un guiso de judías en una cocina alimentada con gas producido por un biodigestor en el exterior de su casa. Su marido, Jailson de Jesus Mendes, se encarga de recoger las deposiciones del ganado que alimentan el biodigestor. Se necesita mezclar cinco kilos de deposiciones y 15 litros de agua para, tras dos horas, contar con el gas necesario para que la cocina pueda ser utilizada durante todo un día. “Antes gastábamos 50 reales al mes (unos 14 euros) en comprar bombonas de gas. Ahora podemos dedicar ese dinero a otras cosas”, explica la pareja.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Los kirirí han creado sistemas de procesamiento y comercialización de los productos agrícolas que les permiten sacar mucho mayor rendimiento a su trabajo, especialmente a sus cultivos de maíz y mandioca. Antes, los miembros de la comunidad plantaban y recogían el maíz y la mandioca y vendían la producción, sin procesar, a las casas en donde se molía o a intermediarios que se acercaban a sus aldeas. Ahora tienen sus propios molinos y una fábrica en donde producen galletas y dulces derivados. En la foto, Jose Raildo de Souza y Jailson de Jesus Mendes transportan cajas cargadas de raíces de mandioca desde los campos de cultivo a la aldea Marcação.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Maria do Carmo Vieira Araujo, 50, Ednalva Maria de Jesus, 31, y Dilma Jesus Panteleon, 40, pelan raíces de mandioca en la sede de la Unidad de Aprovechamiento de la Mandioca de la Asociación Comunitaria Kirirí Santo André de Marcação, en la aldea del mismo nombre. Los proyectos Gente de Valor y Pro-semiárido han hecho especial énfasis en la incorporación de las mujeres a puestos de trabajo renumerados, lo que les facilita no sólo trabajar, sino socializar y ser reconocidas como personas que contribuyen al bienestar económico de la comunidad.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Una vez suprimida la cáscara, las raíces de mandioca se muelen para ser transformadas en harina. Este proceso, que antes se llevaba a cabo en molinos artesanales, se hace ahora, gracias a las inversiones realizadas por los proyectos Gente de Valor y Pro-semiárido, con molinos eléctricos instalados en la sede de la Unidad de Aprovechamiento de la Mandioca que los kirirí regentan en la aldea Marcação. Lianne Milton (Panos / FIDA)
Adriana Pantaleón dos Santos y Michelle Batista de Jesus, dos jóvenes kirirí, ponen a secar la harina, ya molida, en las instalaciones de la Unidad de Aprovechamiento de la Mandioca en la aldea Marcação. Es un paso necesario antes de proseguir con su proceso de transformación. La mejora del nivel de vida de los kirirí desde que retomaron su tierra les está permitiendo soñar con retos y logros que hace unos años parecían imposibles. Adriana, que tiene 19 años, quiere estudiar medicina en la Universidad Federal de Bahía, en Salvador, la capital del estado. “Antes, todo el mundo se quedaba en casa con su familia. Ahora que ganamos dinero, podemos ahorrar y estudiar”, asegura con convicción.Lianne Milton (Panos / FIDA)
João Leandro Araujo Leo, Gabriel Pantaleón dos Santos, y Sandra Beatrice Jardim Souza hacen galletas de harina de mandioca en la sede de la Unidad de Aprovechamiento de la Mandioca gestionada por los kirirí en la aldea Marcação. Producen 14 kilos de galletas al día y venden 50 kilos al mes a las escuelas de la zona. El resto de la producción se vende en los mercados de la región. Los beneficios se dividen entre todos los trabajadores. Cada kilo se vende a 40 reales (unos 11 euros), el 30% de los cuales es beneficio para el trabajador, mientras que el 70% restante se reinvierte en la empresa y paga los gastos de funcionamiento y mantenimiento de la misma. “Trabajar en la Unidad de Aprovechamiento de la Mandioca me ayuda a mantener mi independencia”, explica Sandra. “Aprendo un montón, y siento cómo mis habilidades aumentan cada día. Antes, me quedaba en casa cuidando de los niños. Ahora, ayudo al desarrollo de mi comunidad”. Sandra no es kirirí, pero conoció a su marido, que sí lo es, en São Paulo hace 21 años. Con el tiempo, la pareja decidió regresar a la comunidad, lo que es posible gracias a la existencia de nuevas oportunidades económicas en el territorio kirirí.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Las galletas de mandioca se envasan en estricto cumplimiento de las reglas sanitarias para proceder a su venta no sólo en los mercados locales de los alrededores de Marcação y poder aprovechar oportunidades de comercialización que surjan más allá del estado de Bahía. La inversión en tecnología y la formación recibida por el pueblo kirirí gracias a los proyectos financiados por el FIDA les ha permitido transformar un producto tradicional en un producto que no deja de ser artesano, pero que está listo para responder a gustos más modernos.Lianne Milton (Panos / FIDA)
La producción agrícola de los kirirí es diversa y sirve para diferentes usos. El grupo ha trabajado mucho en la recuperación y conservación de sus saberes ancestrales. Buena parte de ellos tiene que ver con el uso de hierbas medicinales en el tratamiento de dolencias y enfermedades. A sus 79 años, Andrelina Maria de Jesus sigue dedicándose al cultivo de estas plantas en la aldea Mirandela.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Inés Teodora dos Santos, y sus hijas Eliara, de 14 meses, e Isabel, de tres años, contemplan la huerta familiar en el patio de su casa en la aldea Segredo. Los kirirí no solo han incrementado su capacidad productiva, sino también han trabajado para mejorar su seguridad alimentaria. En este sentido, se ha desarrollado un programa de pequeñas huertas familiares que garantizan un mínimo de alimentos esenciales con un mínimo de inversión. Este hecho, complementado con el aumento de ingresos propiciado por el trabajo remunerado, ha mejorado enormemente la nutrición de los kirirí. Lianne Milton (Panos / FIDA)
Los proyectos, desarrollados siempre en colaboración con los líderes y la comunidad kirirí, muestran cómo es posible construir sobre las tradiciones de un pueblo indígena un plan de desarrollo que sea a la vez respetuoso con su cultura y eficaz en términos económicos. Así, un tercer pilar del desarrollo económico de los kirirí es la introducción y potenciación de alternativas de generación de renta no agrícolas. Entre ellas, ocupa un lugar destacado la artesanía. Los artesanos kirirí utilizan, con gran ingenio y habilidad, los pocos elementos que les proporciona el sertão para crear belleza. Josê Valdo Jesus dos Santos, sostiene en un mano un manojo de judías verdes y, en la otra, un collar elaborado con las semillas de esta planta.Lianne Milton (Panos / FIDA)
La cerámica es otra de las habilidades que los kirirí han cultivado durante centenares de años. En la foto, el cacique Lázaro Gonzaga de Souza muestra un conjunto de vasijas almacenadas en un viejo edificio colonial de la aldea Mirandela. Estas vasijas serán vendidas en alguno de los mercados de la región o bien en Salvador, la capital del Estado.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Las tradiciones para la elaboración de la cerámica se han transmitido de generación en generación. “Mi abuela me enseñó a hacer cerámica cuando era una niña”, recuerda con más de setenta años Eduarda Amélia de Jesús mientras le da los últimos acabados a una vasija en compañía de su hija, Maria Iracema Jesús de Souza. Eduarda es la mujer del cacique Lázaro Gonzaga de Souza.Lianne Milton (Panos / FIDA)
A lo largo de los años, los kirirí también han sido tejedores, fabricando muchos utensilios de algodón y de imbé (fibra obtenida a partir de la palmera conocida en Brasil como licurí). Entre esos utensilios figuran bellas y coloridas hamacas como la que Geani de Jesús Santos teje en este telar en la sede de la asociación de artesanos kirirí en la aldea Segredo. Geani necesita tres días enteros de trabajo para terminar de tejer una hamaca que se venderá en uno de los mercados locales de la región.Lianne Milton (Panos / FIDA)
Las manos de Maria Delina de Jesus preparan pacientemente las bobinas de hilo que serán usadas en la confección de hamacas y otros productos textiles tradicionales en la sede de la asociación de artesanos kirirí en la aldea Segredo. Lianne Milton (Panos / FIDA)
Las jóvenes Mirele Mairingque Santos de Andrade y Erlândia Maria de Jesús Santos muestran el resultado del trabajo de las tejedoras kirirí: una bella hamaca hecha a mano, lista para ser vendida en alguno de los mercados y ferias de artesanía del noreste del estado de Bahía. Vestidas y pintadas de acuerdo a las tradiciones kirirí, son una demostración de que este pueblo indígena ha conseguido, después de décadas de lucha, recuperar no sólo sus tierras, sino su orgullo, identidad y cultura.Lianne Milton (Panos / FIDA)